Contradicción
- publicado el 10/01/2014
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CUENTOS JUNTO ALA HOGUERA PRIMERA PARTE CUENTO2
CUENTO 2
Mi baúl de los recuerdos
El verano nos invita a madrugar a disfrutar del frescor que nos trae el Alba. A contemplar las luces y sombras que nos arrastran a su paso. Para poder disfrutarlo con plena intensidad, hay que realizar un esfuerzo para levantarse antes de que amanezca y contemplar, como la luz del amanecer, te llenen de recuerdos. Siendo sin ninguna duda el mejor momento para pasear, recordar y pensar… También para escribir.
Convirtiendo esos momentos en mágicos resortes y en la apertura loca y desbocada por donde se abren los poros y desparramando los hilos del recuerdo… Como una esponja que absorbe todo lo que se encuentra a su alrededor y recordar con más facilidad. Como si nos inyectasen el suero de la verdad.
Me encontraba paseando por las calles de mí pueblo, con el frescor apacible del verano. A esas horas en las que todo se mezcla… Sus luces… Las de ese Sol que quiere empezar a resurgir de sus sombras y estas a su vez, empiezan a invadir las fachadas de las calles… Momentos en los que sus rincones y edificios comienzan a reproducir esas figuras fantasmagóricas que generan al mezclarse su luz y oscuridad, dando paso a la sombra cotidiana. Ese… Momento del amanecer en el que podríamos llamarla noche o día y que su brisa, te hace que el bello se erice y los poros de la piel en su amplitud, se multipliquen. La noche es suave, en su caminar hacia el alba. La paz, tan deseada, la inunda… Aún hay tiempo mientras que la claridad avanza, en esos instantes que acaban con el amanecer. El aroma de las flores que ya inundan el día y que persiste con su fragancia en el paseo matutino para alcanzar esos instantes de serenidad en que el alma se muestra predispuesta a la consecución de esa libertad sui generis que permite alcanzar la serenidad plena y poder disfrutar de los instantes de remanso en mi denominada… hora bruja. Son los idóneos para dar comienzo a mis relatos… A estos cuentos de recuerdos… Como un baúl que tenemos en nuestra mente y que a esta hora majestuosa… Abre el resorte de su tapa dando salida a esos momentos tras el insomnio de la noche y producidos por el sofocante calor del verano. En el horario apacible, disfrutando del frescor de la madrugada. Observando el trasiego de gente por las calles, unas con la huella del sueño reflejada en su cara, se dirigen a la panadería, otras con su petate de comida al hombro en dirección a su trabajo o al bar más próximo para comenzar el día, con la copa de aguardiente.
Me dirigía por la empinada cuesta de la Calzada, en dirección a la Plaza del Ayuntamiento. Al llegar junto al monumento al Judío, me siento a descansar y compruebo como esa brisa del amanecer penetra a través de mi piel, como si fuese un bálsamo que abre los poros de mi cuerpo y tras un tiritar momentáneo, comienzan a fluir imágenes de mi mente, como si hubiese conectado un proyector y yo fuese el espectador de mis propios recuerdos. Eran imágenes en blanco y negro. Al igual que las sombras se elevaban por las fachadas dando paso a la luz del amanecer, las escenas fluían en la pantalla de mi pensamiento y sus imágenes las podía ver algo borrosas por la edad de los recuerdos, era un cine mudo y yo me convertía en el narrador de mis propios recuerdos…
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Continúo con mi Paseo
Sigo sentado a los pies del Monumento al judío, frente al Ayuntamiento vuelvo a mi realidad y apago por un momento el proyector de mi memoria y pienso que no podemos vivir permanentemente en el pasado aunque el más hermoso futuro siempre dependerá de la necesidad de olvidar el pasado. Nunca se podrá avanzar en la vida, hasta que hayamos superado los errores del pasado y todo lo que lastima nuestro corazón.
Me dirijo a los arcos del paseo que están bajo el antiguo cuartel de la guardia civil, el airecillo del amanecer se mete en mi cuerpo y me relaja su frescor, pues la noche ha sido bastante calurosa y no he podido dormir siendo la causante de mi paseo nocturno. Frente a mí se encuentran edificios emblemáticos como el Casino, la casa de los Bujalance. La antigua imprenta Cañete o el moderno Teatro Liceo, que era la antigua entrada a la Plaza de Abastos y como olvidar donde me encuentro parado, bajo los arcos del cuartel con la cantidad de balcones en su fachada.
