Una noche, en una calle

Y lo que vio lo asustó tanto que quedo paralizado donde estaba. Una sombra se acercaba esquivando los tenues charcos de luz de las farolas de la calle con paso lento. Se detuvo, miró a ambos de la calle y acelero el paso. Era como un cazador midiendo a su presa, listo para atacar. Miguel intentó gritar, pero de su garganta no salió más que un silbido. El miedo oprimía su garganta y convertía sus piernas en bloques de cemento. No había escape.

Intentó tranquilizarse. Quizá no fuera nada, quizá fuera una persona que por pura casualidad también daba un paseo, a esa hora y en ese momento. Y la sombra como si escuchara sus pensamientos dio un paso dejando que las farolas lo iluminaran por completo revelando lo que a Miguel le pareció la cara de la muerte. Unos ojos enrojecidos, pero inteligentes, perspicaces, lo miraban directamente. Llevaba una chaqueta negra que dejaba ver la culata de un arma. Una torva sonrisa se empezó a dibujar en sus labios delgados, estiro sus delgados dedos y tocó el arma, su sonrisa se tornó a aun más malévola y sus ojos más perspicaces.

Miguel retrocedió (con un gran esfuerzo de voluntad), sin atreverse a correr. Le vinieron a la mente historias de personas que eran robadas y asesinadas en noches tranquilas y en calles oscuras como aquella. Miguel se estremeció al pensar que esa podía ser su última noche, que no volvería a ver a ninguno de sus seres queridos nunca más. Así que intento lo que cualquier persona en su situación intentaría lo que cualquier persona en su situación. Negociar.

–¿Qué es lo que quieres, amigo? –dijo Miguel intentando parecer tranquilo– te daré todo lo que tengo, pero no me lastimes –añadió vaciándose los bolsillos.

El hombre rio. Su risa sonó como un rugido que hizo eco por toda la calle desierta. Se callo repentinamente y dirigió a miguel una mirada en la que brillaba una perversa avidez. Miguel se estremeció. Ese hombre quería hacerle algo peor que matarlo, pero miguel no llegaba a adivinar en su mirada que podía ser eso. Tenía que hacer algo, lo que fuera, pensó mirando a su alrededor en busca de algún milagro. Y lo encontró…

El corazón le dio un vuelco.

Unos pocos metros detrás del misterioso hombre Miguel advirtió que se movía una alguien oculta por las sombras, vacilante.  Miguel sintió un chispazo de esperanza. Desvió la mirada para no alertar al hombre que lo mantenía en suspenso sobre si viviría o no. La mirada de miguel cambio del pánico a la muerte a la confianza de que viviría para contar lo que le había pasado a sus nietos mientras veía alegre las sorprendidas expresiones en sus caritas.

El hombre pareció notarlo porque la expresión de su rostro era de sorpresa, quizá imaginándose como alguien podía verse tan confiado frente a un hombre armado. Soltó otra sonora carcajada, que hizo agitarse a la sombra que seguía inmóvil detrás del poste.

–Terminemos con esto –el hombre finamente habló– porque debo…

En los pocos segundos que el ladrón, asesino, o quizá ambos, hablaba Miguel vio su oportunidad y aparentemente la sombra también (que dejo de ser una sombra cuando abandonó la protección de la luz la farola de la calle) y finalmente Miguel pudo ver cómo era La Misteriosa Sombra. Y lo que vio lo sorprendió. Una belleza de unos veinticinco años, una cabellera rubia atada en una cola fue lo que apareció bajo la resplandeciente luz de la farola. Miguel tuvo que concentrarse para no perderse en esos ojos azules que lo miraban con miedo… y perspicacia.

Miguel, quizá rompiendo algún record mundial, corrió hacia el hambre que tenia al frente y que planeaba matarlo o robarlo –no importaba– y lo agarro por la solapa, encarándolo.

–Querías que termináramos esto¿no? –dijo Miguel lleno de adrenalina.

