Amont - Preludio
- publicado el 08/11/2010
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El inspector (II): Diario
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Capítulo (II), Diario:
Si estás leyendo este diario es que he muerto.
Este texto tienen una finalidad, como todo lo que está bien hecho, que no es otra que la de clarificar lo que haya sucedido en las semanas previas a mi muerte. Es una costumbre que tengo: sea cual sea la investigación que inicio, escribo un diario aclaratorio en el que cuento todos los detalles, me parezcan relevantes o no, a fin de que, si me sucediera algo, hubiera un punto de partida para una investigación posterior. No sólo sobre el caso, ya que para ello están los informes, sino para esclarecer las circunstancias de mi muerte.
Me gustaría que lo que explico aquí no diera pie a equívocos, así que trataré de ser conciso y preciso en tanto me sea posible. Por esta razón me irrita tener que comenzar todos mis diarios con un dato como el siguiente: Tengo doble personalidad.
Con respecto a mi otro yo, hago todo lo posible porque no tenga acceso a este diario. He de agradecer a las migrañas conocer con bastante antelación cuando va a tener lugar mi transmutación. De acuerdo con lo que sé (y creo que puedo afirmarlo con rotundidad) no compartimos más que nuestro cuerpo: nuestra memoria está perfectamente segregada y nuestros gustos y comportamiento también. Es una enfermedad rara, denominada síndrome demonopático de doble personalidad, pero ya me he acostumbrado a vivir con ella. Sin embargo, no logro acostumbrarme a mi otra personalidad. Como si fuera un cuento medieval, puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que mi mente se ha separado de una forma maniquea: poseo una personalidad buena y una personalidad malvada.
Obviamente, yo soy el bueno.
Cuando hablo de mi otro “yo”, le suelo referir a él como el Artista… Desde muy pequeño, descubrí que le atraía todo lo que se saliera de las leyes de la lógica. Durante las horas que me pasaba inconsciente, mi habitación se colapsaba de dibujos impactantes. Le gustaba llamar la atención. Cuando yo despertaba, los clasificaba y los guardaba en carpetas, según su género y los tonos de color que usaba. Lo apuntaba todo en una libreta, junto con una descripción de lo que estaba representado. De esta forma nos comunicábamos él y yo, y éramos conscientes de la presencia del otro.
Al llegar a la adolescencia, descubrí que las escenas que representaba el Artista en sus hojas de papel encajaban perfectamente con el reflejo de la mente de un psicópata. A partir de ese momento, tuve miedo de que el Artista pudiera leer lo que yo escribía y puse mis diarios a salvo, pero los descubrió y al día siguiente llenó la habitación de dibujos de mi escondrijo desde todos los puntos de vista posibles. Había dejado de ser un juego, así que me aseguré de que no volviera a encontrarlos nunca. Y, por eso, habéis encontrado aquí el diario de la investigación.
Os preguntaréis por qué os hablo de mi otra personalidad, aunque ya lo habréis deducido la mayoría. Habéis encontrado el diario por lo que os presupongo perspicaces. Esta tarde ha habido un asesinato en un hotel. El cuerpo del cadáver representaba una escena de ópera. Los detalles como la posición del cuerpo, la profundidad de los cortes y la distribución de la habitación los he detallado en el informe policial por si queréis informaros. Sé que no es obra de Tibault; el asesino es el Artista. Y, aunque por compartir su cuerpo tenga que pasar el resto de mi vida en la cárcel, voy a desenmascararlo.
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