A mi izquierda observo el Ayuntamiento, un edificio grande, feo y diría que grotescamente enladrillado. Sin estética pero majestuoso, como si alguien hubiese dejado de tierra calma parte de nuestra historia y hubiese plantado sus cojones dominando esa época de nuestro pasado, o como si un historiador estuviese avergonzado o acomplejado de ello, y quisiera borrarlo de su mente. Tal vez esas imágenes que son inevitables el pensar en ellas si las cruzamos diariamente y quisiéramos cambiar artificialmente ese paisaje para no recordar algo hiriente. De nuevo el baúl de los recuerdos comienza a sacar sus imágenes, yo trato de situarlas en el tiempo y en mi mente para darle la forma debida. Pasaban ante mis ojos muchas escenas vividas en esa etapa, yo tendría entre 9 y 11 años. En esa época de mi niñez donde cada vivencia nos deja la huella a seguir en nuestro camino futuro.
Ingresaría en el clan de los monaguillos de Madre de Dios, a las órdenes de dos curas modernos de la época D. Virgilio y D. Marcos. Dos personas que me enseñarían a valorar a las persona, no tanto por su religiosidad y más por sus valores y compromiso con los demás. Con ellos aprendería a conocer y a plantar los cimientos de todo lo que ahora soy, con sus ejemplos y compromisos hacia la sociedad, inculcaron unos ideales y forma de valorar los verdaderos, comportamientos del ser humano no por lo que se vuelcan con su iglesia, más bien por el comportamiento con los semejantes.
Nuestras excursiones a la Ermita de los Ángeles y a las excavaciones del cerro Minguillar eran fabulosas. Se creó el teleclub para mantener una unión entre los jóvenes muy hermosa. Cuando recorríamos el Barrio de la Al medina tocando la campanilla para ir a dar la comunión a algún enfermo. A esa edad jugábamos por el Arco Oscuro o El Arco de la Consolación, cuando nos dirigíamos por el Barrio del Corralaz a la Iglesia del Salvador para decir misa, o un poco más alejada la Iglesia de San Pedro y nos trasladábamos por el camino de las “laeras.” Todo lleno de Pinos y basura, de casas que salían multitud de chiquillos como yo, pero me inquietaba ver a la mayoría descalza y sin camisa o en pelota…
Hay señales que nos pasan desapercibidas, a los ojos por falta de tiempo o la prisa que tengamos, que en nuestra vida cotidiana nos vamos encontrando y las vemos… pero no las observamos, no las tenemos en cuenta, no nos parecen señales. Y llega un día en el que cobran sentido y entonces te sorprende haberlas pasado por alto durante tanto tiempo o en tantas ocasiones. Ese día descubres otro aspecto de una historia pasada, o contemplas un paisaje de una forma nueva, desde otro ángulo, o con otra mirada. Y todo adquiere otro sentido y te das cuenta de la subjetividad de los sentidos y de encuentro, me imagino el escenario donde se realiza la eterna escena de Adán y Eva en el paraíso y yo me encuentro bajo su improvisado escenario que cada año se monta en el lugar donde estoy viendo amanecer, en una mañana del mes de Agosto con mi proyector mental a cuestas viendo sus secuencias inolvidables… Cuando estamos y vivimos en Baena, nunca vemos estos actos, unos por salir en las procesiones y otros por haber salido y estar descansando, pero si algún año faltamos de nuestro pueblo, esos momentos son los que más echamos de menos y de lo que más nos acordamos
En la vida hay momentos en que extrañamos mucho a una persona, o unos años vividos, y quisiéramos hacerlos salir de nuestros sueños de nuestras imágenes para estrecharlas fuertemente en nuestros brazos, esas escenas que me transportan al pasado y a la vez me hieren por no poder cambiarlas ya sé que es una utopía pensar en cambiar el destino de la vida y los sentimientos.
En la plaza del Coso, donde se reunía el ganado y el grano para su venta y se encontraba en los extramuros del castillo. Otras veces recordando la sangrienta guerra civil, que por cierto y según me contaba mi madre, por la calle el Moral en dirección al paseo, bajaba un riachuelo de sangre hasta la calle Llana debido a la cantidad de gente que fusilaban en el paseo y allí los cadáveres se amontonaban en la plaza. Lo curioso de esta historia es que yo no la viví y siempre en estos sucesos hay dos versiones, así que yo respeto a las dos.”
