LA COLONIA
- publicado el 18/12/2013
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Rondas en compañía
Todo ocurrió hace unos años. Estaba trabajando como vigilante de seguridad en una conocida empresa nacional, prestando servicio en un centro comercial de mi ciudad. Me encontraba muy a gusto trabajando con ellos pero, desgraciadamente,iban a perder el servicio que estaba realizando lo que significaba irme al paro. Pero unos días antes de terminar mi contrato, me propusieron un puesto en un gran centro comercial de un pueblo cercano. Me prometieron que era eventual hasta que saliese un puesto vacante o un nuevo servicio en mi ciudad. Iba a ser únicamente el turno de noche, de 22h a 6h. Lo acepté ya que prefería quedarme trabajando con ellos, y tampoco estaba muy lejos de mi ciudad
Unos días antes fui a aprender el servicio. No era muy diferente al puesto que estaba realizando en el centro comercial de mi ciudad. Éste era un poco más grande. Tenía 3 pisos, más el del parking en el sótano. En el parking se encontraba nuestro cuarto de seguridad. En el primer piso estaban las tiendas de ropa y artículos del hogar, principalmente. En el segundo se encontraban las tiendas con productos más valiosos, como joyerías y tiendas de electrodomésticos. En el último año habían entrado a robar en aquel piso más de una vez, así que había que darle más prioridad. Y en el último piso estaban los restaurantes y el cine.
Las dos primeras noches no se me dieron nada mal. A la 1h debía comenzar a cerrar todos los accesos, cuando ya cerraban los cines y los restaurantes. A dicha hora se apagaban prácticamente todas las luces, quedándose encendidas sólo en los accesos y alguna que otra en los pasillos, pero igualmente era necesario ir con linterna ya que estaba muy oscuro.
Me llevé algún susto que otro por algunos ruidos que hacían las máquinas de los niños que quedaban encendidas, pero aquello era normal. Lo que no fue normal fue lo que me ocurrió la tercera noche.
Eran las 3h aproximadamente. Había pasado un par de horas desde que cerré todos los accesos. Yo trabajaba solo. No tenía compañeros en mi turno ni trabajaba ningún empleado a dichas horas. Todas las tiendas estaban cerradas. Dando la ronda por el segundo piso, en una de las zonas más oscuras, sentí una presencia a unos metros de mí. Sentíla misma sensación a la que se tiene cuando parece que hay alguien a tu alrededor. Mi corazón se aceleró al pensar que podría haberse metido alguien para robar, sobre todo con los antecedentes en los que me habían puesto, y más siendo el segundo piso. Busqué con la luz de la linterna por toda la zona, pero no vi a nadie. Aún sentía que había alguien en aquel pasillo, pero no lo localizaba.Me puse más nervioso por aquello. De repente, dejé de sentir aquella presencia. Por una parte me sentí aliviado, pero por otra me encontrabaconfuso y asustado. Hubiera jurado que había alguien allí. Me asusté por lo inexplicable que me resultaba todo aquello.
Me dirigí rápidamente hacia nuestro cuarto de seguridad donde se encontraban los monitores de las cámaras. Pensé que si realmente había allí alguien, posiblemente las cámaras lo habrían grabado, pero no fue así. Revisé las grabaciones de las cámaras de la zona donde me encontraba, pero no vi nada. Solamente me habían grabado a mí, alterado. Estuve inquieto todo el turno. Cuando llegó mi compañero preferí no contárselo para que no me tachara de paranoico.
Las dos siguientes noches me sentí observado en varias ocasiones. No sabía si era fruto de mi imaginación por lo ocurrido aquella noche, pero la sensación la sentíamuy real. Era como si alguien, o algo, me acechara.
La sexta noche, antes de librar un par de días, me pasó algo aún más escalofriante. Ya no daba tantas rondas como las primeras noches, pero debía realizar alguna que otra. Aquella noche era muy lluviosa y con grandes truenos. Sobre las 4h, cuando bajaba del segundo piso al primero por las escaleras de emergencia exteriores, escuché unas pisadas metálicas de las escaleras del piso superior. Casi me dio un ataque al corazón. Pensé que alguien se había metido y me estaba siguiendo. Me daba pánico subir a comprobarlo, pero tenía que hacerlo. Me saqué mi defensa por si tenía que hacer uso de ella y comencé a subir las escaleras poco a poco hasta llegar a donde había escuchado aquellas pisadas. No había nadie, ni nada. Las escaleras metálicas estaban cerradas con candados. Del exterior no podía haber entrado nadie. De repente volví a sentir aquella inquietante presencia que sentí la tercera noche. Provenía del piso superior. No daba crédito a todo lo que estaba sucediendo. El corazón me latía a mil por hora. Estaba aterrado. Esta vez no tenía intención de comprobarlo.