El hombre se mantuvo con su sonrisa de quien tiene las cosas bajo control, pero su expresión cambio cuando un par de brazos se enrollaron alrededor del cuello.

–Te ayudare –dijo la muchacha resoplando ,seguramente tan excitada como Miguel.

Miguel se sintió como los protagonistas de las películas de acción se enfrentaban desarmados contra confiados villanos que no aprovechaban las oportunidades de matar al héroe. El pensamiento lo hizo sonreír.

Miguel llevó su brazo hacia atrás y le encajó el golpe de su vida al asesino o ladrón, o lo que fuera, justo en la mandíbula. El hombre ni se sacudió solo lo miro con unos ojos inyectados de sangre y llenos de odio.

–Oh, Miguel –dijo el hombre con voz tranquila a pesar de que su rostro mostraba una furia poseída, aciaga.

Miguel no tuvo tiempo de sorprenderse de que el hombre supiera su nombre porque en un movimiento inhumanamente rápido el hombre lanzó por los aires a la bella muchacha, que simplemente no pudo  pensar que esos dos extraños parados ahí, quietos, eran solo amigos y seguir hacia su casa con su despreocupado contoneo; que fue a dar, inconsciente, contra el poste de la farola tras la que estaba escondida. Después a él le dio un golpe, que fue más un zarpazo, y lo mandó a unos tres metros de distancia.

A Miguel se le nubló la vista. Sentía la cabeza como una tormenta. Cuando finalmente se le aclaró la visión vio que el hombre se acercaba a la muchacha y se agachaba a su lado. Miguel trató de gritar, pero el grito se le ahogó en la garganta.

La muchacha comenzó a gritar como si la torturaran.De repente se calló y el hombre se levantó.

Ahora el hombre se dirigía hacia Miguel con paso resuelto –como si hubiera conseguido algo que hubiera estado buscando por mucho tiempo–. Se agachó junto a Miguel y sacó su arma, y se la puso a miguel en la sien derecha. Apretó el gatillo. Miguel apretó los dientes, pero solo sintió un chorro de agua deslizarse por su rostro.

–Ves Miguel –la sonrisa del hombre se amplió– no tienes que preocuparte por tu vida… sino por tu alma –añadió el hombre.

Le puso la mano izquierda en la cara y Miguel empezó a sentir que moría, que le robaban la vida y que unas llamas lo envolvían. Y mientras el ladron-aseino o demonio le robaba el alma Miguel pudo ver que había sido de la muchacha que había intentado ayudarlo. Su cuerpo estaba intacto, pero Miguel vio en sus ojos lo que le esperaba a él… un vacio total, e inexorable

3 Comentarios

  1. rodriguezda dice:

    Hola, me gustó mucho tu cuento,muy buena la temática y los personajes. Detallas bien la expresiones :D. Te recomiendo leerlo una vez más, me parece que algunas comas están fuera de lugar y podrías agregar otras.

  2. Darthgavin dice:

    Muchas gracias Rodrigezda, voy a seguir tu consejo.

  3. Champinon dice:

    Es un relato bastante extraño, pero a medida que lees vas acercandote mas al tema y eso engancha.

    Creo que deberías tirar mas hacia la descripcion real de las cosas, que es realmente tu punto fuerte, y olvidarte todo lo que puedas de ser el más, o dar el golpe más,… esas cosas hacen que tus personajes pierdan credibilidad, puesto que el lector puede siempre sentirse identificado con alguien. En este caso miguel, y si le colocas como el más rapido, o el mas delgado, o el mas estupido del mundo ya no es tan facil parecerse a el. Puedes decir, delgado, rapido, o estupido, pero no abuses del superlativo.

    Por ultimo decirte que esto me rechinó:

    «Así que intento lo que cualquier persona en su situación intentaría lo que cualquier persona en su situación. Negociar.»

    Tienes que cambiarlo xDDD

    Sigue así! y hacme caso, centrate en lo que se te da mejor que sera como saques lo mejor de ti.

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