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Prosigo con mi paseo mañanero y el sol ya está saliendo, subo por detrás del antiguo cuartel dejando atrás la antigua plaza del Coso, que tanta historia ha generado.
Creo que hay suficientes libros y relatos en torno a ella, yo como no soy historiador podría equivocarme al recordar algunos hechos acaecidos en esta Plaza a lo largo de la historia y contados por nuestros Padres o Abuelos, en ella. Vuelvo a la realidad y continúo mi paseo. “Llego a las murallas del castillo donde da comienzo la c/ Tela. Me dirijo a la Iglesia de Santa Marina y conocida durante algunos años como Maternidad donde nacieron mis tres hijos. Este lugar me llena de tantos recuerdos que es inevitable sujetar el proyector de mi mente, parece que se ha vuelto loco y salen imágenes sin parar, yo trato de acoplarlas, de identificarlas en el puzle del tiempo, de buscarle un significado en los episodios de mi vida de colocarlos en el orden cronológico de mi historia.
Las Monjas de la Caridad, que en esta parroquia tenían su colegio femenino y convento. «Caridad» que frase más bien escogida para definir lo que esta congregación ha significado para Baena y que aún en nuestros días perdura su misión en el Divino Maestro con el cuidado de los ancianos.
Colegio de la Milagrosa. Sor Ángela, esa monja que a tantos jóvenes de mi época nos enseño, mecanografía y contabilidad. Obras de teatro en la escuela, mes de las flores, Semana Santa, Jesús de la Humildad, Prendimiento en la calle. Día de la Virgen del Carmen, La Inmaculada. Un interminable álbum de imágenes y de recuerdos sin cronología todos ellos vividos a lo largo de una infancia de luces y sombras, de unas costumbres religiosas que hoy se podrían considerar excesivas, pero en la época que fueron vividas, había que ser y aparentar. Se estaba más en el que dirán que en los verdaderos sentimientos.
Como ya he comentado, mis tres hijos nacieron en este lugar, para mí un rinconcito entrañable de mi pueblo al que le tengo mucho cariño y respeto por los recuerdos y las situaciones vividas en él. Cuantas veces he recorrido sus pasillos y contado las baldosas sueltas que hay en ellos, esperando escuchar su llanto cuando venían al mundo asomado a la sala del quirófano o viendo a la partera corriendo de un lado para otro. Un lugar tan tranquilo y tan familiar que no se podría comparar con el bullicio de un hospital. En múltiples ocasiones, me he asomado al oratorio de su capilla para pedirle a la Virgen que todo viniese bien, infinidad de promesas realizadas, que hasta el nombre de mi hija Inmaculada se lo puse en agradecimiento a la Virgen.
El edificio creo que es un emblema para las mujeres de Baena, por ser un colegio femenino y a la vez maternidad de una gran parte de la población. Hoy en la actualidad del día a día, hay que reconocer el gran mérito que al continuar con la enseñanza en sus aulas se le está dando al edificio y al barrio en su conjunto.
Cuando se sale a la puerta, nos podemos dar de bruces con las murallas del Castillo que desde la calle Tela nos acompaña por la acera, dando forma al recinto amurallado de la ciudad que ya no dejaré hasta acabar el recorrido. A unos pocos metros del edificio, como su nombre indica, se extiende el “Llano de Santa Marina,” una calle amplia que antes de dar paso a la Plaza de Palacio, se encuentra la entrada, a la c/Casas de Carmona a su izquierda y al fondo la c/ Coro con un lugar entrañable como es el Albergue. Me dirijo hacia la derecha por la muralla, entrando en la Plaza de Palacio donde se encuentra mi parroquia. La iglesia convento de Madre de Dios.
Una Plaza que en la actualidad, se ha realizado con gran acierto una labor en su reconstrucción, en su subsuelo se ubica un aparcamiento y sobre él una inmensa plaza diáfana, en lo más elevado del pueblo, con un lado en forma de mirador donde se puede contemplar el desarrollo que ha tenido el pueblo, sus campos, olivos y campiña hasta que la vista se nos pierde en el horizonte.