Entré al segundo piso y me dirigí velozmente al parking a fumarme un cigarro para intentar calmar mis nervios. Cuando me fumé el segundo, y sin parar de temblar, me fui derecho al cuarto de seguridad para visualizar las grabaciones de las cámaras que daban a aquellas escaleras. Desgraciadamente, a causa de la intensa lluvia, no se veía prácticamente nada. Sólo se podía apreciar la luz de mi linterna, pero poco más. De repente observé en uno de los monitores que había saltado la alarma de movimiento. Algunas cámaras tenían instaladas un sensor de detección de movimiento, y cuando había algún movimiento saltaba dicha alarma.La cámara que había saltado era la que daba justo frente al cuarto de seguridad donde me encontraba. Me dio un tremendo escalofrío. Pero la cosa no quedó ahí. Antes de visualizar el motivo de aquella alarma, se produjo un apagón en todo el centro comercial. Me quedé a oscuras en aquel pequeño cuarto, sonando molestos pitidos por la falta de corriente de algunos dispositivos de seguridad. Encendí rápidamente la linterna y no dejé de alumbrar la puerta que comunicaba al parking. Estaba aterrorizado, pero debía calmarme. El apagón era algo normal por la que estaba cayendo. Aquellos pitidos me ponían aún más nervioso. Por suerte, a los dos minutos volvió la luz y se normalizó todo, pero yo seguía atemorizado, escuchando mis acelerados y sonoros latidos.
Pasaron varios minutos, y poco a poco el ritmo de mis latidos se iba normalizando. Algo más calmado, revisé la grabación de la cámara que se suponía que había detectado movimiento, desde el momento de que saltó la alarma hasta que dejó de grabar por el apagón, pero no vi ningún motivo que causara aquella alarma. No había nadie, ni nada, solamente se visualizaba mi coche aparcado y plazas vacías. Pensé que podría tratarse de un fallo del sistema. Preferí pensar en ello para terminar de calmarme. Me quedaba aún hora y media para finalizar el turno. Durante aquel tiempo preferí quedarme en aquel cuarto visualizando los monitores y no dar ni una ronda más.
Mi compañero llegó unos minutos antes de las 6h. Normalmente no llegaba tan justo, pero suponía que se habría retrasado a causa de la intensa lluvia. Cuando entró al cuarto y me vio, me preguntó que cómo había ido la noche con aquella gran tormenta. Yo le conté lo del apagón, y las dos extrañas situaciones que se me habían ocurrido. Me dijo que no me preocupara, que aquello tenía su explicación. Sobre las pisadas de las escaleras, podría haberlo confundido con ruidos que hacían aquellas escaleras cuando llovía de aquella manera. Y lo de que me había saltado la alarma de movimiento en una de las cámaras, me dijo que en ocasiones ocurría ya que se colaban gatos en el parking, pero yo no vi ningún gato en la grabación. Por una parte, aquellas explicaciones me aliviaron un poco pero, por otra parte, intuí que mi compañero me estaba ocultado algo. No sabría cómo explicarlo, pero era como si aquellas explicaciones las tuviera muy bien aprendidas. Posteriormente, descubriría que mi intuición no se equivocaba.
Tenía dos días libres por delante. Me dio por buscar en internet información sobre aquel centro comercial. En la primera página del buscador sólo hallé información sobre el centro comercial, pero en la siguiente encontré una noticia que me impactó y, a la misma vez, me acojonó.
Entré en dicho enlace y me llevó a un foro de vigilantes de seguridad. El post hablaba sobre el asesinato de un vigilante de seguridad por una banda de peligrosos delincuentes ocurrido en aquel centro comercial en agosto del año anterior. No daban mucha información, pero sí que había un enlace de un video de YouTube que, según comentaba el post, era la grabación de una cámara del centro comercial en el momento en que le asesinaron. Desgraciadamente, cuando quise reproducir el video éste ya había sido borrado.
