Por qué te echo de menos
- publicado el 22/05/2016
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La cortina del viento
En Auschwitz, durante la segunda guerra mundial, la cortina de una ventana era la silenciosa confidente de Daudeth. A la joven y hermosa judía, le había sido perdonada la vida, porque el capitán, Klaus Straffer, necesitaba una criada para todo servicio.
Y en una habitación, que era el lugar en donde ella debía acceder a los deseos más bajos del alemán; otras veces, también aquel espacio era terreno para desahogarse cuando se encontraba sola; aunque afuera, a unos cuantos metros, constantemente escuchaba lo que sucedía en aquel campo de concentración.
Desde aquella ventana, la joven, por el sólo echo de querer respirar aire, observaba los horrores más grandes cometidos por el tercer Reich. Impiedades que más dolor sumaba a su ser.
Cierto día, ocho hombres abusaron de ella. Después de aquello, apenas se pudo levantar de la cama y se dirigió hacia la ventana. Tres soldados afirmaban a una mujer embarazada que en ese momento iba a dar a luz. La fémina colgaba de sus manos desde un madero, pues no podía parir. Los gritos y la escena, más helaron el alma de Daudeth. Pronto, vio llegar a escena al capitán Straffe; quien provisto de un cuchillo y rapidez, abrió el vientre de la judía, tomó al bebé, le cortó el cordón de unión, y lo arrojó a los perros. Luego, sacó su arma y disparó en la cien de quien ya jamás sería madre.
Y en una habitación, que era el lugar en donde ella debía acceder a los deseos más bajos del alemán; otras veces, también aquel espacio era terreno para desahogarse cuando se encontraba sola; aunque afuera, a unos cuantos metros, constantemente escuchaba lo que sucedía en aquel campo de concentración.
Desde aquella ventana, la joven, por el sólo echo de querer respirar aire, observaba los horrores más grandes cometidos por el tercer Reich. Impiedades que más dolor sumaba a su ser.
Cierto día, ocho hombres abusaron de ella. Después de aquello, apenas se pudo levantar de la cama y se dirigió hacia la ventana. Tres soldados afirmaban a una mujer embarazada que en ese momento iba a dar a luz. La fémina colgaba de sus manos desde un madero, pues no podía parir. Los gritos y la escena, más helaron el alma de Daudeth. Pronto, vio llegar a escena al capitán Straffe; quien provisto de un cuchillo y rapidez, abrió el vientre de la judía, tomó al bebé, le cortó el cordón de unión, y lo arrojó a los perros. Luego, sacó su arma y disparó en la cien de quien ya jamás sería madre.
Y aquella cortina movida por el viento, una vez más, fue lo único que Daudeth encontró como refugio cuando brotaron sus lágrimas con impotente silencio.
En la tarde de ese día, el mismo capitán fue quien la encontró sin vida en aquella habitación.
Con la cortina que tantas veces movió el viento acariciando su rostro durante tanto tiempo, se ahorcó en una viga.
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Guau! Qué tétrico! La forma de dar a luz me ha puesto los pelos de punta.
Si es un relato mazo de duro :S, la imagen le va al pelo.
estoy con lascivo y newowen; es un relato muy duro, casi agobiante. creo que conseguir eso en algo tan cortito es muy complicado.
por eso, me ha gustado mucho 🙂
Bueno pues.Así y peor, han de heber sido aquellos tiempos.Gracias a todos por leer y comentar.
Un abrazo