LA AVENTURA DE KARIME
- publicado el 17/12/2013
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SAIBORN
Era la tarde de aquel día. El sol brillaba fuertemente en lo alto del cielo, no había nubes que lo cubrieran. El Doctor Salomón Iddle jefe de la sección de información y de investigación de la organización mundial de A.X.E.L, era lo que decía el gafete que llevaba colgado en el bolsillo de su bata blanca. Llevaba a su pequeño hijo de ocho años a una demostración histórica en la humanidad. La cual se llevaría a cabo en el observatorio de la institución.
Para el año 3024 la organización A.X.E.L había logrado la monopolización de los ejércitos armados del planeta Tierra, tras innumerables guerras e incontables pérdidas humanas. Con ello finalmente la anhelada paz mundial se concretó. Habían pasado ya varios siglos desde su conquista, sin embargo los regentes de los 5 continentes se encontraban conformes con lo sucedido junto con todos sus habitantes. Pues la organización A.X.E.L les permitió continuar normalmente con sus vidas, con la seguridad de que nunca más volvería a haber una guerra.
Aun cuando todos los recursos materiales y naturales eran utilizados por una sola organización. Los avances científicos hasta ese momento no representaban nada por lo que valiera la pena asombrarse. Únicamente contaban con transbordadores capaces de llegar al octavo planeta del sistema solar, pero más allá de ese lugar les era imposible alcanzar.
La base militar donde se encontraba el centro de investigación. Estaba completamente resguardada por soldados de la corporación. El niño llevaba puesto un uniforme color blanco. Su padre había insistido en que su educación fuera militar, por lo que a su temprana edad, formaba parte de una escuela especializada en física astronáutica. Pues era parte del sueño del doctor el ver que la Tierra pudiera llegar con sus naves a otros universos y sistemas solares.
—Está es una demostración ante toda la gente de importancia en la organización. Todo aquel cuyo mando sea de alto grado estará presente esta noche. Así que te pido que te comportes durante toda la exposición.
Indicó el Doctor a su pequeño hijo quien no dejaba de ver de un lado a otro a los soldados que resguardaban la base. El vehículo EV tipo jeep con el que planeaban sobre el suelo, estaba pasando frente a diferentes edificios, en los que parecían resguardar transbordadores y otros que aparentaban ser laboratorios de experimentos. Cuatro turbinas impulsaban el transporte, generando un campo magnético que lo sostenía sobre el suelo. Tras un largo trayecto se detuvieron frente a una enorme cúpula que más que observatorio parecía un teatro de ópera.
Los soldados saludaron al Doctor, dos de ellos resguardaban al inicio del camino hacia el observatorio. El niño no se quedó atrás pues iba al lado de su padre. En cuanto a todo lo que estaba pasando, aun no entendía porque lo había llevado a una demostración tan importante. Cuando en muchas otras ocasiones no lo había querido llevar.
Finalmente llegaron a la habitación donde el telescopio tenía que estar, pero era muy notorio de que no se encontraba. Al parecer había sido desmontado y en su lugar se encontraba un cañón de rayos de plasma.
— ¿Te gusta? ¡Esta fue tu idea!
Le explicó al pequeño, quien no dejaba de mirarlo sin lograr entender a lo que se refería. Ni mucho menos recordaba haber deseado un cañón.
— ¿Cuál idea papá?
Preguntó de inmediato esperando que su duda fuera aclarada.
—La otra noche mientras observábamos Septrom y el mar púrpura que lo rodea. Dijiste: “si el ser humano creara energía perpetua, la podría usar de combustible en sus naves y con ello podría viajar hasta donde siempre ha soñado”.
El niño vio sorprendido a su papá, su corazón comenzó a latir rápidamente pues sabía que quizá el equipo de científicos de su papá había sido capaz de inventar lo que él había imaginado. El Doctor Iddle estaba por revelar al mundo, la revolución de la astronomía y los viajes espaciales. Un nuevo gran salto para la humanidad.
— ¿La han creado padre? ¿Lo han logrado? ¿De verdad lo hicieron? Se emocionó el pequeño esperando a que fuera cierto.