Aquella noticia me desconcertó. Me puse a buscar por diferentes buscadores de videos la existencia de aquella grabación. Mientras tanto, no podía dejar de pensar en todo lo que me había ocurrido las noches anteriores. Aquella presencia, aquellas pisadas, la alarma de movimiento… No encontré tal grabación por ninguna parte. Si realmente existió, había desaparecido de internet. Pero sabía quién podía aportarme más información sobre aquel suceso.
Cuando pasaron mis días libres, volví a mi jornada laboral. Llegué media hora antes ya que sabía que mi compañero que me hizo el relevo la otra noche tenía turno de tarde. Se encontraba algo liado terminando el parte, pero no fue impedimento para sonsacarle información. Le conté lo que había leído por internet, y le pregunté si sabía algo de aquello. En un principio se hacía el sueco, pero sabía que insistiéndole me diría toda la verdad. Finalmente cedió. Me exclamó que nuestro inspector les tenía prohibido hablar del tema, y que si me lo contaba podría costarle el puesto. Le insistí que aquello quedaba entre nosotros. Y entonces fue cuando me reveló lo que necesitaba saber.
Ningún vigilante de la comarca quería trabajar en aquel turno por el supuesto fantasma que rondaba por las noches. Me verificó lo que había leído en aquel foro de vigilantes de seguridad, y me dio más detalles al respecto. El vigilante de seguridad que habían asesinado se llamaba Javier. La empresa que anteriormente llevaba la seguridad del centro comercial era muy estricta, y los empleados trabajaban con mucha presión. Javier llevaba años trabajando en el centro comercial, y siempre en el turno de noche. En el mismo año de su asesinato entraron a robar unas cuantas veces, y siempre habían sido bandas peligrosas y bien armadas. En numerosas ocasiones, Javier propuso que en el turno de noche debían trabajar mínimo dos vigilantes, pero el cliente no quería pagar más, y su empresa no le apoyaba. Después de que le asesinaran, pusieron más medidas de seguridad, pero seguían negándose a contratar otro vigilante. A los pocos meses, la empresa anterior dejó el servicio y la nuestra lo cogió, y aunque insistió en que eran necesarios dos vigilantes en el turno de noche, el cliente siguió en sus trece.
Le pregunté sobre si fue verdad que se subió a internet el video del momento en que le asesinaron. Me lo confirmó, pero que fue borrado a los pocos días. Él lo llegó a ver antes de que lo eliminaran. Se trataba de un video grabado con el móvil directamente de la grabación del monitor. En dicho video, que duraba aproximadamente dos minutos, podía verse cómo un hombre disparaba a Javier por la espalda a quemarropa. Arrojado en el suelo, aún vivo ya que el disparo había sido por la zona del estómago, le quitaron el móvil para que no pudiera llamar a nadie. En el resto del video se podía ver a Javier postrado en el suelo, agonizando y llorando. En el último segundo de la grabación se observaba cómo miraba a la cámara.
Por cómo me lo contaba, parece que aquel video le impactó bastante, y no me extrañaba. Siguió contándome que unos meses después los vigilantes ya no querían trabajar en el turno de noche porque decían que ocurrían cosas muy extrañas. Al cambiar de empresa, y como pasaba lo mismo con los vigilantes que asignaban en aquel turno, prefirieron contratar vigilantes de fuera que no conocieran toda aquella historia para que no se sugestionaran, pero igualmente no duraban mucho en el turno de noche. Le pregunté si realmente creía en aquello, y me dijo que prefería no comprobarlo. Es más, a él casi le obligaron, pero insistió que no quería trabajar en dicho turno.
Una llamada de teléfono nos interrumpió. Era un trabajador que me comunicaba que había una pelea en su restaurante. Tuve que dejar la interesante conversación para otra ocasión ya que mi compañero ya había terminado sujornada.
Mientras subía hacia el restaurante donde estaba teniendo lugar la pelea, no dejaba de pensar en todo lo que me había contado mi compañero. Yo nunca había creído en fantasmas, pero tenía claro que lo que me había ocurrido era muy extraño. Por si acaso, lo mejor era renunciar a aquel turno cuanto antes. Mientras, debía dar las rondas justas y permanecer la mayoría del turno en el cuarto de seguridad.
