Si fuese por Pájaros, humo

Ya el pájaro no estaba.

«Un cigarro tarda en consumirse lo que dura un relato corto leído con el aprecio de modular la voz.»

Pero sí, aquel volador parecía haberse esfumado.

Incurrí en buscarlo repetidas veces; alcé la mirada y solo escuché el estruendo del viento al arañar los edificios; mientras obligaba al cigarro a consumirse, examiné cada porción de terreno con calma, sin prisas, hasta que repentinamente un ave, o un aleteo o una ligera pluma, cortó en diagonal, de izquierda a derecha y de abajo a arriba, la imagen rectangular de mi campo visual( imaginar una secuencia cinematográfica, si queréis.)

Para poder referir este fenómeno, se me ocurre poetizar el corte llamándolo «estela».

Y, relevando a la anterior, de nuevo el pájaro no estaba.

Otra calada automática.

Tengo que dejar de fumar, lo sé.

Con esperanzas, por el rabillo del ojo, oteé sendos espacios ( nubes, tejados, árboles…) pero la ventisca se había armado de ira, y el volador pudo haberse precipitado sobre alguna suerte de muro.

Desesperanzado, hundí ( hundiendo = estocada literaria común, pero visual) la mirada en la tierra con broza.

Había un algo extraño y oscuro.

No sé que llegué a creer que era: me acerqué flaqueando yo o las piernas.

Estaba tieso, como muerto; y maldición, todo encajaba.

«Uno suele aplacar sus frustraciones sobre las propias incapacidades( físicas o mentales) con los sueños; sucede que, previsiblemente, volar nos pirra en el caso hipotético de que.«

He oído decir que los pájaros si de algo pueden estar seguros es de, mientras nos contemplan desde arriba, conocer la naturaleza de nuestro anhelo al vuelo( previo despegue).

En realidad, volviendo al objeto misterioso, era barro.

Ahí me estuve quieto un tiempo, mirando y con el humo quemando.

El intervalo pudo hacerse segundos o eterno, pero la fuerte brisa siempre se oye cuando uno menos se lo espera.

Yo seguía incrédulo y curioso: Allá, bajando el terraplén, encima de un altar que hacía de las veces de la plataforma de un parque infantil, una gruesa rama perfecta para repartir mamporros; Allí, a un metro, una hoja con ademanes de pluma ocultada bajo el peso del garrote.

Así el palo por lo que podríamos calificar de mango de un arma, recogí la plumada lámina vegetal y acto inmediato, una sensación ajena, reconfortante, brutal me descolocó…

El viento soplaba.

Bastante, de hecho.

Cavilé, casi aturdido, por un momento, un supuesto y enfermizo asesinato.

Y aquí, seguramente parte de la información haya seguido su propio curso bajo mi influencia, quiero mencionar que sin tergiversar más la realidad objetiva( si existe), el resultado es el que es. Para llegar al último paso, es decir: la resolución; habré podido codear con ciertos amigos, a saber: la esquizofrenia creativa y la sugestionable sugestión ( posteriores, las dos, al acontecimiento), pero decíamos que el fruto de la maduración, es la manzana verde, y no la pera, y no el plátano, y no la fresa, y seguro que tampoco la manzana «fuji».

Espero haberme explicado bien( llevo varios intentos, y esta parece la definitiva).

¿Conocen ustedes algo en relación al oído absoluto?-escuchar una nota y saber cuál es.

Contemplando cómo osan las aves al mundo terrenal aquel imaginario pájaro muerto de tierra, demasiado familiar, demasiado insustancial, demasiado real, con un palo y una hoja en distintas manos, atisbé con deliciosa precisión la situación que acontecía.  Me contemplaba mi padre desde la puerta del jardín que se cerraba silenciosa.

El viento… El cigarro en la boca.

«Papa, yo no fumo».

Un móvil de madera parece sonar.

Retumba la puerta al clausurar.

lamuen
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1 Comentario

  1. kaldina dice:

    Me gustó la forma en que vas hilando el relato, también tienes metáforas muy poéticas, que le dan a uno como lector una imagen interesante, me gustó esta «solo escuché el estruendo del viento al arañar los edificios»

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