El descabellado arte del harakiri
- publicado el 19/02/2021
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Silencio íntimo
Silencio.
El más poderoso silencio que abarca cada rincón de mi pensamiento, ahí estaba.
Apenas podía ver mi habitación con la tenue luz que rasgaba las paredes como arañazos.
Suspiré girándome para no verlas, intentando por enésima vez conciliar el sueño.
Recordé al chico que había visto cuando paseaba por la calle, el día anterior. Aquellos ojos oscuros, sus labios y su voz…
Me hablaba y yo me quedaba hipnotizada con su apariencia de apuesto caballero, preguntándome ¿Cómo será más allá de lo que me muestra?
Lamentablemente no logró llegar a más, solo fue una banal conversación propia de dos desconocidos, que luego siguen con sus vidas.
Pero yo anhelaba más.
Mi mano se ocultó bajo las sábanas y disfruté de la oscuridad y la paz que se siente al estar en la intimidad contigo mismo.
Estiré mi cuerpo y mis piernas y me acaricié por debajo del pantalón imaginándome situaciones morbosas y complacientes.
Como si de pronto alguien me acariciara el pelo con ternura y besara mi cuello. Arrastré una mano por mi ombligo, dibujando un camino hacia arriba, erizando mi piel con ese contacto. Hasta llegar a mi pezón, ya erecto y duro y apretarlo suavemente. Deliciosa mezcla de placer, dolor y excitación.
Sentí mi cuerpo en llamas y aquel chico de mi imaginación seguía su ruta saboreando con fruición mis pechos, mientras yo me retorcía en la cama.
Sus labios bajaban por mi barriga dejando mi piel ardiendo a su paso, hasta llegar a mi pequeño rincón sagrado, donde apartándome la mano con suavidad, repartió pequeños besos alrededor de mi vagina torturándome.
Gemí llevándome los dedos a la boca y mordiéndolos mientras él seguía con su insistente tortura, deslizó su lengua en mi interior. «oh» pensé «ni se te ocurra parar»
Aceleré el ritmo de mis dedos, creando más y más fuego en mis venas. Dejando que mi mente explotase y sus cenizas se esparcieran por la habitación. Casi pude sentir sus labios sujetando los míos y tirando haciendo que mi cuerpo se arqueara de forma inconsciente. Sentí que venía, antes de que me consumiera. Sentí las familiares contracciones apoderándose de mi cuerpo, provocándome oleadas de éxtasis una y otra vez, hasta que con una última contracción todo cesó y me dejó sin aire, completamente agotada en la cama. Abrí los ojos y pude ver al chico de mi fantasía desvanecerse delante de mí, como si fuera un fantasma evaporado en la nada. Volví a la realidad de mi cuarto oscuro y mi absoluta soledad. Suspiré de nuevo dándome la vuelta y me dejé llevar por el sueño que después de eso, me engullía como aquel silencio que lo engullía todo, incluso a mí.
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