Cuando ya habían cerrado el cine y los restaurantes, y ya no quedaba nadie en el centro comercial, me apresuré a cerrar los accesos que quedaban aún abiertos para volver alcuarto de seguridad. Era consciente que, al menos, debía realizar alguna ronda ya que con las cámaras era insuficiente la vigilancia de aquel gran centro comercial, pero después de lo que me había contado mi compañero y lo que me había pasado las noches anteriores, no me atrevía a realizar ninguna ronda más.
En aquel cuarto me sentía algo más seguro, pero igual de inquieto. Visualizaba los monitores con temor de ver algo que me aterrorizara. Las primeras horas no vi nada raro, pero en la última hora, la imagen de una de las cámaras comenzó a fallar inexplicablemente. Comencé a temblar sin poder remediarlo. Intente calmarme y pensar que podría tratarse de un fallo de la cámara, pero no dejaba de pensar en la historia que me había contado mi compañero. Por suerte, al minuto volvió a estabilizarse la imagen, y mis temblores cesaron. No podía seguir trabajando de aquella manera, con aquella tensión. Debía hablar con mi inspector e inventarme una excusa para que me cambiara de servicio cuanto antes o, en el peor de los casos, largarme y perder el trabajo, cosa que prefería evitar como fuera.
Terminé el turno siendo relevado por el jefe de equipo. Me preguntó qué tal me iban las noches. No tenía mucha confianza con él para contarle lo que me había ocurrido en aquel maldito turno. Preferí contestarle que me iban muy bien y marcharme a mi casa cuanto antes.
Cuando llegué a casa me fui a dormir directamente, pero me costaba coger el sueño pensando en todo lo que me estaba sucediendo. A mediodía me despertó una terrible pesadilla. No podía ni dormir en condiciones. Sin pensarlo dos veces, cogí el móvil y llamé a mi inspector.
Le pregunté qué cuándo podría cambiarme de servicio, y le conté la excusa que estaba teniendo problemas con el coche ya que era viejo y que podría dejarme tirado con tantos kilómetros que recorría todos los días, y que por eso necesitaba un puesto en la ciudad. Me comentó que, seguramente, en pocos días, iban a coger un nuevo servicio, un conocido hipermercado de mi ciudad que la empresa que lo estaba llevando lo iba a perder. Me dijo que no me preocupara, que cuando se lo confirmaran iban a contar conmigo para aquel servicio. Sé que quería que me quedara en aquel turno, pero supongo que ya se imaginaría que lo del coche fue una excusa para no decirle la verdad. Yo ya lo tenía decidido. No podía seguir trabajando con aquella tensión. Si no me cambiaban de servicio en unos días, a mi pesar, dejaría la empresa.
Aquella noche llegué muy justo por el intenso tráfico. Mi compañero se fue nada más llegar yo. No dio tiempo para seguir hablando sobre el supuesto fantasma del turno de noche.
Al ser sábado, cerré más tarde los accesos ya que el cine y los restaurantes cerraban más tarde. Hice lo mismo que la noche anterior: cerrar apresuradamente y quedarme en nuestro cuarto sin realizar ninguna ronda.
No me encontraba nada tranquilo en aquel turno, encerrado en aquel pequeño cuarto de seguridad. Los minutos se me hacían eternos. Miraba los monitores de vez en cuando con cierto temor. No sabía cuánto tiempo iba a aguantar de aquella manera. Era una tensión constante. Pensaba que quizá estaba demasiado sugestionado por aquella historia del fantasma del centro comercial. Que quizá todo lo que estaba ocurriendo tendría alguna lógica y mi mente me estaba jugando malas pasadas. Aun así, aquella tensión no se iba. Por suerte, cuando finalizó el turno, no ocurrió nada extraño, pero pensar que tenía que volver la siguiente noche me estremecía.
A la noche siguiente, cuando inicié mi turno, no coincidí con el compañero que me contó toda la historia de Javier. Tenía unos días libres. El que estaba no me caía del todo bien. Era algo borde y prepotente. Me dio las novedades del turno y se largó.
Realicé la misma rutina que todas las anteriores noches: cerrar los accesos lo más rápido posible y permanecer en el cuarto de seguridad sin realizar ninguna ronda. Seguía con una tensión constante, pero algo más tranquilo al pensar que en pocos días terminaría con aquel desafortunado turno.
