El arma invisible

Entró en la habitación. Las cosas no iban como de costumbre desde hacía meses, y ella lo sabía, aun sin atreverse a decir nada. Se aproximó por su espalda y, cogiéndola de la mano mientras acercaba los labios suavemente al lóbulo de su oreja, desató contrariamente, sin miramientos, el arma más cruel de la que es poseedor el ser humano. El dolor era insoportable. Sentía cómo se iba fragmentando su cráneo a medida que el proyectil se incrustaba en lo más profundo de su cerebro. No iba a morir, pero el efecto de esa palabra, la había matado para siempre.

Sergi Ortin
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