Plan Maestro (Parte 4)
- publicado el 03/05/2009
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EXTRAÑAS SENSACIONES
Ocurre con frecuencia que, en ciertos momentos del día, sobre todo cuando, como hace habitualmente, le lee, nota una sensación de inquietud, nerviosismo, ansiedad y todo ese conjunto se transforma en esas extrañas sensaciones que nunca experimentó, es un agobio que no controla, nota como sus piernas no obtienen descanso alguno, a pesar de estar sentada, es como si a la vez de moverlas se le quedan paralizadas, quisieran salir corriendo y ya no sabe cómo o en qué postura colocarse o, si parar y hacer como acaba haciéndolo, dejarlo todo, levantarse e ir a realizar otra tarea distinta que la distraiga.
Lo pasa mal, porque esas sensaciones, como tantas otras, le eran desconocidas hasta ahora, por lo que no sabe cómo poder atacarlas, como el tomar el sosiego que en ese momento ansía y necesita, se mueve de un lado a otro inexplicablemente sin acomodar su cuerpo por no encontrar acomodo alguno en esos momentos.
Es como una sensación de intranquilidad y a la vez le produce miedo, un miedo que desconoce pero que se «sienta» a su lado, en el sofá que sigue sin ser de Ikea, par incordiarla lo más posible, es como el fantasma que persigue tu bienestar, la mosca cojonera que no te deja en paz y acaba desquiciándote cogiendo el matamoscas y persiguiéndo como si fuese una escopeta, ¡¡¡puffff! es muy incómoda una sensación como la que padece día no tras día, pero… casi.
Luego se le pasa, pero tarda, durante ese tiempo que le dura parece haberse parado el reloj y no pasan los minutos, menos mal que no llega a ser «hora», sino, acabaría agotada.
Quizá tiene una temporada extraña, de cambios, de incertidumbres, de dudas y como decía anteriormente de ese miedo que, aunque siempre lo tuvo, ahora lo mantine por más tiempo del acostumbrado, puede que, «lo extraño» sea ella y no las sensaciones o la situación que cree a esto conlleva.
Necesita, mñas que nunca, una mano calma que la apacigüe, que con gesto cariñoso le agarre entre el muslo y la rodilla y le apriete varias veces a modo de caricias, calmándola y como diciéndola: ¡venga, ya ha pasado, estoy aquí y eso es lo que importa!, siénteme que estoy contigo, a tu lado y no me gusta verte así, hablemos de nosotros, del momento que vivimos y olvidemos el pasado y hasta el futuro que nos es incierto pero esperanzador…
¡Le gustaría oir tantas cosas…!, si le dieran a escoger no sabría decir cual preferiría, bueno sí lo primero saber que la quiere, pero que al decirlo, saliera de su boca, como cuando echas el humo de un cigarro con dibujitos o letras que dijesen el grado, la cantidad, lo denso de ese amor que llega a sentir por ella… bueno si fuese con una fogata como las de los indios… ya sería de película… y como fondo el «Gran Cañón del Colorado», jajaja, por sacar hierro al asunto.
Pero esto es muy serio, porque se siente muy mal en esos momentos, la tristeza es otra de las sensaciones que le asaltan y, sin quererlo, sin poder evitarlo, le aparecen dos… cuatro lágrimas que se deslizan por sus mejillas hasta acabar en su boca, con el mismo puño las aparta, se levanta y se va a la cocina a terminar de recoger lo que allí quedó pendiente por tener el vicio de venir a leerlo, que es lo que más le gusta en este mundo. A través de sus lecturas sabe lo que piensa, lo que le preocupa, o lo que le alegra, todo le vale con tal de tener ese contacto mágico de saber letra a letra, párrafo tras párrafo, lo que él pueda sentir en el momento que lo está expresando, no sabría decir, ella tampoco el grado, la cantidad y la densidad con que admira su escritura…es otra de sus muchas cualidades, pero quizá para ella la más importante, a través de su lectura lo ha conocido, es su escritor… aunque ella no haya sido su musa, le interesan todos los temas, todo lo que deja plasmado en una página, daría lo que fuese para «fisgonear» en un contenedor la papelera allí descargada, compondría como un puzle cada pedacito de sus cuartillas cortadas con sus manos, los recompondría y enmarcaría, con su letra, con su huella… siempre ha sido, es y será su escritor «eterno» y ella… su eterna lectora. Ahora quedó calma, serena, apacigüada, sabe que las letras no mueren, eso es seguro que ella tendrá para siempre… eso y su imagen, no puede separar una de la otra, son sus dos recuerdos que han quedado grabados durante toda su vida.
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