EL DISTINTIVO…

Siempre pone un broche al final del día

y, cuando comienza la noche… ¡OTRO!

sabe cuál es la hora en que lo necesitas

el momento en el que lo echas de menos.

 

Ahí está, a tu lado para consolarte…

para hacerte reir y acariciarte…

para besar tu cuerpo y abrazarte…

para hacerte el amor en un instante.

 

Ahí en el momento justo, el oportuno

oyendo tus plegarias… aún de lejos

y sin perder apenas un momento…

presto, se «presta» a darte consuelo.

 

Sin esperarlo, como por magia aparece

en el instante indicado, por sorpresa…

parece que contesta a tus llamadas…

que en silencio reclaman su presencia.

 

Y un broche de platino y perlas de mañana

y al caer la noche… de brillantes y de oro

siempre busca una alhaja que ha de regalarte

para engalanar tu cuerpo y brillar tu alma…

 

Hace que cierres los ojos hipnotizada

por clavarte en ellos su dulce mirada

la miel de sus labios en tu boca clava

y el broche de turno, clavándote acaba.

 

Y brilla en tu pecho como un distintivo

como si al quererle… quiera agradecerlo

cuando él ya es la joya que yo no merezco

pues a mí muy fácil se me hace el quererlo.

 

Esos broches luzco de día y de noche…

y presumo de ellos como un estandarte

aunque en otros ojos nadie los mirase

os juro los llevo…los dos son brillantes.

 

Invisibles joyas… pero son ¡¡¡REALES!!!

me siento una reina, «REINA DE LOS MARES»

«PRINCESA» de cuento, de aquellos de hadas…

así yo me siento, ¡¡¡CUANDO TÚ ME AMAS!!!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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