Al fondo la escalinata de la entrada al Castillo de los Duques de Baena como si de un escenario se tratase. En él se pueden realizar obras de teatro con un aforo natural y al aire libre. Recitales con un natural adorno, introduciendo al espectador en la época del renacimiento, un marco medieval incomparable para la realización de una película de la época y sirviendo de escenario natural para mis cuentos.
En el lado opuesto de la Plaza la reja da paso a los jardines y estos al pórtico de la Iglesia conventual de Madre de Dios. Iglesia que pertenece al convento y desde el término de la Guerra Civil se convertiría en Parroquia. ¿Cuántas veces jugué en esta plaza antiguamente de tierra y en los jardines de la iglesia? Mi deseo se expresa, en forma de verso hacia ese recuerdo imborrable de mi juventud.
“Yo quiero recordarte siempre así
Tal como por primera vez te conocí
Parte del gentío y tan lejos de la gente
Y tu imagen en mi mente se clavo”
En mi paseo, sin darme apenas cuenta, con tantos recuerdos por canalizar con tantos sentimientos acumulados, por la gran cuesta que he recorrido, al encontrarme en lo más alto del pueblo, el clima ha descendido y el viento acaricia mi rostro. Yo lo agradezco pues la temperatura empieza a subir, dando paso a un extraño día del mes de Agosto, el cielo se encuentra cubierto de nubes para ser el mes del calor, encontrar un día así de apacible, te invita a pasear por sus estrechas callejas, a renacer esos viejos recuerdos y a recordar algunas historias vividas en ellas, es difícil que se presente en esta época.
Me encuentro en el Barrio de la Al-Medina y me dirijo a la calle Coro, para contemplar desde sus almenas el Peñón de San Marcos. Al fondo el Barrio del Corralaz y senda Ancha y poder divisar por donde transcurre el cauce del arroyo Marbella. Observar sus huertos y paisajes enmarcados en las pupilas de mis ojos y compararlos en mi imaginación con su historia Musulmana y recrearme en imaginar cómo vivirían sus gentes. Abro mi mente y me transporto montándome sobre las alas del tiempo en el mar de los recuerdos y poder ver e imaginar la evolución que ha sufrido, tras el paso de los años. Y confirmar su evolución con gran alegría al observar el remozamiento de sus viviendas y fachadas, la rehabilitación de sus casas. La modernización de los pavimentos de todo su entorno. Esas viviendas que en aquellas fechas, más parecían cuevas pues la mitad de la vivienda se perdía en la tierra y la otra mitad medio derruida. Eran los antiguos arrabales de la Judería de extramuros, barrios del Corralaz, El Salvador y San Pedro, los más humildes de aquella época.”
Una satisfacción de placer extrémese mi cuerpo cuando al pasear por la zona del casco antiguo del barrio de la Al- Medina, y observo que incluso la mirada de la gente es distinta su semblante es ahora diferente al que yo conocí. Cuando recorría sus rincones de basura acumulada sus fachadas medio derruidas por el abandono y la falta de limpieza de sus murallas y almenas. En esa época había más necesidad, más miseria sus calles de tierra, el alumbrado brillaba por su ausencia y las familias más humildes del pueblo vivían en sus casas, todo escaseaba, fue la época de fuerte emigración, por ello muchas de sus casas se encontraban medio caídas y abandonadas.
Serian mediados de los años 60, yo vivía en la calle Nueva. Mi padre de profesión Practicante, persona de fuerte carácter, su vida transcurría en la calle y poniendo inyecciones a todos sus pacientes, yo soy el quinto hijo de una familia media y después llegaría una niña, mi única hermana, así que mi madre bastante trabajo tenia la pobre mujer para sujetar y criar a tanto zángano y sobre todo cuando nos reuníamos todos en torno a la mesa. A la hora de la comida, mis padres me educaron en una férrea disciplina de correa o guantazo cuando nos poníamos algo revoltosos y desquiciábamos los nervios con nuestras travesuras.
Las imágenes de esos recuerdos fluían, podía verlas igual que fotografías de un álbum, cada uno de mis hermanos. José María, el mayor de ellos prácticamente ha vivido con mi abuela Salud en esa época seria uno de los primeros en emigrar a Barcelona. Allí falleció en un accidente que marcaria la vida de la familia. Rafalìn ocuparía el puesto de primogénito. Manolo, Jesús, yo y la pequeña de la familia, Maricarmen.
