Órdenes
- publicado el 19/06/2017
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El ruido entre un silencio y un silencio
Somos el ruido entre un silencio y un silencio, apenas una palmada sin eco. Un meteoro que, definido por su caer, se arrastra jadeando a su destino. Si no existe alternativa en la razón sólo existe la razón del desatino. Somos gotas de lluvia en suelo seco condenadas a evaporar sin ser notadas. Casi el gris en un acervo de colores. No nos queda salvación ni en el lamento si nuestra esperanza recae en quien comparte nuestro sino. El primer paso consiste en aceptarlo y atender que no somos un solsticio estival en pleno invierno. El segundo, consiste en comprender que asomarse a este vacío nos desgasta; todos estamos hechos de esta pasta que algunos llaman lodo y, luego, carne; y, otros, con la vela más prendida, definen como materia dispensable. Cuerpos en vilo dando tumbos hacia el nicho incapaces de alejar mediocridades. El tercer paso lo ocupa el que claudica o se rebela y busca redención en su progenie. Dejar, pues, de aspirar hacia lo eterno a veces es razón, otrora, cobardía.
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