Poesía del suicidio. Nota IV.
- publicado el 02/11/2012
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Sí, sin embargo…
Del desamparo de tus besos
me salvó la poesía.
Otra vez, y tantas veces,
desde que nunca fuiste mía.
Sí, sin embargo, fuiste la voz que calla y que otorga,
que presta sangre tan fría
que, si no hiela el deseo,
al menos congela la vida.
Sí, sin embargo, fuiste las piernas que se alejaban,
la mano que ni se despide,
el gato que ronronea
que nunca da y siempre pide.
Sí, sin embargo, fuiste la saliva escarchada,
la timidez del cobarde,
el abrazo necesario
que, si se dio, se dio en balde.
Sí, sin embargo, fuiste el sueño intermitente
que ni se aleja ni apaga,
que amaneció cuando quiso
arrasando la esperanza.
Sí, sin embargo, fuiste el dolor de despedida,
compensación de mis errores,
el precio pagado por necio
para fingirme entre flores.
Y me aferro con mis dedos
a la dulce poesía.
Otra vez, ¡y tantas veces!,
desde que nunca fuiste mía.
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