Aquella noche se me hizo muy pesada, sobre todo por el sueño que arrastraba. Eran las 4:30h, y me estaba quedando dormido. Y en unos de esos momentos en que me encontraba entre la vigilia y el sueño, un inesperado ruido me sobresaltó, haciendo desaparecer todo el sueño que tenía, como si me hubieran tirado un gran cubo de agua encima. Aquel ruido pertenecía a unos de los walkies que, sin darme cuenta, me había dejado encendido. Se escuchaban leves interferencias. Me quedé inmóvil mirando aquel walkie que se encontraba cargándose en una mesa a varios metros de mi posición. Me volvieron los temblores, y el corazón comenzó a dispararse a un ritmo inusual. Me levanté apresuradamente para apagarlo antes de que pudiera escuchar algo que realmente me aterrorizara.
Ya no podía más. Necesitaba un cigarro, pero me tenían prohibido fumar en el cuarto. Salí a la puerta, con la linterna en una mano y el cigarro y mechero en otra. Puse una silla en la puerta para que permaneciera abierta. Me costó encenderme el cigarro por mis temblores. Mientras me lo fumaba, no paraba de alumbrar con la linterna la zona del parking donde me encontraba. De pronto, escuché un alejado ruido. Sin terminarme de fumar el cigarro, me metí velozmente al cuarto. Estaba atemorizado. Si no me calmaba un poco me iba a dar un infarto. Aquel último ruido que escuché en el parking ya lo había escuchado antes. Eran las cañerías que solían hacer un fuerte ruido, y lo del walkie tampoco debía haberme asustado tanto. En varias ocasiones ya había escuchado interferencias de otros servicios cercanos que utilizaban la misma frecuencia, pero en el estado en que me encontraba, cualquier inesperado ruido en el silencio me aterraba. Comencé a tener un malestar en el estómago por el par de sobresaltos que me había llevado. Estaba deseando que terminara el turno para regresar a mi casa.
Mi compañero, el jefe de equipo, llegó veinte minutos antes. Me preguntó si me encontraba bien, que me veía con mala cara. No era de extrañar. Le dije que me encontraba mal, que no había dormido bien y que me dolía un poco el estómago. Me dijo que me fuera ya y que descansara. Salí del centro comercial con la idea de no volver a la noche siguiente.
Estuve todo el día angustiado. No sabía si seguir en aquel turno o llamar a mi inspector y decirle que ya no lo iba a realizar más. Antes de decidirme, mi inspector me llamó para darme una grata sorpresa. Me comentó que ya habían cogido el nuevo servicio y que me empezaría en unos días. Aquella gran noticia me tranquilizó. Creo que mi jefe de equipo le contó cómo me encontró y que suponían que ya me había enterado de todo.
Solamente me quedaba aquella noche, y tres noches más después de mis dos días libres. No sabía si podría aguantar tantos días, pero podría intentarlo. Debía mentalizarme que los fantasmas no existían, y dejarme de tonterías.
Aquella noche, después de hacer lo de todas las noches, me quedé dormido en el cuarto de seguridad por el gran sueño que tenía acumulado. Me desperté media hora antes de que llegara mi compañero, el jefe de equipo. Me dijo que ya se había enterado de que terminaba en unos días, que le daba pena que me fuera porque había sido un buen trabajador. Me daba igual lo que me dijera, yo estaba deseando no volver nunca más a aquel centro comercial.
Mis días libres pasaron muy rápido, demasiado. Aunque me quedaban tres noches para terminar aquel servicio, sentía cierto escalofrío al pensar en volver a aquel turno de noche.
Aquella noche, por suerte, no ocurrió nada extraño, pero la siguiente noche lo cambiaría todo.
Me encontraba en el cuarto de seguridad. Acababa de terminar de cerrar todos los accesos. Me quedé observando uno de los monitores que daba a un acceso del segundo piso. La puerta del acceso se encontraba abierta. Hubiera jurado que la había cerrado, pero ya no estaba seguro. Con las prisas quizá me la había saltado. No podía dejarlo así, tenía que salir a cerrarla.
Salí del cuarto de seguridad y me dirigí al ascensor. Lo cogí y subí al segundo piso. Cuando se abrieron las puertas, algo muy extraño ocurrió. De repente se encendió el botón del piso del parking. Me acojoné y me apresuré a salir del ascensor, pero algo me lo impidió. Frente mía había algo que me bloqueaba el paso. No sabría cómo explicarlo. Una fuerza, un ente invisible, algo inexplicable. Las puertas se cerraron y el ascensor bajó al parking. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.
