Crisálida de Ceniza (2)
- publicado el 01/03/2011
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KOKOLI Y KOKOLA
Kokolí y Kokolá eran dos pajarillos adultos que se había conocido al poco tiempo de salir del cascarón.
Revolotearon un tiempo juntos saltando de rama en rama, de banco en banco, dándose pruebas de un amor tierno y puro.
Un fuerte vendaval les separó. Kokolá se quedó revoloteando en el parque de siempre donde hizo su nido.
Kokolí fue llevado muy lejos por el viento, conoció a otras pajaritas y se volvió, durante algunos años, un zascandil.
Otro vendaval le llevó de nuevo al lugar de sus orígenes; en su cola empezaban a aparecer plumitas blancas, él que siempre las había tenido negras y brillantes.
La casualidad hizo que se encontrasen de nuevo Kokolí y Kokolá.
Lo que en su día había sido un amor tierno y puro, se convirtió en un amor profundo y pasional.
Kokolí venía todos los días a llamar con su ala en la ventana del nido de Kokolá, ésta le abría y se iban a revolotear por ahí, o se sentaban en el alfeizar de la ventana a contarse historias.
Kokolí le contó cientos de aventuras, conquistas y francachelas vividas años atrás. Kokolá le contó que no había sido feliz, que nunca le había olvidado.
Para compensar el tiempo pasado, ambos salían a recorrer la ciudad volando sobre tejados y árboles, riendo y posándose de vez en cuando para besarse.
Pero toda felicidad tiene su lado menos amable.
Muchas veces Kokolí llamaba con su ala en la ventana de su amada, pero esta no la abría.
Kokolí insistía un día, otro día, hasta que por fin Kokolá abría la ventana.
Kokolí la recibía con alegres trinos y le rogaba que nunca más volviese a ignorarle, Kokolá le prometía que lo haría, pero le recordaba las andanzas que él había tenido y le confesaba sus miedos con respecto a su futuro juntos.
Por más que Kokolí le dijese que era otro pájaro distinto, que los años le habían serenado y enseñado que cosas eran las importantes, Kokolá, al cabo de unos días volvía a cerrar su ventana y a no querer abrir.
Kokolí nunca perdía la esperanza y seguía, día tras día, llamando con su ala, en la ventana de Kokolá. Luego, dolorido y cabizbajo volaba sin rumbo fijo, cuando se posaba, daba patadas con sus pequeños pies a las chinitas que se encontraba en su camino.
Kokolí y Kokolá se quieren mucho, pero de los dos depende que un día dejen de hablar de las cosas que les hacen daño y compartan nido.
Si veis a dos pajarillos volando muy juntos y trinando sin cesar, será que Kokolí y Kokolá se han reconciliado.
Saludadles con la mano, ellos os guiñarán un ojo.
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