Hasta las trancas
- publicado el 19/09/2019
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Tu ángel guardián
Susana:
Hace ya cinco años que entraste a mi vida. Increíble, ¿verdad? Parece que fue ayer cuando tu prima Rocío nos presentó, y desde ese instante, supe que tú cambiarías mi vida. Y sí, no me avergüenza decirlo; caí como un tonto en tu juego. Tu cuerpecillo de gitana se encargó de nublarme la razón, hasta llegar al punto en el que te apropiaste de cada rincón de mi mente. Yo tenía muchos amigos, un buen empleo, ganas de vivir… pero tú llegaste, y todo se comenzó a derrumbar. Al principio me entristecía mucho pensar en eso. No me cabía en la mente que tú, mi perfecto ángel de piel morena, jugaras de esa forma conmigo.
Cada noche, yo cubría con dulces besos cada milímetro de tu cuerpo, asegurándome que nadie se atreviera a perturbar la paz de tu sueño, y ¿cómo me lo pagaste, traidora? Haciendo resonar en mi mente esas crueles voces que me hablaban de ríos de sangre y cadáveres putrefactos.
Por fuera lucías como una bella joven embarazada, pero yo… ya no podía tocarte sin ver la pálida sombra de la muerte a tu costado. Pensé que me iba a volver loco, pero en una de esas largas noches de insomnio, la verdad vino a mí. Entre sueños, una dulce voz me murmuró tu más grande secreto. No, tú no eras un ángel, y sí, el diablo estaba dentro de ti, bebiéndose poco a poco la esencia vital de tu alma y la de nuestro futuro hijo. No… ¡no podía ser! Lloré como un pequeño niño al escuchar semejante noticia. Ingenuamente, pensé que yo ya había saldado mi deuda con Dios desde más de veinticinco años, cuando él me pidió salvar a mi hermanita Gabriela, la que por fortuna, se ahogó “accidentalmente” en la piscina de nuestra casa, antes de que el diablo la corrompiera por completo.
Por favor, cariño mío, no me juzgues. Ojalá hubiera tenido más opciones para evitar que sucediera todo esto, pero mi Señor me dijo que era mejor derramar un poco de sangre corrupta, para evitar una eternidad llena de oscuridad y depravación absurda.
Susana, no llores, por favor. Gracias a mi ayuda, tú y mi hijo se han liberado de esas sombras malditas, y ahora, ya están listos para conocer la felicidad eterna. No me importa si los simples mortales se atreven a reprobar mis acciones, porque yo sé que alguien, en lo más alto, sabe que hice lo mejor para mi familia.
Amor mío, quizás ahora que el filo de la navaja ha purificado tu espíritu, lograrás abrirme de nuevo las puertas de tu corazón, y tal vez tengamos una nueva oportunidad para estar juntos hasta el fin de los tiempos. No te preocupes si no puedes venir por mí, pronto estaré con ustedes, y ahora sí, ningún engendro del infierno va a poder manchar nuestra dicha infinita.
Duerme en paz, princesa…
Tu ángel guardián
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¡Enhorabuena! Muy merecido.
¡Gracias! Es un verdadero honor.