—Sí Midnar lo hemos creado. El cañón que está ahí, nos ayudará a disparar un rayo de energía perpetua. No te preocupes de la dirección a la que está apuntando, hemos determinado que no se encuentra nada a su paso. Nos llevó semanas encontrar las coordenadas perfectas. Sólo será un disparo al aire.
Tranquilizó al niño quien al parecer por la forma de su mirar, parecía ser que había creído que atacarían algún blanco en algún lejano sistema solar. Pero todo aquello no era más que una prueba experimental. El niño fue escoltado a una habitación especial sobre la parte superior, donde desde la ventana de cristal reforzado, podría ver muy bien lo que abajo pasaba.
Pronto los altos mandos de A.X.E.L. comenzaron a llegar al observatorio. Los soldados los escoltaron hasta habitaciones similares de donde se encontraba el niño. Pues por la naturaleza de aquel experimento, ese era el lugar más seguro para todos ellos. Cuando todos estuvieron en su lugar, la demostración comenzó.
—Señores les agradezco rotundamente por su asistencia ante esta demostración. Como es sabido por todos ustedes, desde el principio de la astronáutica. Ha sido deseo del ser humano el poder viajar a cualquier parte del universo. Sin embargo eso ha sido imposible debido a nuestra tecnología ineficiente y obsoleta en muchos casos. Sin mencionar el problema del combustible.
Los cristales en las habitaciones prendieron la imagen del Doctor mientras daba el discurso. Los altos mandos no se preocuparon por ver hacia abajo, pues no deseaban terminar con el cuello cansado. El único que no hacía caso a la imagen era el pequeño Midnar, quien veía a su padre pensando una y otra vez en el cañón y en el rayo que estaban por disparar.
—Es más que obvio que el futuro de la humanidad se encuentra ahí afuera, en el gran y enorme espacio sideral. Por ello traemos antes ustedes el descubrimiento que llevará al ser humano a la inmortalidad. La historia será marcada para siempre con este gran descubrimiento. Lo que tengo a mi lado es el primer generador de energía perpetua.
Los regentes armaron un murmullo con sus acompañantes, pero luego se callaron. Mientras el Doctor daba su discurso de presentación del proyecto. El pequeño Midnar seguía dándole vueltas al asunto. Pues dentro de sí, podía sentir que existía una gran posibilidad de que le dieran a algo. En algún punto, en algún lugar, tendría que encontrarse con algo.
— ¡No! No lo hagas podrían destruir algún planeta.
Utilizó el altavoz de la cabina para dirigirse a su papá para advertirle de los riesgos que existían del lanzar un rayo de energía perpetua al espacio. Los regentes que estaban presentes se alertaron y comenzaron a dialogar entre ellos.
—Señores, señores calma por favor. El equipo de investigación de esta institución, llevó a cabo una exploración minuciosa para conseguir coordenadas precisas en las que el rayo pueda pasar, sin afectar a ningún astro o planeta existente. Todo está bajo control y no tenemos intención de atacar nada allá afuera.
Tranquilizó a la multitud con eso. Incluso los que ya se había puesto de pie se volvieron a sentar.
—Pero ¿Y qué hay de los meteoritos? En algún punto en algún momento
puede chocar contra alguno de ellos. De igual manera si la teoría de que el universo está atrapado dentro de una especie de burbuja resulta verdadera ¿Qué pasará cuando choque contra esa pared? ¿Han considerado que el rayo puede regresar a nosotros? Estaríamos destruyendo nuestro planeta con eso.
Continuó Midnar con su insistencia por detener el experimento de su padre. Nunca antes se había opuesto a las cosas que él hacía, pero en esta ocasión sentía dentro de su pecho una sensación que lo obligaba a hacerlo. El micrófono de la habitación donde se encontraba fue apagado, más las bocinas aún seguían emitiendo la voz de su papá.
— ¡Sean testigos del momento que marcará la historia de la humanidad!
