M.G.
- publicado el 07/03/2014
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El coleccionista de la muerte
Estimado objetivo, adorado sacrificio:
Me da cierto pudor admitir que me he prendado. Prendado de sus andares vacilantes, de sus ojos desorbitados por el pánico. Adorable. Cuando nos cruzamos por primera vez me sentí cohibido. ¡Qué cadencia de movimientos! Como los de una cometa impulsada por el viento. Por eso, me fijé en usted.
La belleza es un presente de la vida a la muerte. Es más satisfactorio para ella cobrar hermosas presas que el rancho típico de cada día. Recibe sus bonitos regalos, ilusionada, tanto como un niño el día de su cumpleaños. Se preguntará cuál es mi papel en todo esto. No podría ser más simple: soy el coleccionista. Recolecto bellas piezas y se las regalo a mi amada. Es lo que mueve mi vida. La sangre para mí es agua, de vital importancia. El miedo de los “regalos” es mi adicción.
Para su información, no he perdido la cordura. Soy perfectamente consciente de lo que hago. ¿Si me arrepiento? Lo hago.
Lamento profundamente no haber descubierto antes esta pasión. Una pena.
Sinceramente suyo,
Korekuta.
P.D: Le suplico que no grite demasiado. Sufro de dolores de oído.
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