Con mis hermanos todos sentados en torno a la mesa, esas voces que dábamos esos trozos de pan que nos tirábamos, esas patadas que nos pegábamos y esas cucharas que volaban hacia la cabeza de alguno por parte de mi madre cuando nosotros nos dedicábamos a destrozarlo todo. Después de habernos dicho que nos callásemos diez veces o la correa de mi padre verla volar por encima de nuestras cabezas, unas veces le tocaba a uno y otras a otro.
Por la situación de la calle donde vivía, pertenecíamos a la parroquia de Madre de Dios, donde por obligación, todos los fines de semana me desplazaba a su Iglesia donde había recibido la catequesis, hice mi primera comunión y posteriormente realicé la Confirmación. “Todos los fines de semana me desplazaba a la parroquia para ayudar a decir misa o para tocar las campanas y que era impresionante poder subir a lo alto de la torre del campanario y divisar Baena desde esa altura y algunas veces coger nidos de «primillas» o los pollos con esa pelusa tan blanca y tan pequeñines.
Siempre seguía el mismo itinerario, Calle Nueva, Calle Llana. Subía por la calle el Moral pasando por la puerta de mi escuela “Don José Piernagorda” en la esquina del Albaicín.» Cuantos recuerdos me traen a la memoria esa escuela, cuantos sábados de gallo con los botijos colgados, con las espadas de madera. Su el cuarto en el patio para cantar la tabla de multiplicar. Esos corros que formábamos en torno a la mesa del maestro y D. José con la regla de madera preparada para caerte encima cuando no contestabas correctamente la pregunta. Verdaderamente aquí se cumplía el dicho de la letra con sangre entra.
Continuaba en la desembocadura de la calle Mesones con el Paseo, llegando a la puerta de la Jefatura y de aquí al Paseo que lo cruzaba y me encaminaba por detrás del cuartel tomando la calle Tela, donde la cuesta se ponía un poco pesada hasta que llegaba al colegio de la Milagrosa. Seguía mi camino hacia la plaza de palacio, llegando a la sacristía que estaba situada bajo el arco que comunicaba el convento de clausura con las murallas del castillo.
Con mi edad y por el recorrido que hacia siempre iba en mi mundo de historias que me contaban algunas lo hacían los mayores y otras las creaba yo mismo, unas caballeresca cuando llegaba a la fuente de la tela que estaba situada bajo las murallas del castillo y caminando junto a ellas recordando grandes batallas entre moros y caballeros cristianos que vivían en lo más lujoso de la villa que era la Al-Medina en su época medieval con los duques de Sessa y señores de Baena en su palacio. De esos recuerdos de mi infancia, supongo que son el origen de mis cuentos irreales y que a continuación vuelvo a ellos.
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Primera historia paralela
Este es uno de tantos recuerdos de la infancia, y que aun conservo en mi memoria, -cuando lo comparo con la otra realidad. Resulta sorprendente para la ciencia, la capacidad que poseen algunos seres humanos de reconocer que su alma o espíritu ha decidido experimentar la vida en las diferentes reencarnaciones simultáneas y que pueden manifestarse en tiempos pasados o futuros, pero también dificil de imaginar.
Dije, frunciendo el ceño ante la expectante historia que comenzaba a exponer a mis amigos, allí reunidos. En ese mismo tiempo y acabando los oscuros días del invierno, siendo algo mayor. Nos reuníamos junto al fuego, para establecer, algunas vivencias y contarlas, -con el misterio que esas reuniones entrañaban. Me dispuse a contar uno de los episodios que marcaron una etapa de mi existencia.
En algunos momentos, no sabía si estaba entre sueños fantasticos o realidad paralela de alguna existencia vivida. Mi amigo- Luis, -me insistia para que comenzase con mi historia. -Y comencé.
