Menudo Cabreo Llevo
- publicado el 07/02/2014
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La locura
Despertó de repente, empapado en sudor. La lengua era una amalgama de carne y saliva pegada a su paladar. El sueño, o más bien la pesadilla, le había servido para esclarecer sus pensamientos y confirmar lo que sus voces interiores le venían gritando desde hace varios días. Sus padres no eran sus padres. Su vida había sido una gran mentira. ¿Quiénes eran aquellas personas que convivían con él?. ¿Quien era él?.
Su mundo se tambaleaba bajo sus pies y no estaba dispuesto a permitirlo. Se levantó de la cama y se dirigió hacia el armario donde guardaba su escopeta de caza. Iba a terminar con todo aquello en aquel mismo instante. Abrió la puerta del ropero y cogió el arma. Acarició el cañón y sintió el frío del metal sobre su piel. Alargó la mano y cogió cuatro cartuchos, introdujo dos en el bolsillo de su pantalón y los otros dos, los depositó cuidadosamente, casi con ternura, en el arma. Quedó cargada y preparada para lo que se avecinaba.
Bajó la escaleras con apremio y en el salón se encontraba su padre. Veía la televisión tranquilo, ajeno a la locura de su hijo. Él lo llamó con una voz potente desde detrás del sofá, su padre giró la cabeza e incrédulo no podía creer lo que veía. No pudo frenar el placer que sentía al ver aquel rostro de pavor frente a sus ojos. Apoyó la culata de la escopeta sobre su hombro derecho, apuntó guiñando el ojo del mismo lado y apretó el gatillo.
El cuerpo de su padre cayó rápidamente sesgado de vida, él se acercó y le puso el cañón en la cara, volvió a apretar el gatillo. Mientras la cabeza de su progenitor saltaba en múltiples pedazos y manchaba su propio rostro de sangre, dibujó una amplía sonrisa en su cara.
Se sentó en el sillón y recargó nuevamente el arma. Allí, sentado, tranquilo, con los ojos desorbitados, el rostro salpicado de sangre y adornado con una gran sonrisa, esperó a que su madre llegara.
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