«Escondite.»

Ahí estás. Por fin has salido de tu escondite.

Te miro durante un segundo, y después cierro los ojos, pues tu piel me deslumbra. Sin embargo, te siento cerca. Siento tus dedos cálidos acariciar mi cara, mi cuello y mi pelo como el más experto de los amantes, y no puedo evitar que el vello se me erice ante tan dulce contacto.

Bajo tu mirada, todo es más hermoso, más brillante, está más vivo… Incluso yo me siento así, y se me escapa alguna que otra lágrima de felicidad, testigo delator de tu encanto. Y es que tengo que sonreír cuando estoy ante ti, me siento querida de alguna forma al recibir tus besos, protegida de todo aquello que, oculto en las sombras, espera para hacerme daño.

Nunca nadie me ha tocado como tú.

Ahí estás, querido Sol. Gracias por salir de tu escondite.

Sarah Havok
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