"Los valientes también tienen miedo, pero no dejan que éste les domine."
- publicado el 20/04/2014
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Arlequín.
No todo en la vida debe ser tan malo, a veces está salpicada de sorpresas, de situaciones que alimentan al alma (en caso de que el alma exista). Me llamo Reymond Salas, soy abogado de profesión, tengo dos hijas pequeñas, mi esposa me abandonó y ahora viven con ella, creo que fue a causa de la casa. ¿Porque la casa? bueno, no es como cualquier domicilio que se les venga a la mente, esta tiene vida.
Sofía y yo nos casamos en el verano de 1998, fue precedido por un noviazgo de seis años, la conocí en el campus universitario, ella estaba más interesada en la criminología, y yo solo quería ser abogado especializado en materia fiscal; ahí es que está el dinero, solo se requiere mucha paciencia y buenos contactos, bueno creo que me desvíe un poco del tema, les decía que desde que la vi supe (en primera instancia) que la llevaría a mi cama, lo demás no se prevé, y fue así que una relación que empezó de la nada, de una fantasía sexual, terminó en matrimonio.
Vivíamos en un departamento pequeño cerca del campus en donde nos conocimos, después nos mudamos calles más abajo a un lugar amplio y barato, fue una ganga, un golpe de suerte, ¿ven? se los dije, no todo en la vida debe ser tan malo.
Fue después de vivir juntos y descubrir que nuestra relación podría sobrevivir bajo el mismo techo; decidimos casarnos, fue una boda sencilla, con la familia de ambos y los amigos más cercanos, esa noche terminé un poco tomado, creo que fueron los nervios, ¿lo pueden creer? aún después de vivir con esa persona especial por tanto tiempo, me seguía poniendo nervioso.
Al año de casados, Sofía dio muestras de síntomas de embarazo, noticia que nos ilusionó demasiado, y que se corroboró con exámenes clínicos que mostraban un resultado positivo en la gestación de un bebé en su vientre, vista esta confirmación fuimos con el médico para seguir el proceso del embarazo y cuidar todos los aspectos para la salud tanto de mi mujer como la del bebé en formación.
Todo marchaba perfecto, con la noticia del embarazo, sucesos afortunados sucedían uno tras otro, la familia de ella y mía se mostraban eufóricos, nuestros amigos se congratulaban con la buena nueva, conseguí un trabajo con salario fijo y altamente remunerado en una firma importante de abogados, lo que me dio holgura económica para conseguir un lugar más amplio para Sofía y el bebé, nuestra propia casa, con un patio enorme. La vida está salpicada de buenas sorpresas (¿No se los dije?).
Nuestro bebé fue tomando forma, seguíamos visitando al médico para cuidar todos los detalles de su sana evolución, Sofía ya cumplía cinco meses de embarazo, el bebé no se dejaba ver del todo, desconocíamos su género, a veces creíamos que era niña, pero las imágenes emitidas por las sonografías no eran muy claras; con preocupación el doctor nos comentaba que el bebé perdía peso, el riesgo era alto, no solo de perder al bebé, sino de que mi mujer muriese a causa de las complicaciones del parto.
Mi esposa ingresó de urgencias al hospital una noche en que el cielo se caía a pedazos, llovía torrencialmente, ella describió en nuestro hogar un fuerte dolor en su estómago, pensó que el bebé le rompía los órganos, sufrió una ruptura prematura de membranas derramándose el líquido amniótico que rodea a la criatura. Algunos estudios de ultrasonido se le realizaron en los siguientes días en que ella estuvo internada, esto ante la sospecha de una anomalía en el producto, no fue sino hasta el quinto día, que en el estudio ecográfico se pudo observar una malformación facial al nivel de sus órbitas oculares, en la región de su nariz, así como en manos y pies.
Mi mujer se salvó, el bebé también, pero no del todo, había nacido prematuramente y con una complicación, una mutación genética derivada de la herencia de dos genes defectuosos, lo que en términos médicos llaman «recesivos autosómicos» Sofía y yo portamos ambos genes… que fortuna. Esto genera en el producto problemas cutáneos, hace lucir a su piel con grandes escamas, como si estuviera cuarteada, con un rojo prominente entre las grietas de su piel, los parpados salen volteados y carnosos, sus labios son excesivamente hinchados, lo que le da una apariencia de sonrisa burlona, la de un arlequín, el síndrome se llama Arlequín Ictiosis.
El bebé aun luchaba por vivir, verlo fue el derrumbe de mis sueños ante el ideal del hijo que todos esperan, mi mujer estaba en un estado pasmado, no tenía reacción alguna, los médicos le explicaban acerca de esta malformación, cosa que no pudo asimilar, después de todo, el bebé si terminó matando una parte de ella.
El recién nacido feneció a las dos semanas por complicaciones respiratorias, regresamos a casa cuando dieron de alta a Sofía, que fue casi el mismo tiempo de vida del niño, había sido niño, nunca nos preocupamos por pensar en un nombre.
Todas las noches mi esposa despertaba llorando a causa del trauma de este parto fallido, pesadillas inundaban su mente por las noches, la imagen del malformado bebé la atormentaba, la llenaban de horror; en las muchas visitas al terapeuta para solucionar este problema, le comentaba a este que soñaba con un arlequín adulto que salía de entre sus piernas, que la observaba con una mirada acuosa, y con una sonrisa que mostraba afilados dientes babeantes.