-Sucedió, -dije, en un momento donde las historias de vivencias en realidades paralelas o conocidas como dimensiones paralelas. Son historias profundas, llenas de detalles vivos, claros, conscientes. Lo expuse- con un tono de seriedad, en el que como protagonista de esta historia mi nombre seria Carlos y me dispongo a recibir la herencia que según el Notario de la localidad, me corresponde, y como compensación me dirijo al Palacete ahora de mi propiedad, que me ha dejado un tio mio y que ha sido mi benefactor en los gastos de mi carrera. Y allí me encontraba. En un frio día de invierno y ante mis ojos. Un fantasmagorico Palacio de la epoca medieval, todo amurallado, con grandes portalones y adornado por jardines con patios impresionantes. Una Mansión cubierta de un gran enigma, y de leyendas antiquísimas, contadas por los más ancianos del lugar, llenas de intriga, muertes y tesoros jamás encontrados. Historias de asesinatos -aún- sin resolver, de romances fantasmagóricos que la gran mayoría espero que no sean ciertos, pues pretendo reconstruirlo poco a poco para convertirlo en hotel rural y vivir en el.
A la puerta, se encontraba esperandome un señor, vestido con traje negro y que según tengo entendido, habia sido el mayordomo, y la persona de confianza de mi tio y la que habia custodiado el Palacete durante muchisimos años; me estaba esperando, para realizar la entrega de las llaves.
Yo me encuentro aquí como único heredero vivo de mi tío abuelo Yambul Simón, intentando asimilar mi nueva situación y tomar posesión del Palacete de su propiedad, que con gran empeño por su parte, y la gran obsesión de su vida, ha sido la de enfocar mi educación para que fuese su propietario y nadie más.
Con mucha solemnidad, -el señor, me hace entrega de las llaves y documentación de la propiedad, y me comenta, que a partír de ahora soy el unico heredero y propietario del todos los bienes de mi tio abuelo Yambul. Tras el paso del tiempo este Palacete, ha quedado deshumanizado, desposeído del calor que produce el encontrarse habitado por personas humanas y yo pretendo que día a día pueda abrir sus ventanales para que entren los rayos de sol he inunden sus galerías, siendo mi intención, -limpiar sus negras leyendas, de fantasmas aparecidos. De espíritus, -que según dicen, -pasean cada noche como almas en pena, tratando de redimir esos desamores, esas muertes tan extrañas, esos duelos. Y Que según la leyenda, -aún se celebran en los abandonados patios de las Caballerizas.
Llenar de realidad o ficción las páginas de la historia, y estudiar esos enigmas que nos hacen ver lo real en lo profundo de lo irreal. Tratar de ponerle sentido a esa mala fama que desde hace tiempo campea a su libre albedrio en esta morada, y tratar de liberalizar o encauzar si es posible de los viejos sentimientos del recuerdo atraídos a la realidad, a la actualidad, al menos en nuestros recuerdos. Aunque aún me asaltan dudas y temores de la veracidad de algunas de sus historias. Integrándome en ellas, pretendo conocer cada una de sus vivencias y poner en orden el puzle y la historia de los míos. Dando fe de cada uno de los miembros de mi familia, tras el paso de los años. En mi memoria se mantenían los recuerdos de cada uno de ellos como el fiel reflejo de cada episodio de mis antepasados.
Por la fecha en la que nos encontramos y por el crudo inviernos que se avecina, preparo la vieja chimenea para que apacigüe ese intenso frio que se siente en el vetusto Palacete. La sequedad de la leña, y sus crujidos al retorcerse por el fuego que va consumiendo los troncos que he colocado, es el único ruido que me aleja de lo absorto de mis pensamientos. -Contemplo unas llamas sin humos. Desprendiendo ese calor que nos reconforta, que hace tan placentero el grandioso salón en el que me encuentro.
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Realizo un alto en mi relato y tras observar que mis amigos estaban cogiendo el hilo de mi historia. -Prosigo. Aclarando el concepto de las vidas paralelas, para entender, que todas las experiencias de los relatos de vidas paralelas tienen un denominador común.
El alma decide por nosotros, en su libre albedrío y nos conduce a experimentar la vida, para aprender y evolucionar en su propia consciencia, dentro de una consciencia mayor.
No nos sorprende el hecho de que nuestra alma, como ser inmortal, se reencarne una y otra vez en un proceso evolutivo que tiene como fin un aprendizaje y evolución continua, camino de la integración total con la “fuente” de la cual “nacemos.” La parte de nosotros que se queda “ahí arriba” cuando el resto de nuestra alma se encarna en un cuerpo, ya se ha encargado de prepararlo, para cada nueva encarnación.
