MI MOTOR...
- publicado el 04/06/2015
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La Voz (parte I)
(Trece trece trece TRECE ¡trece!) ¿¡Qué!? El grito resonó en su cerebro como si tuviera un altavoz adherido a su tímpano. Miró a su derecha, sobresaltado y constató que su mujer seguía durmiendo tranquilamente sobre la cama. Al parecer no la había despertado con el grito final de su ¿pesadilla?. “He debido de gritar aún en sueños. Qué…
(Trece trece trece TRECE ¡trece!) ¿¡Qué!? El grito resonó en su cerebro como si tuviera un altavoz adherido a su tímpano. Miró a su derecha, sobresaltado y constató que su mujer seguía durmiendo tranquilamente sobre la cama. Al parecer no la había despertado con el grito final de su ¿pesadilla?. “He debido de gritar aún en sueños. Qué
(trece)
raro”, estaba pensando cuando aquel dolor volvió a atacar sus sienes. Maldita sea, sentía como si la cabeza le fuera a estallar. Decidió ir a la cocina a por un vaso de agua, echar una meada y volver a la cama. Miró el reloj de la mesilla, a su izquierda. Eran las dos y trece minutos de la noche. “Vaya, qué curioso”. Con cuidado de no mover demasiado la sábana, sacó una pierna y puso el pie en el suelo. La habitación matrimonial que compartía con su recién adquirida (esclava) mujer era pequeña, muy pequeña. La cama, de
(trece)
dos metros de largo y uno cincuenta de ancho, pies mirando hacia la puerta, la ocupaba prácticamente por completo. Si al menos los (desgraciados) avaros de sus padres hubieran tenido la decencia de, aunque fuera, dejarles prestado su pisazo en las afueras… pero no, nada de eso. Eran unos verdaderos judíos, tacaños a más no poder. Y ella no había dicho ni mu. Tonta, como todas, no era más que una vulgar tonta. Apoyó el otro pie y se irguió. Pero estaba muy buena, joder. Valía la pena que fuera tonta.
En penumbra, con la pálida luz lunar que dejaba filtrar la persiana a medio bajar, contempló, o más bien intentó contemplar su imagen en el espejo de la puerta del armario. “Con tan poca luz no se aprecia toda la belleza de mis treinta años”, pensó irónicamente mientras en el espejo un hombre ciertamente tripudo y en calzoncillos se tocaba la panza (TRECE). ¡Otra vez ese dolor! Quizá debería tomarse una aspirina además del (trece TRECE) vaso de agua. ¡Mierda! La cosa iba cada vez a peor. Dejó de sobarse el estómago y giró hacia la puerta del dormirtorio, pero su movimiento fue tan rápido que pudo escuchar el sonido del dedo meñique de su pie derecho al chocar contra la pata de la cama. Apretó
(TRECE)
los dientes, la cabeza seguía palpitándole, ahora acompasada con su pie. ¿Se habría hecho una herida? ¿Sangraría? “Bah, que lo limpie ella mañana”. Salió y entornó la puerta hasta dejar sólo una rendija, para que la luz no la despertara, y buscó a tientas el interruptor. Lo encontró (trece trECE) y lo aporreó con la palma abierta de la mano. Nada, continuaba la oscuridad. Se le estaban empezando a hinchar las pelotas. “Menuda mierda de piso, se ha vuelto a fundir la bombilla del pasillo”. A él no le gustaba la oscuridad, tenía probablemente una fractura -o al menos una fisura- en el inútil meñique de su pie y para colmo, aquella puta voz que parecía habitar en su cabeza no paraba de repetir el mismo número una y otra vez. “¿¡Trece qué!? ¿¡Qué, joder!?” gritó mentalmente. Que le den a la luz y a la oscuridad. Un hombre de verdad no le tiene miedo a la oscuridad. Claro que no.
(treeeeeeeceeee)
Ahora la voz parecía susurrar. ¿Se estaría volviendo loco? No, seguramente serían solamente los restos de alguna pesadilla que no conseguía recordar. Se pasaría enseguida, seguro. Giró a su izquierda, con el plano del piso en la mente, y dio (TRECE) trece pasos -”vaya, qué curioso, has acertado, vocecilla, ¿eh?”- hasta que su mano topó con el pomo de la puerta de la cocina. Estaba empezando a sentirse mal. No ya físicamente, el pálpito arrítmico -”¿por qué arrítmico? No debería ir acompasado con el corazón? Joder, no me irá a dar un infarto o cualquier otra mierda de esas…” – de su cabeza y su pie eran motivo suficiente para estar hecho un asco. Era la sensación de que algo iba mal. ¿Se habría ido la luz? Sintió una punzada de pánico pero consiguió
(treeeEEEEECEeee)
dominarse. Otra vez la vocecilla. No, definitivamente aquello no iba bien. Empujó la puerta de la cocina y se abalanzó hacia la nevera. La nevera tendría luz. Ya agarrado el tirador, pero antes de llegar a abrirla, una sombra negra que habitaba en su visión periférica, sobre el ya de por sí oscuro suelo le dio un vuelco al corazón. ¿Sería ese maldito gato negro? Ya iba a tocando la hora de poner fin a esa historia. Algún día se tendría que decidir a coger un cuchillo y cargarse al puto animal mientras durmiera. Oh, sí, así por fin dejaría de molestar. No era suyo, pero su muj…(treeeeeeece) la puta de su mujer lo dejaba entrar, le tenía lástima. ¿Y si lo hacía ahora mismo? A la mierda las vocecillas, el dolor de cabeza y del pie, se tomaría una aspirina y se lo cargaría. ¡Buena idea! Abrió el cajón y cogió un cuchillo de sierra -”así disfrutará de un sufrimiento acorde al mío, no he hecho más que aguantar desde que apareció esta inmunda bestia”-. Se giró y comprobó que la forma de la sombra que había visto antes era la de un gato. “Seré miope, pero no estúpido”, pensó incoherentemente.
(trece)
Tomada la decisión de poner fin a la vida del felino, se agachó y comenzó a moverse lentamente hacia la pared que se encontraba a la derecha de la puerta de la cocina. Debajo de la silla es donde parecía estar durmiendo el bicho. Alzó la mano portadora del arma, cerró los ojos -“trece puñaladas, sí, a ver si ahora te callas”- y saboreó el momento. Probablemente al matar al gato las voces se acallarían. Sí, era más que probable. Agarró el cuchillo con las dos manos y lo bajó.
- Escribir - 07/06/2011
- La Voz (parte III) - 08/09/2009
- La Voz (parte II) - 07/09/2009
Es la primera parte de un relato algo más extenso de lo que esperaba al principio (al final me salió de unas 4.000 palabras). Realmente está pensado para leerlo de un tirón, pero para adecuarme a las normas me ha tocado dividirlo en tres partes como buenamente he podido xD
Mañana publicaré la segunda.
Ah, y es agradable volver a leeros después de haber estado desaparecido un tiempo 😛
joooooooooooooder!! k trepidante!
y un estilo original, me gusta cómo metes esa voz tan pesada. Es desquiciante.
buah, me tiene enganchadisima esta xD
esta guay, me gusta la manera en que describes la situacion y metes la voz, al final acabo poniendome nerviosa yo jajaj