HIELO: PRIMERA PARTE

Semana 3

Hay un barco inmóvil en algún lugar del Ártico, aguardando estoicamente el deshielo que este año llegará con retraso. El hielo aprisiona en un abrazo implacable el casco rojo de la nave de investigación, mientras el viento aúlla entre mástiles y antenas. La gente vive en el interior gracias al Wi-fi, gruesos jerseys de lana y cafés de dudosa procedencia, para aderezar las maratonianas jornadas de trabajo.

[…] Y es que según el IPCC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático) no existen registros previos comparables a esta situación de extrema dureza climática. Según S. Reinhardt, presidente del comité de emergencia del Max Planck Insitute für Meteorologie: “Nos encontramos inmersos en una situación excepcional que ninguno de nuestros modelos había previsto. Sin embargo, podemos asegurar que esta situación es puntual y que está directamente relacionada con el reciente descenso de la actividad solar”. Ante la mención de la Nueva Edad del Hielo pronosticada por ciertas voces disidentes de la comunidad científica, Reinhardt se muestra tajante: “No existe evidencia alguna de que hayamos entrado en una etapa glaciar, así que cualquier afirmación en este sentido tan sólo responde a la intención de crear alarma social y vender productos o la salvación divina”. Era glaciar o no, lo cierto es que los inviernos de los tres últimos años han sido los más duros en Europa y Norte América en varios siglos. Vías de comunicación cerradas, escasez de combustible y centenares de vagabundos muertos en las calles en toda Europa, ante la insuficiencia de albergues. Los ancianos coinciden en esta ocasión con los científicos y […].

Garrido deja la lectura con un click sobre el aspa roja de la ventana del periódico online. Piensa que por hoy ya ha recibido la dosis recomendada de sandeces que cualquier médico sensato le recetaría. Se acerca a la cafetera y se prepara un brebaje espeso que le cae como una bomba en el estómago, pero que le alivia del sopor que le produce el calor de la calefacción y el ronroneo de los generadores que llega desde los intestinos del barco.

Abandona la solitaria sala común, provista de ordenadores con acceso a internet, máquinas expendedoras y cafeteras con precios asequibles, y baja por escalinatas y pasillos a los laboratorios “Nobel”, donde su equipo trabaja con los testigos de hielo desde hace ya cuatro meses. A bordo del «Polar Star» hay quince equipos de investigadores, formados por un ejército de biólogos, físicos, matemáticos, químicos, informáticos e ingenieros procedentes de más de veintisiete países, trabajando en diversos proyectos relacionados con la investigación en el cambio climático. Garrido piensa que al barco no le faltan comodidades, pero ya echa de menos el ruido de Madrid y el aire libre, por muy contaminado que esté. Las raíces son las raíces. De alguna forma, echa en falta tragarse el humo de los taxis mientras corre cada mañana por los pasillos de las cuatro cubiertas del barco.

Al entrar en el laboratorio se encuentra con la misma escena que media hora antes. Marta está inclinada sobre el integrador del cromatógrafo registrando la composición de gases de la sección de un testigo. Los testigos son cilindros de hielo que han sido extraídos del hielo por una perforadora, que ahora aguarda empaquetada en las bodegas del barco, hace ya unos meses. En ese hielo quedaron atrapados en épocas remotas gases y microorganismos, más antiguos conforme aumenta la profundidad a la que se encontraron. Ahora, los científicos usan esa especie de fósiles para reconstruir el clima pasado y hacer previsiones sobre el que está por llegar.

Se acerca furtivamente a la nuca de su doctora favorita, y la besa suavemente bajo un tirabuzón rebelde que ha abandonado la cola de caballo.

-No seas tonto. -Marta está absorta en su tarea, como casi siempre, y no le gusta que le molesten.

-Ha salido “Reinjar” en El País. A ver si así dejan de decir chorradas. -Manuel Garrido se sienta con fastidio en su mesa de trabajo.

-Oye, ¿qué tal está David? -Marta se vuelve y le mira, dejándole ver sus profundas ojeras.

-Igual.

El pequeño hospital de a bordo está abarrotado de pacientes aquejados con una extraña enfermedad digestiva, y ya se han acondicionado salas supletorias para los enfermos. Quizás se tratase de algún alimento en mal estado, o algún problema con la depuradora. El caso es que hace dos semanas que se registraron los primeros casos, y ya han muerto dos personas. Un ingeniero belga y un biólogo norcoreano. Las esperanzas de evacuar a los enfermos son escasas. El “Polar Star” lleva varado en el hielo desde diciembre, y parece que el deshielo no llegará en la fecha prevista.

Hay provisiones de sobra y los generadores funcionan a pleno rendimiento, así que la situación es llevadera si eres capaz de soportar los crujidos lastimeros del metal y la sensación de vivir en una diminuta y frágil isla en medio de la nada, en pleno Ártico. Garrido ya se ha acostumbrado a vivir en un barco medio enterrado en el hielo, atrapado por una tenaza implacable que estremece las cubiertas y hace rechinar las castigadas planchas de acero y saltar remaches en las paredes de la bodega. Sin embargo, se le hace muy difícil tener que respirar el mismo aire enrarecido que todos esos enfermos.

Segunda parte

Gonzalo López Sánchez
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1 Comentario

  1. Lascivo dice:

    Creo que está genialmente narrado. Aunque aún mucho miedo no da. Supongo que tendremos que esperar a los siguientes capítulos. Recuerda enlazarlos con links o usar el foro para organizar tu relato por capítulos, porque si no, cuando preparemos la votación, va a ser un lío.
    No te voy a comentar mucho con espíritu crítico, al menos hasta que vea por dónde van los tiros. Eso sí, creo que esstás bastante bien documentado, y repito, la narración es excelente.

    ¡Un saludo, Xplorador!

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