Pánico escénico

-Y entonces, cuando Martina termine de decir su frase, coges la carta y la lees.

-Pero, ¿habrá de verdad una carta? ¿La podré leer?

-Hombre, lo ideal es que te lo aprendas de memoria, por eso de que los focos no te cieguen la vista y no sepas qué tienes que decir, para que tengas recursos.

En el ensayo general Daniel aún no se había aprendido ni una palabra de las que pretendían estar escritas en la carta. Aún salía con la parte del libreto y lo leía mientras sus compañeros de escena lo repetían de memoria y le increpaban que todavía se apoyase en aquel folio escrito.

El día de la obra mientras todos se preparaban buscó y se cercioró una y mil veces de que la carta de atrezzo estaba en los camerinos, de que había una copia de seguridad y que sabía dónde se encontraba. Sabía a ciencia cierta que sin aquel trozo de papel no sería capaz de interpretar la escena.

Cuando las primeras notas de música inundaron el teatro y se abrió el telón, los nervios y el ajetreo se masticaban entre bastidores. Todos estaban atentos del desarrollo de la trama -y quién no lo estaría el día del estreno…-.

Daniel interpretó su papel sin volver a acordarse de la carta hasta el momento en el que tuvo que leerla.

En la compañía se acostumbraba a gastar bromas a los nuevos integrantes; fue así cómo, en representaciones anteriores, Carmen se bebió de un trago un vaso de vodka creyendo que era agua y que Ángel se encontró con unas bragas en el lugar donde tenía que estar el pañuelo que tenía que usar para secarse la frente. Mal que bien, todos salían del paso, eran profesionales.

Lo que no esperaba Daniel era que, aquel año, sus compañeros le iban a probar. A él.

Martina dio el pie a la escena en la que Daniel tenía que leer la carta.

Daniel metió la mano en el bolsillo interior de la chaqueta en el que había guardado la carta y comprobó con gran alivio que ahí se encontraba, acariciando con sus dedos el borde del sobre en el que estaba metida.

Sacó el sobre pero al abrirlo, estaba vacío. ¡VACÍO!

Empezó a sudar, se le nubló la vista, oía a Martina repitiendo el pie de su escena… pero no había nada.

Sin dejar se prolongase mucho aquel tormento, Paula le tendió el folio escrito. Intentando tranquilizarse, Daniel miró el contenido pero, como le pasaba a su personaje, le bailaban las letras, nada tenía sentido.

Completamente derrotado y sin saber ya ni cómo improvisar, vencido por un sentimiento de traición y asombro ante lo que para otros era mofa, Daniel se retiró despacio, como si estuviera solo frente a un mundo que le juzgaba de forma cruel y mezquina. Se dio la vuelta y se metió en su camerino.

Sabía que tenía que volver a salir a escena, su personaje tenía bastante peso en la obra pero, no fue capaz.

El director fue a buscarle y le amenazó con despedirle pero ya todo daba igual.

Sabía que a partir de aquél momento tendría que buscar otro modo de ganarse la vida porque había llegado para habitar en él.

Aquella sensación de angustia y desarraigo, de descontrol y desconsuelo tan temida:

El pánico escénico.

 

 

Ladydaiquiriblues
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