Furkul, el Clérigo Leproso

Furkul nació en una familia numerosísima y muy pobre. El padre tenía varias mujeres a las que pegaba con demasiada frecuencia, por no decir a diario. Que él recuerde, habrá tenido unas setenta madres en total, y un máximo de quince madres a la vez. Muchas de ellas morían tras una brutal paliza, o de sobrepartos. La cantidad de hermanos era incontable. Tal era el número de hermanos hambrientos y enfermos, que cada mes morían más de tres.

Su familia no tenía ni dinero ni prestigios. Los niños cultivaban escasos productos en un pequeño jardín, cazaban alimañas o robaban lo que podían. Se trataba de una supervivencia muy tercermundista. Furkul estaba bastante enfermo. De no comer, estaba en los huesos. Al ser un rival débil, sus hermanos le pegaban y le robaban su comida. Pronto aprendió a matarlos por la noche para comerse su comida y quedarse con sus pertenencias.

Un día, un Clérigo del templo de Cyric, Dios del Mal, pasó muy cerca de su casa. En ese momento vio como Furkul apedreaba a uno de sus hermanos. Resultó ser un hermano ciego. Cuando éste cayó al suelo exhausto y sanguinolento, Furkul cogió una piedra con las dos manos y le reventó los sesos, a la par que se reía con una risa que regocijó al Clérigo de Cyric.

El Clérigo se acercó a Furkul y le habló de su templo. De la maldad que gira en torno a él y de todo el alimento y lujos que le podrían dar si se unía a ellos. Tendría cuanto quisiera.
Furkul ni se planteó rechazar tal proposición. Era un niño hambriento, criado entre maldad. Así pues, por las mañanas iba al templo a aprender, a realizar milagros y a rezar a Cyric; y por las tardes a torturar a sus hermanos. Dentro del templo, Furkul fue un niño prodigio, con tan sólo doce años de edad.

Días más tarde, Furkul llegó a su casa y vio como su madre (la que le parió, para ser exactos) mataba a su padre en una disputa. El padre estaba borracho y no pudo esquivar la cuchillada que le lanzó ella.
La ira que sintió Furkul fue tal, que cogió una leña de la chimenea y apaleo a su madre hasta que se quedó sin aliento. Rescató el cráneo ensangrentado de su madre. Lo llevó al templo donde pulió su calavera y la pintó de morado. Desde entonces, siempre rezaba con la calavera de su madre.

Pasaron los meses sin muchas novedades, hasta que el convento fue atacado por los paladines de Eironeous, Dios del Bien y del Deber. Su credo y creencias eran las de liberar al mundo del mal, chochando enormemente con las creencias de Cyric. Al estar con la guardia baja, el templo fue destruido y los clérigos asesinados. Furkul puso pies en polvorosa, jurando venganza ante tal cobarde ataque por la espalda. Esos estúpidos e insignificantes paladines pagarían su ultraje.

Furkul decidió fomentar el mal y la destrucción entre los poblados vecinos, infiltrándose como un aldeano más, y corrompiendo y matando a la gente noble de corazón. Cuando destruía una aldea, o los propios aldeanos se mataban entre ellos gracias a la manipulación de Furkul, iba a otra aldea cercana para arrasarla. Y así pasaron los años.

En sus viajes, Furkul fue perdiendo la cordura, hasta llegar a rozar la demencia. Por fuera, parecía una persona inteligente, pulcra y de buen gusto, incluso amable y de fiar; pero por dentro era la maldad en estado puro. Su putrefacto corazón le pedía a gritos que le extirpara el corazón a los demás. Y eso hacía.

Años más tarde, cuando Furkul cumplió veinte años, quedó encerrado en una cueva junto con varios mercaderes a los que acompañaba para viajar más seguro en el frío invierno. El temporal no permitía que nadie saliera de la cueva, o al menos que saliera con vida.
Uno de los mercaderes estaba gravemente enfermo, y apenas se podía mover. Era una mujer bastante guapa, pero se tapaba con vendas todo el cuerpo.
 Cuando el temporal mejoró, Furkul apuñalo por la noche al único mercenario que había, y con espumarajos en su boca mató a los demás mercaderes, dejando viva a la mujer a la cual violó repetidas veces. Pasaron tres días, y finalmente la mujer murió presa de los cortes y golpes que le propinaba Furkul, momento en el cual decidió salir de la cueva tras comerse su corazón, aun caliente…

Lo que no supo hasta tres años después es que la mujer tenía la lepra. Tras un prolongado contacto con la leprosa, Furkul quedó contaminado y estuvo incubándola en sus largos viajes.

La situación de Furkul iba de mal en peor. A sus veintitrés años estaba sin cordura alguna,  sin dinero. Estaba sólo. Sólo con su enfermedad que poco a poco le iría matando.

No obstante, todos los pecadores tienen una segunda oportunidad. Ilmater, Dios de la Clemencia, del Perdón y del Sufrimiento decidió dársela. Le curó la locura y le obligó exhumar sus pecados en un templo suyo. No obstante, le dejó la lepra para que recordara sus pecados.

 

 

Autor: Germán Pérez Campo, 26 de Agosto del 2008

Pequadt
Últimas entradas de Pequadt (ver todo)

4 Comentarios

  1. arxi dice:

    Furkuuuuul!! xDD La calavera morada. Muy buena historia.

  2. Lascivo dice:

    snif snif… aquí huele a dados y a hojas con numeritos.
    jeje, está muy curiosa

  3. Pequadt dice:

    No se me ocurría otra historia que contar, asique conté esta 😛

  4. champinon dice:

    JAJAJA (no comments) xD

Deja un comentario

Tu dirección de email no será publicada