Los ayudantes que se encontraban frente a él hicieron unos cuantos ajustes a las pantallas de luz que tenían por computadoras. El cañón estiró su barril aun a pesar de su pequeño tamaño, los cables que estaban conectados por debajo del generador, hacían notar que era muy potente, esto por lo grueso que estaban. El diseño lo hacía ver un tanto extraño, como si no fuera creación humana.
La pantalla de cristal de las habitaciones donde se encontraban los regentes, se mostraban imágenes nítidas de lo que estaba sucediendo a unos cuantos metros abajo. El cañón disparó un pequeño rayo de luz negra con bordes blancos. Unos 900 km/h fue la velocidad inicial, de no haber sido por la imagen que era seguida por la cámara de su telescopio, no hubieran sido capaces de seguir la trayectoria del rayo de luz perpetua.
Midnar cayó de rodillas.
—Cuando el indicador del lado derecho inferior de su pantalla llegue a cero, habremos llegado a la elipse que dibuja Sedna en la órbita del sistema solar. Es el lugar más lejano al que hemos podido llegar con nuestra tecnología.
Los regentes vieron maravillados la pantalla nítida de cristal frente a ellos, se aferraron a sus sillones, mucho más aun cuando el rayo pasó del punto al que nunca habían podido acceder. Más allá se encontraban algunos satélites que años atrás habían enviado para exploración. Esta vez servirían para poder observar hasta donde llegaba aquel rayo experimental.
La pantalla se dividió en cuatro, mostrando diferentes puntos de vista del rayo perpetuó. Al parecer los caculos de los científicos de que no chocaría con nada, habían acertado a pesar de lo dificultoso que parecía ser. Con tantas estrellas fugases, meteoritos y sin mencionar las variaciones de gravedad, que existen al acercase a otro cuerpo celeste. Las cuales podrían afectar la trayectoria del rayo con tan solo pasar cerca y ser afectado por su campo magnético. Sin embargo por lo que mostraban las cámaras, siguió un camino en línea recta.
El primer satélite no pudo contemplar por mucho el rayo. La segunda cámara se quedó atrás. Los regentes prefirieron fijarse en la última. Los datos informativos en la pantalla de cristal, por donde miraban todo el experimento, fueron realmente brutales. 295 veces la velocidad de la luz, era a lo que estaba viajando el rayo perpetuo e iba en aumento desconsidero.
El sistema de las computadoras marcó error. Las imágenes se entrecortaron como cuando un virus las ataca. Los regentes se preocuparon, ya que incluso las alarmas del edificio comenzaron a sonar. Los ayudantes del Doctor Iddle comenzaron a correr entre las computadoras que se encontraban al lado del cañón para tratar de corregir el problema. Mientras que el Doctor no hizo por donde moverse, ya que entendía que la energía del rayo perpetuo era el causante de todo.
La puerta de la habitación de Midnar se abrió con el fallo en el sistema. Las luces se apagaban y prendían todo el tiempo. El pequeño niño enojado al ser ignorado por su papá, se salió de la habitación, para después dirigirse a las afueras del observatorio.
El rayo perpetuo dejó muy por detrás al último satélite. Pronto solo fue una luz más en las lejanías del universo. Terminando de esta forma el experimento.
—El experimento ha sido todo un éxito.
Exclamó alegre el Doctor Iddle. Los que habían presencia aquella demostración comenzaron a aplaudirle.
—Esto sólo es el principio. Pero hoy por hoy logramos hacer historia, ya que de esta manera marcamos el comienzo de una nueva era. Pues el futuro del hombre, yace en la inmensidad del espacio.
Los regentes sabían que lo que el Doctor Iddle les exponía era totalmente cierto. Ya que un transbordador con pasajeros, tardaba cerca de 16 años en llegar a la órbita de Plutón. Por lo que aquel experimento significaba un gran avance científico. Primeramente porque era el hombre quien había creado algo que podía viajar a velocidades impresionantes. Aunque aún tenían que adaptarlo para el uso en las naves espaciales.