Así, en la mayoría de los casos, el concepto de vidas pasadas se entiende perfectamente cuando hablamos de una sucesión de vidas, una tras la otra, con un periodo de “descanso” y “reflexión” entre ellas, para evaluar lo conseguido, y preparar nuevos retos. Existe sin embargo otra “técnica” de evolución que nuestro yo superior (alma) puede “usar” para acelerar su crecimiento. Se trata de las «vidas paralelas”.
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Sentado en la vieja silla de anea, que mi familia mantiene aún en el comedor y frente, a la ya casi inexistente chimenea que pasaba desapercibida en ese inmenso salón. Solamente se encuentra adornado por cuadros antiquísimos, recuerdos que se conservan colgados como fieles testigos del tiempo. Como reliquias de toda la trayectoria familiar, dando fe de que algún día existieron, lucharon, amaron, padecieron y disfrutaron.
Así comparo la existencia de la raza humana, de por si antigua, con viejos recuerdos, que tras el paso de la edad van recopilando historias y valores, por lo que entre sus pilares se esconde. La sabiduría de los enlaces y experiencias que tras ese deambular, impregnan sus paredes y estancias de flujo del saber y del conocimiento, no tanto por lo que se sabe pero si por lo vivido, por lo comparado en cada momento de la existencia de cada uno de mis antepasados. «Observo que durante mi relato, mis camaradas empiezan a ponese nerviosos. Paro en ese momento mi leyenda para observar sus caras de admiración. ¡Vamos continua -dijeron todos».
Mi mirada y mis pensamientos, se dirigen a las llamas de la vieja chimenea, en la que chisporrotea la hoguera. Esa fuente de reflexiones que ejerce la observación de sus llamas, esos recuerdos que afloran, ese pensamiento que se remoza tras la contemplación de sus llamas.
Las paredes se encuentran adornadas de cuadros que evocan la figura y el paisaje de cada uno de sus moradores.
Es curioso que en cada uno de esos viejos cuadros, reflejen la misma mirada, la misma sonrisa. Como- si el eterno pintor de la humanidad hubiese deslizado sus pinceles por cada uno de los cuadros, dando el toque personal de su sabiduría. Hubiera impregnando a todos los personajes, del mismo semblante de dulzura.
Por la cantidad de ellos que se encuentran colgados de los viejos cáncamos renqueantes, diría que mi familia ha sido larga y extensa en la historia. Hay colgados más de 20 cuadros de retratos que han vivido o han tenido algo que ver con mi vida, cada uno se encuentra acompañado de un pergamino donde explica la hazaña más destacada de cada uno de ellos. Algunos nombres son desconocidos para mí. Al fin podre enterarme de la vieja historia de mi familia, algunos pergaminos, se encuentran casi ilegibles, pero trataré de componer la leyenda de cada uno, tratando de descifrar ese pasado esa negra fama que en ellos recae. No será tarea fácil pero el buen nombre de la familia, merece el empeño.
Todos estos pensamientos, y el calor de la hoguera me sumergen en un placentero sueño en el que el silencio se hace voz o la voz silencio.
De pronto, el silencio se ve interrumpido por los acordes de los chirridos que salen de una habitación y se acercan con paso quedo al salón. Llaman a la puerta y despierto de mi apacible sueño. Un hombre corpulento entra en la habitación, y antes de yo poder reaccionar al no decir nada. El se presenta. -¡Hola, Carlos!, -no te asustes. Soy tu tío abuelo, -la persona que ha querido que tú heredes esta Mansión. -En ti he puesto la responsabilidad familiar de proteger la Daga Sagrada, que nuestros antepasados han custodiado desde que Néstor la trajo de Palestina. Generación tras generación lo hemos mantenido, pasando de padres a hijos (pena que yo no los he tenido), -pero te tengo a ti. Nunca me viste, -no quise que te encariñases con migo. Me hice cargo de tu carrera de investigación, para que, cuando llegase el momento pudieses encontrar el enigma familiar. La daga que abre el baúl de la sabiduría suprema. El puñal con el que se dice, se dio muerte al mismísimo. -Jesús, pues según cuenta le leyenda familiar, tras su crucifixión, fué atravesado por el puñal que le dio la vida, y espero que tú seas el que lo custodies de aqui en adelante”.
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