A un día que nunca fue
- publicado el 16/06/2009
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…….La Cadena…….
Hay algo en este mundo que todavía nadie ha visto. Es algo amable y muy dulce y si has podido fijarte en ello, lo desearías. Por eso el mundo lo ha escondido. Para asegurar de que no cualquiera pueda ponerle la mano encima. Pero en algún momento alguien lo encontrará. Esa persona se supone que lo encontrará, es también la que será capaz de encontrarlo. Así es como es.
– Lluvia ¿Aun sigues escribiendo? Si Juan Ramón te pilla vas a morir – la voz de Aura me sacó de mi embriagadez personal – Sé que te gusta escribir, pero no deberías de hacerlo en sus clases, es un suicidio académico.
Suicidio académico o no, las clases de mi aburrido profesor de Historia del Arte, curiosamente, eran inspiradoras para una aficionada escritora de relatos. La que aspiraba a ello era yo, Lluvia Inoue, alumna de la Escuela de Arte del Centro, una soñadora despierta.
Tímidamente, paseé la vista por la estancia. Mis compañeros no eran tan hipócritas como Aura, pues ellos no fingían atender en la clase de Juan Ramón. Manifestaban su aburrimiento dibujando en las mesas, mirado por la ventana, bostezando sin disimular y con la mirada pérdida en un punto del gráfico que reflejaba el proyector que había junto nuestro profesor.
Que aburrimiento.
Este usual aburrimiento, cuatro horas a la semana, formaba parte de mi vida… un poco más divertida que este martirio.
Algo carraspeó la puerta.
En todo el tiempo que transcurrió en este curso, solo hubo tres momentos que consideré dignos de mi atención en el las clases de Juan Ramón. La primera vez fue cuando cambió un examen, el segundo cuando analizamos el Origen de la Vida de Coubert y esta; un inesperado intruso en nuestra clase.
Cuando el profesor abrió la puerta y dejó pasar a un chico de ojos rasgados, pelo azul eléctrico, con un pircing en el labio inferior y un aro en la izquierda , sentí una gran perplejidad. No por lo atrevido y extravagante del color de su pelo, sino, por el hecho de que era más asiático que yo.
Sé que mi perplejidad es patética… Lo sé. Hay miles de asiáticos en el mundo. Pero es que yo soy la única asiática de toda la escuela y pocas veces, a no ser que fuera los propietarios del veinticuatro horas y mi familia paterna.
Y yo lo soy. Bueno, soy media asiática bajo unos ojos verdes más redondos que el resto de la población japonesa y unas mejillas teñidas de unas pecas que parecen los grabados de una operación láser. Vale, también soy asiática… tal vez por eso me quedé tan perpleja… y algunos de mis compañeros también porque vi como intercambiaron miradas entre aquel chico y yo… Difícilmente, puedo imaginarme lo que se les pasaría por la cabeza.
– OH, me había olvidado deciros que hoy tendremos con nosotros a un alumno nuevo que ha llegado desde Japón hace pocos días. Su nombre es Kagura Mitarashi.
Cuando le miré a los ojos, a pesar de estar sentada a una distancia considerable de él, pude ver que a pesar de ser tan rasgados como los de papá… eran atractivos, como su mirada. Sus facciones no eran tan niponas a los de mi padre, sino fuera por su nombre, diría que era coreano pues sus ojos eran igual de abiertos a lo de los simpáticos coreanos del veinticuatro horas. Sus pantalones anchos, su camiseta holgada y oscura bajo otra de botones blanca apenas contrastaba con su tez morena… lo que realmente contrastaba era su pelo azul, sobre todo la forma. Parecía que había salido de un tornado. Y también parecía sacado de un anime. ¿Realmente la gente vestía de forma tan estrafalaria en Japón? Yo nunca he visitado Japón, por lo tanto, ¿Habrá gente que vista como Sakura Card Captor?
Salí de mi perplejidad cuando volví a oír de Juan Ramón:
– La directora ya me ha dicho los problemas que tienes con el habla. Estás de suerte, en nuestra clase hay una joven medio japonesa que te podrá echar un cable. Lluvia, ¿Puedes levantarte?
¿De qué estaba hablando este hombre? No pude ocultar mi nueva cara de perplejidad que estaba rozando la descortés incredulidad. ¿Por qué tenía que ayudar a un chico que no conocía de nada? No me tomes por mala persona, es solo que nunca se me han dado bien las comprometidas relaciones humanas. Y más si se trata de un chico. Y más si es de un chico japonés. ¿Pero que iba a hacer? ¿Decir que era lo bastante tímida para no ayudarle quedar mal?
Me levanté despacio, con mi mejor sonrisa… y buscando las palabras adecuadas para presentarme en japonés… un japonés muy poco fluido:
– Hola… – saludé siendo crucificada por las miradas de mis compañeros. No era para menos, puesto que la tímida Lluvia estaba hablando, y era en japonés – Me llamo Inoue Lluvia, puedes llamarme Lluvia si lo deseas, así como cuando tengas problemas. Un placer.
