A mis hijos

Los ves crecer como árboles frondosos a los que has dedicado horas y horas en cuidar, regar,  enderezar.

Se hacen grandes y fuertes, pero tú sigues viéndolos como cuando nacieron, quieres seguir protegiéndoles, cuidándoles, para ti no han pasado los años, en tu subconsciente siguen siendo pequeños trozos de lo mejor de ti.

Pero un día, de sopetón, sin apenas esperarlo, ellos comienzan a caminar solos, a tomar sus propias decisiones y a enfrentarse cara a cara con la vida, su vida.

Son los hijos, eso que tanto queremos, eso por lo que siempre estuviste dispuesto a dar tu vida; ese árbol que has cuidado con mino y con celo.

Entonces, cuando se van, te sientes solo, sientes que algo de ti se va con ellos. Sabes que tu vida ya nunca volverá a ser la misma, ni la suya.

Es el momento en el que recuerdas a tus padres y sientes como ellos sintieron contigo. Es un algo intangible, una herida que ya nunca va a cicatrizar, porque las heridas del alma son las más difíciles de sanar.

Hoy yo tengo dos heridas, una era ya antigua,ésta es reciente, pero las dos sangran de igual manera, las dos duelen lo mismo.

Queridos hijos, que la vida os de toda la felicidad que yo os deseo fervientemente.

Stradivarius
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