Estaba aterrado y temblando sin parar. Volví a sentir aquella presencia que había sentido en las anteriores ocasiones. Estaba seguro que me encontraba encerrado en el ascensor con el fantasma de Javier. Me quedé inmóvil esperando a que el ascensor llegará al parking y salir de allí. Mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho. Nunca se me hizo tan larga la bajada al parking. Cuando llegué, antes de que se abrieran las puertas totalmente, salí corriendo sin mirar atrás hacia el cuarto de seguridad. Ya lo tenía decidido. No me quedaba en aquel maldito centro comercial ni un segundo más.
Fui derecho a coger mi mochila para largarme de allí, aún con el corazón acelerado, pero antes de salir del cuarto me saltó una alarma de detección de movimiento en uno de los monitores que daban al segundo piso. Me sobresalté por aquello. Comencé a sentir un gran malestar en el estómago. Me detuve un momento para visualizar el monitor y me asusté por lo que vi. Había tres personas, encapuchadas y armadas, dirigiéndose a la joyería de aquel piso. Aquello era lo que me faltaba, pero no podía irme sin hacer nada al respecto. Inmediatamente, cogí mi móvil y llamé a la policía. Preferí quedarme dentro del cuarto. No era muy seguro salir fuera. Mientras tanto, llamé a mi inspector para contarle lo que estaba sucediendo.
La policía llegó en unos minutos, justo cuando los tres encapuchados intentaban escapar en un coche con dos personas dentro que llegó para recogerlos. Fue entonces cuando se inició un intenso tiroteo. A los pocos segundos llegaron más coches de policías. Mientras, yo presenciaba todo lo que estaba sucediendo tras las cámaras.
Finalmente, los delincuentes se rindieron. El tiroteo terminó con dos de ellos muertos y un policía herido. Los otros tres fueron arrestados.
Cuando todo terminó, salí de aquel cuarto para dirigirme hacia el exterior donde se encontraba la policía. Estaban comprobando como la puerta que pensaba que me había dejado abierta había sido forzada. Llegó mi inspector y nos dirigimos al cuarto de seguridad para que la policía se llevara unas copias de las grabaciones como prueba.
La policía nos comentó que las personas que habían arrestado pertenecían a una banda muy peligrosa que habían robado en numerosos centros comerciales y polígonos industriales, y que, seguramente, se trataba de la misma banda que asesinaron al vigilante de aquel mismo centro comercial.
Más tarde llegó el dueño del centro comercial y el de la joyería. Fue una noche muy ajetreada. Cuando todo se calmó, y se fueron todos a casa, ya me quedaba una hora para terminar el turno. En aquella hora estuve pensando en todo lo que había sucedido. Pensé que si hubiera salido del ascensor en el segundo piso me hubiera encontrado con ellos, y siendo tan peligrosos como nos aseguró la policía, podía haber corrido la misma suerte que Javier. Entonces fue cuando lo entendí todo. Fue él, Javier, el que evito que saliera del ascensor. Fue él quien me salvo de una muerte segura.
Llegó mi compañero. No sabía nada de lo que había ocurrido. Se lo conté y flipó. Me dijo que tuve muchísima suerte. Irónicamente, le dije que tenía un ángel de la guardia. Sonrió sin sospechar el significado de mi respuesta.
A la tarde, mi inspector me llamó para decirme que debía quedarme unos días más en el centro comercial, que se iba a retrasar la adjudicación del nuevo servicio. Yo le dije que no se preocupara, que de momento prefería quedarme en aquel turno. Se sorprendió por mi respuesta y me preguntó a qué se debía aquel cambio de opinión. Le di una excusa. Le respondí que era porque ya había reparado el coche y que me sentía cómodo en aquel turno. No iba a contarle la verdadera razón por la que me quedaba.
Y hasta el día que permanecí en aquel servicio, nunca más tuve miedo al comenzar mi turno de noche, todo lo contrario, me sentía más seguro. No había nada más seguro que realizar las rondas en compañía, como siempre propuso Javier.
- Rondas en compañía - 26/03/2014
Muchas gracias por contarnos con tan buen pulso este suceso benidormense