NO EXISTE EL HOMBRE DEL SACO
- publicado el 21/03/2018
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La Lectora (Introducción)
~INTRODUCCIÓN
Edimburgo, 21 de febrero de 1879.
Aquella tarde de invierno era muy lluviosa. Podía sentir como mis huesos se helaban lentamente. Mi manos moradas de frío se aferraban a la estufa con desesperación mientras volvía a echar de nuevo un tronco para avivar el fuego. Creía que no era tan estúpida como para alquilar un apartamento sin chimenea en Edimburgo en pleno invierno; pero nuevamente mi mente me traicionó y por sesenta y cinco libras pasaba más frío que estando en la calle. Tomando un libro de mi maleta me disponía a leer plácidamente “Mary: A Fiction” lo encontré francamente aburrido a las pocas horas. De repente una pequeña aunque escurridiza rata salió corriendo por delante de mí, tomé el susodicho libro y corrí tras ella para atizarla un buen golpe por el susto que me causó. Llegando hasta un agujero, esta se metió dentro y comenzó a subir hasta el techo donde el ruido cesó. Algo había arriba de aquel apartamento, y yo no me iba a quedar tranquila sin averiguarlo. Abrí la pequeña trampilla y todo estaba oscuro. Cogí la escalera montable del fondo de la habitación y la coloqué asegurándola de que no me caía; encendí una vela y la tomé en mi mano. Subí con cuidado hacia aquel desván o habitación superior. La rata había desaparecido, pero unas rendijas de luz se colaban por lo que parecía ser una ventana, me acerqué a ella, y tirando con mucha fuerza subí la persiana y dejé que la luz entrase. Asombrada pude observar que en aquel desván había dos estanterías completamente vacías, una silla y un bulto tapado por una tela blanca. Me acerqué curiosa a lo que tapaba el objeto y sin miramiento lo destapé. Era un pequeño baúl marrón y dorado que no parecía muy antiguo. Intenté abrirlo pero tenía una de las bisagras estaban oxidadas. Tomé una pequeña barra de hierro que había en la estantería y con todas mis fuerzas propiné un fuerte golpe al baúl que resonó en toda la sala pero consiguió romper la bisagra y pude abrir con cuidado el baúl. Allí había una pequeña paleta con pinturas secas, un precioso jarrón blanco y con flores azules, y… dentro de la caja había seis libros con cubiertas de colores llamativos. Tomé estos y la vela y bajé con cuidado la escalera sentándome en la cama para inspeccionarlos a fondo después de dejarlo todo como estaba cuando llegué.
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