El principio de un final (Cap. 1.2/3)

CAPÍTULO I
2a PARTE

Me levanté y seguí por detrás de él. Tenía un caminar pesado, pero chulo a la vez, como si intentara fingir que los rayos de sol junto a el calor no le afectaban en absoluto… yo, en cambio, cada vez jadeaba más fuerte, más cansada… parecía que el sol jamás se fuera a poner… y que el desierto jamás terminara, por delante de mí, dunas y dunas sin fin… y tenía la boca seca, la saliva se me formaba… pegajosa y molesta, al igual que mi vestido.
Y la pregunta de mis recuerdos seguía en mi mente, aunque aquel hombre supiera que no recordábamos nada… aunque al travesar el desierto nos los devolvieran… ¿por qué alguien que no era yo tenía mis recuerdos?
Me detuve.
– ¿Descansamos un rato?
– Claro, ¿a la sombra de algún árbol?
Seguía con aquella imperturbable pose, como si no estuviera cansado, aunque miles de gotitas de sudor recorrieran su frente y resbalaran por sus mejillas… su cuerpo también estaba sudado, y al igual que a mí, aquella suave camiseta blanca de hilo se le pegaba al cuerpo, remarcando sus trabajados pectorales y sus abdominales… el cabello también le daba un aspecto más salvaje y más… no sabría ponerle un nombre, solo sé que en aquel momento que se giró, un deseo que no sabía que tenía, surgió en mi interior… lo que quizás no esperaba es que él también se me quedara mirando en aquel momento, mis senos se transparentaban levemente a causa del vestido de fino hilo y del sudor… y mis pezones tensaron en aquel momento… mi rostro se sonrojó totalmente y aparté la mirada de él, noté como él también la apartaba, avergonzado.
Pero aquello no me había gustado nada.
– Quédate de pie y me das sombra, si quieres. Yo necesito descansar.
– O puedo largarme y dejarte aquí tirada.
– Pues lárgate y déjame tirada. Seguro que estoy mejor sola que no con un pervertido como tú.
Parece que di en el clavo, me miró frunciendo el ceño y endureció la mandíbula mientras apretaba los nudillos… me asusté levemente, aunque no creía que me fuera a pegar, tampoco conocía tanto el chico como para asegurarlo.
– ¿¡Pervertido yo!? ¡Eres tú la que va enseñando las tetas por aquí en medio! ¡No es culpa mía tener un mínimo de sensibilidad!- se calmó de repente, mientras arqueaba una ceja y esbozaba una cínica y divertida sonrisa- Además… tú a mí también me has mirado muy fijamente, ¿verdad…?
– No es culpa mía estar vestida con esta ropa, y no, no te estaba mirando a ti, estaba mirando hacia ninguna parte, del cansancio.
Se rió. Una risa jovial y divertida… nada más lejos de lo que el chico aparentaba, o quería aparentar.
Yo me dejé caer al suelo, encima de una de aquellas dunas… estaba cansada, y sudaba por todos los poros de la piel… intenté taparme como pude, pero aquel vestido me transparentaba ya el ombligo y todo… suerte que llevaba unas braguitas de color marrón claro, esperaba que tardara un poco más en transparentar…
Nada más imaginarlo me daba una sensación como de asco, porque aquel desconocido me viera desnuda… y yo tampoco quería verle a él, aunque había demostrado estar en muy buena forma… no sabía por qué, pero era como si hubiera alguna cosa que me atraía hacia él a la vez que lo rechazaba.
– Aun no me has dicho tu nombre.
¿Y eso qué importaba? En cuánto saliéramos de aquí no lo iba a ver en mi vida, y mejor así… había demostrado ser bastante imbécil el tio, aunque me alegró descubrir que de esto sí me acordaba al menos, aunque no me acordara del apellido.
– Kath.
Se sentó a mi lado, bueno a mi lado, a un metro de distancia casi… se quedó mirando el horizonte, mientras se quitaba la mochila de la espalda y la abrió.
Es cierto. Aun no habíamos mirado que había en las mochilas… yo también me quité la mía y la abrí… me di cuenta enseguida que llevaba la mitad de una tienda, una manta, dos botellas de aguas y dos paquetes de comida. Lo miré… esperando que dijera algo. Lo de la tienda era bastante obvio lo que representaba…
– Supongo que tú tienes la mitad de la otra tienda.- dijo, sacando un par de palos de la mochila y mostrándomelos, ahora sí que se le veía un aspecto cansada, asentí con la cabeza- Bien. Nada más faltaría que se hubieran olvidado media tienda a dónde fuera…- no pude evitar reprimir una sonrisa- También tengo varias botellas de agua y comida, y una manta.
– Como yo.
– Toma- me pasó una botella de agua, caliente- Más vale que vayamos gastando de botellas en botellas y no abramos varias a la vez.
– Gracias…
Cogí la botella y la abrí, para darle un sorbo… aunque caliente, no recordaba ningún momento que hubiera echado tan en falta un sorbo de agua… claro que no me acordaba de nada. Le di la botella a él, mirándolo de reojo, al terminar de beber la guardó y se levantó.
– Será mejor que sigamos, cuanto más avancemos de día mejor.
No protesté y me levanté con un suspiro… con cinco minutos, o el tiempo que hubiera pasado, no me sentía descansada, ni mucho menos… aunque un poco sí, quizás.
Seguimos caminando, él delante, yo detrás. Sentía mis piernas pesadas, y los párpados se me cerraban a causa del calor y el cansancio… no pude evitar sonreír aliviada al ver que el sol se empezaba a poner y que pronto dejaría paso a la luna… él también se dio cuenta, y se detuvo.
– Plantaremos la tienda aquí mismo.
Se sacó la mochila y la abrió, para empezar a quitar los palos y la lona, yo hice lo mismo, aunque con movimientos mucho más lentos que los de él. Entonces empezamos a montar la tienda…
– ¿Tú sabes cómo se hace?- me preguntó, cogiendo un par de palos de metal y juntándolos.
Lo miré, esbozando una leve sonrisa burlona.
– ¿Estás de broma?- él también sonrió…
Estaba muy guapo cuando sonreía… se pasó una mano por la frente, para quitarse el sudor… y siguió uniendo palos de metal, mientras yo intentaba hacer lo mismo… sin poder evitar ir mirándolo de reojo. Cuando nuestras miradas se cruzaban, me sonrojaba por completo y miraba hacia otra dirección.

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