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- publicado el 07/04/2016
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NUEVO ENFOQUE GRAMATICAL PARA EL RELATO NEGRO: EL PRESENTE ISOENTRÓPICO. (teoría)
El relato y la historia que narra tienen, como se sabe, dos planos formales y dos de contenido, respectivamente. A nivel formal, los presentes y perfectos simples constituyen el primer plano y los imperfectos y compuestos, el segundo. Hay correspondencia narrativa, mediante anacronía, solo entre el primer plano formal y el primer plano del contenido, aunque se dan raras ocasiones donde el segundo plano formal puede subsumir concordancias del primer plano de contenido. Pero no es posible a la inversa porque los perfectos simples rechazan las recurrencias del segundo plano del contenido, como, por ejemplo, el uso del pluscuamperfecto o el pretérito anterior frente al indefinido o su empleo con los modos imperativo, subjuntivo y condicional, más sus compuestos.
En mi relato Las manos que ven, que podrán leer pronto en la Web, intento superar estas restricciones presentando una narración cuyo único tiempo es el presente pero no el indicativo ni histórico ni el del discurso directo. Me propongo llamarlo isoentrópico, donde una sola forma del verbo subsume los 4 planos, expuestos en monoplano. Sé que en práctica no es posible porque «vivir» y «escribir» se autoexcluyen. Sacrifico pues la verosimilitud para crear un doble simulacro: el de incluir al lector en la historia narrada y al mismo tiempo darle protagonismo en ella. Con este nuevo paradigma narrativo, intento, de hecho, relacionar intrínsecamente la escritura con las artes plásticas espacio-temporales (pintura, escultura, música y danza), o sea, lo verbal con lo no verbal. Copio el concepto de las ciencias exactas para aplicarlo en semiótica donde lo no verbal también constituye un texto, un tejido, un lienzo donde se disemina el sentido en tanto como una situación cuajada, fija, congelada y que solo el lector o el espectador puede interpretar. Lo aplico también en psicoanálisis, para asociarlo al concepto del Yo pulsional y subliminal. Simplificando, puedo decir que con este adjetivo, el sentido producido por los sintagmas en un texto tiende a permanecer constante, se coagula y, de cierta forma, queda en grado cero. No se trata del grado de incertidumbre semántica que existe entre esos sintagmas sino de la sensación de que todo termina en el instante mismo en que se realiza la narración de la acción en la mente del lector. Es el efecto que reflejan todas las bellas artes en la mente del espectador. Isoentrópico (del griego: iso=igual y entropía) indica el grado de desorden de un sistema que tiende a permanecer constante, un sentido que rehúye cualquier labilidad. Como se ve, este presente pulsional o subliminal está relacionado intrínsecamente con un sujeto que lo interpreta, un Yo, el del lector o espectador que, por ello y sin saberlo, se incluye en la historia que lee donde se transforman en protagonistas.
Mi relato, en este sentido, viene a ser un conjunto de cuadros donde el presente isoentrópico sustituye a los pretéritos, los subsume y borra de modo completo para crear el efecto citado. Así, mientras que en una narración tradicional, el lector observa en diferido los acontecimientos narrados, en una narración isoentrópica, el lector es otro actor del relato, un actante que participa en directo en el texto, movilizando todos sus sentidos a nivel emocional y vivencial. Se encuentra en la escena del crimen, a pesar suyo. Se identifica inexorablemente con el villano o el héroe. Participa en la intriga. Sufre, goza y, en cierto modo, muere. Su relación con el texto es pues instintiva y subliminal.
En mi relato intento hacer que los ojos del lector no lean solo sino que toquen. Los ojos se mutan en manos para dar lugar al tacto, sentir el deseo. Por otra parte, quiero que sus manos calquen las de los personajes y se trasformen en ojos para visualizar escenas particulares. Es lo que se llama en psicoanálisis visión háptica o arte de producir contacto físico a través de la vista o contacto visual a través del tacto. La mirada acaricia y goza y la mano ve e imagina. Lo auditivo u olfativo también son percepciones hápticas. Cerrando los ojos, vemos mejor con los demás sentidos gracias al concepto de «phantasme» (no tiene equivalente en español) que significa visión alucinatoria o pulsión inconsciente pero real para el paciente que realiza su deseo. El contacto pulsional (besos o caricias) es más intenso. Esto crea un fuerte vínculo entre el lector y los personajes. Diría que el lector ve la forma del texto pero toca su contenido, lo disfruta. El placer del texto es inseparable del dolor que produce.
La protagonista de mi relato ve con sus manos y las partes de su cuerpo porque es ciega. El único contacto que tiene del mundo, incluso cuando resuelve el enigma del crimen, es táctil y kinestésico.
En mi relato Perversión Secreta (disponible en la Web), el lector asimila y comparte el vínculo sadomasoquista entre el deseo del asesino de violar y la repulsa de la víctima. No lee sino que ve, oye, olfatea y siente hápticamente cómo el asesino, en su incapacidad de reprimir sus perversiones, secuestra a una niña para violarla y luego asesinarla.
El presente isoentrópico permite a la enunciación coincidir con el enunciado. En su simultaneidad. Como en una fotografía. Un sueño. Un paisaje fijo. La realidad misma. Para Aristóteles el arte debe enfocarse en el significado interno de las cosas, ya que éste constituye la auténtica realidad. Habría que añadir: y ésta solo se concibe en presente isoentrópico o pulsional.
Con la invención de la escritura, el hombre, contrariamente a los demás animales, logra separarse del estado de naturaleza y acceder al de la cultura. Lo hizo gracias a la lengua.
Y no hay realidad ni ficción alguna sin palabras. Ésta queda relegada en el contexto de la anacronía (analepsis y prolepsis) y aquélla, en el presente isoentrópico. Aquí y ahora. Un aquí/ahora que en definitiva absorbe los demás tiempos verbales. Hasta el tiempo físico, sea astral o cuántico. El canibalismo gramatical ocurre también en las galaxias, los agujeros negros y en todos los seres vivos. El presente pulsional, infantil y milenario, anula la levedad o pesadez del ser y posterga su obsolescencia.
La imaginación es una palabra. Ésta remite a otras palabras.
Somos palabras. ¿No se dan cuenta?
Por Ahmed Oubali
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