LA CARACOLA…

Y… ella, envuelta en un mar de lágrimas quiso hacer oírse y entre sollozos la voz no le salía. Quería gritar y gritar, subir su tono de voz para implorar el perdón del que la tiene perdidamente enamorada y, ni ella misma se oía.  Su voz se hacía muda. En la garganta quedaba a medio salir sin sonido alguno entrecortadas las palabras le quedaban como anudadas dentro de ella.

Apenas podía divisar el horizonte, no sabía bien por dónde íba, sus ojos empapados no le dejaban ver más allá de sus pasos, con los puños de su ropa fué poco a poco secandolos y, fué entonces cuando revolcándose entre las olas descubrió una caracola entre colores ocres y rosados, daba vueltas como una peonza alejándose de la orilla arrastrada por la resaca provocada por la fuerza que traían. Fué enctonces cuando echó a correr tras ella, antes que desapareciara de la vista de sus ojos cansados y nublados. Ganó la batalla a la primera y sonriendo la cogió como a hurtadillas, como quien pelea con el adversario para obtener el trofeo. Ya en la orilla la enjuagó para dejarla sin un granito de arena, una vez vaciada del todo la aclaró y la llevó a su pecho secándola con la ropa que lo cubría.

Fué entonces cuando la llevó a su oído y escuchó su voz, aquella que siempre idolatró y de la que jamás pudo olvidar  su tono. Le contó sus penas y tristezas, de los días en que la echó de menos cuando más la necesitaba, del abandono sentido cuando pedía socorro y no le escuchaba y la necesidad y esperanza de recibir sus mimos y sus caricias, las palabras de consuelo y ánimo que le harían esbozar una sonrisa apenas, como ya le había ocurrido en otras ocasiones, cuando » a mano» ahí encontraba para socorrerle…

La llevó a sus labios y comenzó a decirle lo mucho que lo quería que, en contra de sus sentimientos, había estado perdida sin encontrar camino alguno que la llevase de vuelta y… sin tampoco interés para encontrarlo,  temiéndo hacerle más daño, solamente caminando para no quedarse quieta y porque en el fondo buscaba una salida que le llevara a su encuentro como engañándose a sí misma, por la necesidad incontrolable de estar a su lado.

Ella escapa de la realidad que siempre había soñado, escapa del miedo a lo desconocido, a lo nunca vivido… a lo que como un sueño pueda desaparecer en cualquier momento, pero también con la certeza de que si lo deja escapar nunca volverá a tenerlo, además el tiempo corre en su contra y allá en cualquier otra playa que exista pueda o no encontrarlo y entonces perderlo para siempre.

El, tampoco podía imaginar que ella estaba sufriendo, que había estado pasando por momentos tan difíciles que la confundían y poco a poco se íba construyendo ante ella un muro cada vez más alto para no dejarla pasar al otro lado, cada véz más grueso para derribarlo y cada vez más y más duro… como la roca de mármol. No podía imaginar que también un calvario le rondaba y que su débil conciencia se dejaba abatir, como casi siempre, ganándole terreno sin coger la suficiente fuerza para traspasar ese y ocho más que se le pusieran enfrente.

Su amante no se dá por vencido y la busca allá por dónde ella se esconde, por los lugares más difíciles y los rincones más oscuros. Aún sin luz y sin sonido alguno siempre la encuentra, aunque ella contenga la respiración para que no la descubra… él siempre allí, en su busca sin tirar la lanza y el escudo en su lucha para encontrarla, ella también… se pone al descubierto, quiere que la encuentre, al final sabe que sin él no vive, no lo puede hacer porque le quiere y le necesita tánto o más que él siente… es ir en contra de la naturaleza, de la vida que ya… poca les queda a los dos.

Ella lo quiere más que a la suya, su vida solo la utiliza para amarle , para ofrecerle todo lo mejor que ella pueda darle, no sabía o había olvidado que el amor lo puede todo, quizá sólo lo quería de él por haber sido su amante durante toda su anterior sin él saberlo ni siquiera soñado por un momento. Ella siempre, siempre lo tuvo a su lado y su figura, sus brazos y sus ojos fueron los que a ella la abrazaban todas las noches, fué él el que la poseía en todas y cada una de ellas, el que le decía que la quería cuando se amaban,  al que ella se entregaba y apretaba atrayéndolo hacía sí y al que ella sin cesar decía y repetía que le amaba, sólo a él, sólamente al dueño que con su nombre tenía escrito en su corazón, y ante el único que desnudó su cuerpo para que sus ojos la deseasen, para que sus manos la acariciasen, y al que vendió su alma para hacer de ella lo que quisiera y antojase, recibiendo como trueque el gozo y el placer que solamente ella le hacía elevarse al cielo que siempre deseó tocar y conocer, cogiéndolo a través de las nubes que entre los dos agarraban atrayéndolas con sus brazos para tocarlo al compás de sus jadeos, con la fuerza de un amor puro, tierno y real pero a la vez brutal, desbocado…con la lujuria dibujada en los surcos de las yemas de sus dedos, marcándo sus huellas dactilares en la piel contraria pero cercana como si se tratase de un solo cuerpo fundido por el ardiente calor de la pasión de su amor.

 

 

 

 

 

 

 

 

2 Comentarios

  1. Stradivarius dice:

    Preciosa metáfora la de la caracola. Muy bueno lo tuyo Permuy, felicidades.

  2. VictoriaPermuy dice:

    Muchas gracias, a mí me encantaron los últimos que escribiste, hace tiempo no lo haces…¿por qué no nos sorprendes?, anda anímate nos gusta leerte. Quizás algo sobre la Navidad?… por ejemplo?, venga!!! haznos una redacción como en el colegio ¿vale?. Te esperamos, a ver si te ponemos un 10.
    Un saludo Victoria.

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