El chico esbozó una amplia sonrisa que consiguió ruborizarme:
– Encantado – contestó en un castellano muy fluido que dejó atónito más de a uno – No tengo tantos problemas con el castellano como cree. – añadió dirigiéndose hacía el profesor, tan perplejo pero no tan enfadado como yo ¡Será cabrón, y a mí haciéndome pasar semejante vergüenza! – Lo que tengo muchos problemas es con la caligrafía… le pediré a Inoue-san que me ayude cuando me vea muy apurado.
– ¿Por qué te llama te llamada por tu apellido? – preguntó disimuladamente Aura – ¿Y por qué te llama -san?
No le contesté. Estaba tan molesta que no que hablé el resto de la mañana.
El resto de la semana, el nuevo alumno, que había logrado simpatizar con toda la clase, nunca me pidió ayuda con la caligrafía. Me daba igual, pues aun estaba molesta por hacerme hablar japonés innecesariamente. Puede que sea una tontería para ti, pero para mí hablar en un idioma que apenas sé, me hace sentir insegura y torpe. Apenas lo hacía por papá y cuando lo hice fue innecesario. Pensarlo me hace sentir más impotente… es uno de esos momentos en los que deseas volver al pasado y decirle cuatro cosas. En este caso, en español.
En vez de pedirme disculpas, Kagura nunca vino a hablar conmigo para pedirme disculpas y hacerme sentir mejor. Yo era la única persona de la clase con la que no había hablado. No sabía como sentirme. Soy tímida… en ese caso debería de darme igual… pero esta vez es distinto… a parte de hacerme sentir mal, ni siquiera me había mirado. ¿Por qué me afectaba una cosa tan insignificante?
– ¿No te estará empezando a gustar? – me preguntó Aura cuando se lo conté.
Su pregunta me cogió desprevenida:
– Si ni siquiera le conozco.
– ¿Y eso que más da? – dijo con condescendencia dando un bocado a un sándwich de atún.
– ¿Es que no te has oído? No me puede gustar porque no le conozco.
Esperé a que terminara de masticar y tragar, pero no lo hizo; creedme, no desearíais haberlo visto:
– Repito ¿Y eso que mas da? Hay muchas maneras de gustar ¿Sabes? Aunque si lo miras desde otro punto de vista te puede empezar ha atraer.
– Porque es japonés – dije con sarcasmo.
– Normalmente deseas pasar desapercibida entre la gente y que esta no sienta tu presencia. Si te molestas por ser la única a la que no le ha hablado Kagura, es porque te sientes algo atraída.
– Estoy molesta porque no me ha pedido disculpas – me defendí, rehacía a la idea de que aquel tipo podría «atraerme».
– Utilizas la excusa de su pequeña broma porque lo que te molesta en realidad es que el no te ha mirado ni una sola vez.
Su patético análisis me estaba poniéndome nerviosa. Un pequeño capirote aterrizó cerca de nosotras y recurrí a sus fatídicos intentos de coger en trozo de migaja de pan para cambiar de tema:
– Quiero un periquito.
– ¿Por qué no eres tu la que habla con Kagura? – maldita la hora en que le hablé de él – Podrías usar como excusa preguntarle como le van las clases de lengua.
– Podría – repetí con voz apagada – Pero tengo cosas mejores en las que pensar.
– ¿Cómo porqué no te hace caso? – adivinó ella – La idea de hablarle te mata del miedo ¿No?
Me levanté de un salto:
– ¿Te vas? – preguntó mi amiga, atenta a mi reacción.
– Voy a terminar el trabajo para Tomás. Nietzche me está dando muchos quebraderos de cabeza.
– Si no te distrajeras escribiendo cosas sin sentido, la filosofía del señor dinamita te sería más compleja.
– Sí, sí… lo que digas… – dije al colgarme el bolso al hombro – Nos vemos ¡Hasta mañana!
– ¿Te vas a quedar en clase estudiando? – me preguntó perpleja ante una decisión poco corriente en mí.
– Mi familia está haciendo reformas en la cocina, así que mi rincón de paz será como un concierto rock desde las nueve hasta las ocho de la tarde durante tres semanas.
– No me das pena – rió Aura, puesto que su familia tenía un restaurante y vivían encima del establecimiento.
Le sonreí amigablemente antes de darme la vuelta y volver hacía el instituto.
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sean misericordiososxDDD
¡Hola!
He encontrado algunos errores y palabras mal utilizadas que chocan un poco. Si no los encuentras, te digo por dónde andan.
Es algo personal, pero me gustan los relatos redondos, con su inicio y su final. No tiene por qué estar mal si a ti te gusta así.
Por cierto,¿por qué se llama «La cadena»? 😀
Lo he leído del tirón a pesar de que es bastante largo, hecho que indica que se me ha hecho ameno.Sigue así e incluso mejor.¡Ánimo!
esto es autobiográfico?
que va!XDDD entenderas de que va
Me gusta mucho, pero… ¿hay continuación? Tiene pinta de que sí (espero). Y también pregunto por lo de la cadena…
y aquí todos pendientes para saber si habla ella con el chico o si es el chico quien habla con ella. 🙂