Tras una larga conversación con los regentes, sobre los futuros experimentos y del costo de estos. La reunión finalmente terminó. Fue entonces que el Doctor se percató de la ausencia de su pequeño hijo. Los soldados le informaron que se había escapado diciendo que él había dado la orden de que lo dejaran marchar y que se había retirado a su casa. Como el Doctor no tenía planeado volver a su hogar aun, pues tenía pensando comenzar lo antes posible, los experimentos de adaptación a los motores. Se propuso a hacer una video llamada a su hogar.
—El niño estuvo aquí, pero se marchó luego.
Contestó una mujer de unos 35 años, muy bien arreglada y sin maquillaje. Al parecer era la esposa del Doctor.
—Tomó su equipaje y se fue sin decir mucho. Sólo que regresaba a la luna. Le miré un poco molesto ¿Sucedió algo entre ustedes?
Preguntó a su esposo, dudando un poco al hacerlo. Que si bien no era militar, a veces solía tener ese carácter fuerte de querer siempre mandar.
—Se ha puesto así por un berrinche suyo. Realmente no ha sido nada. Hablaré con él después.
Se despidió apagando el monitor del intercomunicador de la sala de juntas a la que se había ido a meter, para tener un poco de privacidad.
Los días pasaron y Midnar ignoraba siempre las llamadas de sus padres. Aun cuando iba a la escuela militar, le permitían vivir fuera del campo. Por las influencias que tenía con su padre. Siendo además de que vivía en la casa del Director de la escuela, científico investigador y también su tío por parte de su papá.
— ¡No mamá, ya te dijo que no! ¡No pienso volver con ustedes en vacaciones!
Era la primer video llamada que contestaba. Midnar estaba enojado con su papá y era parte de la razón por la que no quería volver. Sus gritos se escucharon hasta la otra habitación, en donde se encontraba su prima. Quien al oírlo se acercó a hurtadillas. Tendría la misma edad que Midnar, su cabello corto y de color rojizo. Un poco rizado.
— ¡Ya te dije que los odio a los dos! ¡A ti porque siempre estás de su parte y a él porque nunca me escucha!
Las lágrimas que rodaron por las mejías del rostro de su mamá, lo hicieron sentirse mal. Pues era con su papá con quien realmente estaba enojado y ella no tenía culpa de lo sucedido.
—Perdo….
La luna comenzó a temblar fuerte. Al parecer en la Tierra estaba pasando lo mismo por lo que alcanzó a ver el niño por la imagen de la videollamada. Los estantes comenzaron a caer al centro de la habitación. Los cristales copas y bebidas embriagantes del mini bar que su tío tenía dentro de la casa fueron a dar al suelo.
Midnar presintió que era muy extraño que estuviera temblando, mucho más que en la escuela le habían explicado que en la luna no temblaba nunca. Al recordar eso se puso de pie con gran esfuerzo. Y es que casi su cuerpo rebotaba en el suelo. Cuando logró ver por la ventana de la estación espacial donde se encontraba. Su corazón casi se paraliza. Una gran acorazada negra flotaba sobre la luna. Aun cuando era la primera vez que veía algo como, Midnar estaba seguro de lo que era. Era un destructor intergaláctico de alguna civilización avanzada. Sus radares no los habían detectado, ya que de haber sido así, las alarmas estarían sonando. Y aun cuando hubieran entrado en modo defensivo. El niño sabía que no había nada que pudieran hacer contra ellos. Aquel destructor miraba hacia el planeta Tierra. Su corazón casi se detiene cuando al observar que alrededor de su bello planeta, flotaban otras cuatro naves tan enormes como la que sobrevolaba la luna.
El planeta Tierra parecía ser de un tamaño insignificante ante tales titanes. Frente a los ojos del niño un enorme flash deslumbró toda la habitación. Seguidamente de la explosión del planeta. Fue en cámara como Midnar miró todo. El planeta haciéndose añicos, los restos salir volando y la luz expandiéndose. El impacto de la explosión alcanzó la luna.
Lo cual la liberó de la atracción de gravedad que la Tierra ejercía. Saliendo disparada a la bóveda celeste como una estrella fugaz. El mundo, la humanidad y todo lo que en ella existían. Dejaron de existir.
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