Mi estimado jefe
- publicado el 01/04/2019
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ADIOS
Queridos feligreses:
El oficio de hoy será el último que realice. Con harto dolor de corazón, debo deciros que lo dejo; cuelgo la sotana.
Han sido muchos años de soportaros poniendo buena cara, de oír confesiones tan absurdas que en lugar de al perdón me llevaban a la hilaridad, una hilaridad que no notabais porque, previsor como he sido siempre, me acompañaba un pequeño alfiler que yo hundía en mi muslo para que el dolor no dejase escapar la carcajada que me producía tanta majadería.
Para mi desgracia, solamente habéis venido a mí vosotras las ancianas, mujeres cuyo mayor pecado era haberse saltado una cuenta del rosario por pereza… Todos mis años de Teología solo han servido para eso, para soportar vuestra halitosis y oír, como ya he dicho, toda una sarta de tonterías.
Mis homilías de los domingos eran como echar margaritas a los cerdos; no habéis entendido ni aprendido nada. Cuantas horas malgastadas, cuanta inteligencia desaprovechada.
No me echaréis de menos, estoy seguro de ello, porque lo que yo represento no tiene ningún significado, es pura vacuidad, eso sí, envuelto todo del manto del misticismo, de lo trascendente; si es que entendéis el significado de trascendencia.
Predicar en el desierto nunca estuvo más justificado que con vosotros, un desierto de la inteligencia y del interés por nada que no sea vuestras miserables vidas.
Os dais golpes de pecho con una mano mientras la otra la metéis en el bolsillo ajeno para robarles, o dais abrazos que son puñaladas a vuestro semejante, veis a la pobre gente rebuscar en la basura pero sois incapaces de ofrecerles un bocadillo; tampoco corre mejor suerte el sediento, el desnudo o el peregrino.
¡Y vosotros os llamáis católicos, seguidores de las enseñanzas de Jesús! ¡¡Fariseos, sepulcros blanqueados!!
Eso es lo que sois, en eso es en lo que habéis convertido la sociedad, una sociedad en la que no hay sitio para el caído, para el desheredado de la fortuna, el inmigrante que huye de la hambruna o de la guerra, el pobre en definitiva.
He orado con fe, lo he hecho con la convicción de ser oído… no ha sido así, mis oraciones no han servido para nada porque nada hay fuera de nosotros mismos. ¡Sí feligreses, todo lo que buscáis lo tenéis dentro, abrid la mente y mirad dentro de vuestro corazón, él os dirá lo que está bien y lo que está mal!
No sigáis fingiendo con la oración, no perdáis el tiempo adorando imágenes de madera o escayola ¡Todo es mentira, todo es parafernalia vacia de contenido, simples trampantojos que esconden la arrogancia, la vanidad y la codicia de una iglesia tan lejos de las enseñanzas que dice defender; resulta patético y bufo, absurdo e inmoral!
No os escandalicéis, porque por primera vez en mi vida de sacerdote, os digo la verdad, la verdad descarnada y cruel, pero la verdad al fin.
Meditad en lo que os he contado y perdonaos vosotros mismos, si es que podéis.
Adiós.
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ADIOS es un relato para el concurso de cartas de Renuncua 2019. Así lo indico en el archivo de etiquetas. Debería de salir en azul y no lo hace. Quiero pensar que no ha sido admitido por no ser una carta propiamente dicha, de ser así háganmelo saber y escribiré una carta. Gracias