Pasaron más de diez años del suceso del bebé arlequín, nuestro matrimonio se deterioró, ella me abandonó un par de veces, abusó de los fármacos recetados en su tratamiento, pero mi amor por ella fue muy grande, y no pensé en verme derrotado por ninguna vicisitud, me casé con ella para toda la vida, y con muchas más penas que alegrías, la lograba retener, era su doctor improvisado y esposo, su psiquiatra y compañero marital, y dentro de esas pocas alegrías, de esos momentos buenos entre nosotros, Sofía volvió a quedar embarazada, no fue alegría lo que nos embargó, fue horror ante este nuevo frente, con un antecedente como el que vivimos, sabíamos que éramos portadores de genes fallidos, ¿qué hacer? ¿Qué harías tú?
La primera noche que supe la noticia, tenía la prueba de embarazo en la mano, la contemplaba, la odiaba, pensé en el aborto como primera opción, no sé si en las condiciones en que Sofía se encontraba y ya en edad avanzada sería peligroso para su vida; mientras más me sumergía en ese pensamiento, volvía a mí el recuerdo del primer bebé, con esa imagen de su piel que asemejaba grietas de tierra seca, los sonidos ahogados de su llanto que emanaban de unos labios hinchados que pareciesen explotar en una erupción de masa viscosa, pero sobre todo, sus ojos, ocultos entre la carne de sus parpados desnudos, no podríamos soportar otra experiencia como esa, es entonces cuando el crujir de las paredes de la casa me regresa de las profundidad de mis pensamientos, un ambiente pesado y fúnebre se siente en la sala de estar en que me ubiqué por la pérdida de sueño, y ahí lo escucho, es un llanto ahogado de bebé, un chillido que me hiela la piel, el ruido proviene del cuarto matrimonial, me pregunto si también lo escuchó Sofía.
Me dirijo con pasos torpes y prontos al cuarto, al abrir la puerta violentamente, puedo ver a mi esposa recostada en la cama y pariendo a un ser, con las mismas características del primero, ella luce como sustraída de cualquier sentimiento o pensamiento, de la misma realidad, su camisón blanco está teñido de rojo, puja para sacar a la criatura que llora con sonidos horripilantes, estoy en shock, quiero gritar y solo puedo abrir la boca sin pronunciar vocal que imite un alarido, el bebé advierte mi presencia, voltea a verme con sus ojos envueltos en la carne de sus parpados, mueve su boca hinchada, pero no escucho lo que dice, aunque en sus labios sé que repite esa palabra una y otra vez, sé que dice: «volví».
Alucinaciones, eso es lo que viví en todo el proceso de embarazo de Sofía, que recobró la vida y el entusiasmo con esta nueva gestación, esperamos a unas mellizas sanas, sin riesgo de salud de ningún tipo, aquí el único enfermo ahora soy yo, aun mi mente me juega trampas, aun siento que la casa tiene vida propia, siento que la casa es un gran arlequín, veo en las paredes grietas que respiran, sangran cuando las miro a la distancia, sus ventanas son esos ojos del bebé fallecido hace años, vivo en mi propia pesadilla, vivo dentro del arlequín.
Las niñas nacieron hermosas, todo lo contrario a mis temores, no tienen complicación de ningún tipo, su piel es hermosa, llenaba mis ojos de esa piel lechosa y suave, esa superficie blanda y tersa que curaba mi mente enferma.
Día a día esta familia fallida a finales de los noventa, pareciera recuperaba esa unión y fuerza para establecerse como una verdadera sociedad, mis alucinaciones iban disminuyendo, pero, no del todo, aun siento que la casa es un gran arlequín, aun respiro esa piel con olor a sangre. Las niñas lloraban mucho en la noche, a veces sentía que habían visto algo; aguarden, creo aun no les he dicho el nombre de ellas, se llaman Martha y Maribel, son la viva imagen de mi madre.
Hace dos semanas en la noche tuve que ir a ver a las niñas a su cuarto, Sofía estaba muy cansada y no se había despertado ante el ruido notorio de sus crías pidiendo alimento, han llorado mucho, me ponen impaciente, algo no estaba bien, lo podía sentir, el sonido de mis pasos hacia su habitación era un chirriar escandaloso sobre la madera del piso, ya en la puerta de la habitación de las niñas dudaba en entrar, tenía un miedo incomprensible, es como si al abrir la puerta algo espantoso fuera a saltar sobre mi humanidad, tomé el pomo de la puerta y la hice girar con lentitud, abrí la entrada con temor, ocultándome detrás de ella, es curioso, pero en el momento justo en que se empezó a abrir la puerta las mellizas callaron. El silencio se apoderó de la atmósfera, el cuarto estaba obscuro, solo la luz de la farola que alumbra la calle se colaba por la ventana. Busqué el apagador a tientas para encender la luz, mis dedos temblaban tanto que no podía realizar tan sencilla tarea, y antes de que pudiera prender la bombilla, una voz seca e infantil rompía el silencio: –«volví».
Como sabrán, las niñas ya no viven conmigo, mi esposa me abandonó (de nuevo), dice que mi padecimiento mental es muy grave, pues mis alucinaciones no cesan, teme que les pueda hacer daño, miren como me paga ella, yo que la cuidé, atendí y esperé durante todos estos años, es un poco ingrata. Ahora vivo solo, sigo en esta casa que compré hace tanto tiempo y… un momento déjenme corregir, no estoy tan solo, vivo con mi hijo, sí, aquel primer hijo que tuve, él vive en esta casa, en las entrañas de la misma, respira, se manifiesta, me habla, después de todo él no se fue, «volvió» y tiene nombre, se llama como yo, y ¿saben? Él es toda, en verdad es toda la maldita familia que necesito.
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