El significado de la responsabilidad
- publicado el 16/12/2008
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El reencuentro con Alicia
Ya quedaba poco para que terminase uno de los periodos de lo que antes denominaba «confinamiento salmantino». Ciertamente, quedaba muy, muy poco. Y si ya tenía ganas de llegar a casa, para encontrarme otra vez con mi vida, ésa que se queda en tu habitación y no quiere salir de allí, la conversación que tuve por Tuenti con Alicia, me dio un subidón que me hizo imaginar que podía adelantar los relojes con la mirada.
Me decía algo asi como que tenía una pequeña actuación para un acto social de carácter histórico, en el cuál cantaría tres pequeñas operetas, que por si fuera poco, y como Dios manda en la ópera, serían en italiano, esa lengua que me hace estremecer desde la punta de los pies a la coronilla, desde el más suave «Ciao!» hasta el más dulce «Amore mio». Estaba claro, el jueves de esa semana, sería enterito para ella.
Así que allí me fui, al Cantón de Molíns, el más que mítico paseo ferrolano, colindante con el edificio de la Fundación Caixa Galicia, el edificio de Correos, los baretos cutres en los que malgastamos perras y sábados buscando algo más de lo que teníamos en el instituto, y «El cenicero», aquella plazoleta circular que tantas veces había sido partícipe de secretos, líos, vómitos, calimochos derramados, y cubalitros mal tragados.
De repente me sentí algo extraño, rodeado de personalidades que iban allí a recordar cuán valientes habían sido algunos miembros de su familia en los levantamientos del proletariado de los tiempos finales de la dictadura, y otras que iban a colgar galones en su vida más que digna como conocidos historiadores, sociólogos,y políticos, tanto alcaldes, como concejales. Sentía que hasta el guardia de seguridad que miraba con fastidio el panorama de charla y parloteo que se vivía en el vestíbulo, pintaba allí más que yo.
Sin embargo, me compuse, a fin de cuentas, en eso siempre fui experto, y me adentré en el salón en el que tendría lugar la actuación.
Esperaba con entusiasmo el ansiado momento en el que mi amiga saliese a deleitarnos a todos con su voz de soprano. Y entonces ese momento, llegó. Apareció vestida de negro, con un escote de infarto, seguida de María, que la acompañaría al piano. Y ahí, justo ahí, decidí que el mundo volvía a girar de nuevo, cuando hiló con su fina voz el viaje en barca por el cielo del Mundo que deseé que no terminara jamás.
Pobre, mi Alicia, nerviosa como estaba, solista en un acto en el que todo el mundo te mira a ti. Esa sensación, es horrible.
Tras la tercera canción, que ponía punto final al acto, y que me hizo sentir como si nada me hiciese daño, salí y esperé a que saliera por algún lado la soprano que con tanto afán quería yo ver, abrazar, y felicitar por el maravilloso trabajo.
Y salió, y fue felicitada, y por mí, más que por ningún otro, que ya con mi mirada le decía todo. Y entonces sentí, supe de verdad, que asistía al nacimiento de una estrella que tendría que ser consagrada por fuerza, y que para aquéllo, no podía quedar mucho.
Y la abracé, y hablamos, y conversamos en un dueto que quedó solo en palabras, esperando el momento, para hacerse canción.
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Que obra tan sentimental ^^
Me ha recordado a mi infancia, cuando tocaba la flauta travesera en un conservatorio y también daba clases de coro y solfeo… que tiempos aquellos snif, snif.
Esta chica es pianista, aparte de soprano, y una decidida a ser soprano profesional en óperas. Es la Alicia aquella mágica, y quería darle un bonito final a aquella descripción que os supo tan bien a unos cuantos. 😀
Si, recuerdo ese relato ^^
Pues ahora tendrás que escribir más sobre Alicia o una muchedumbre furiosa te rodeara exigiendo más relatos. Es tu castigo por escribir tan bien xD
PD: lo siento, mi cerebro está colapsado de tanto estudiar estos días. No tengais en cuenta mis tonterias xD
Jajajajajajajajajajaja. Descuida, y suerte con los examenes! 😀
Qué bien narrado, Acubo. Y expresado. Mis felicitaciones, apenas cambiaría nada, lo que lo hace prácticamente inmejorable. Sólo un detalle me ha chocado: en los dos últimos párrafos empiezas con «Y…», lo cual no está mal, pero se hace repetitivo. Hace años era tabú empezar una frase con una conjunción (ya que por definición una conjunción sirve proncipalmente como nexo entre sintagmas o proposiciones). A mí personalmente me gusta romper esa «regla no escrita», aumenta la expresibidad, pero bien es cierto que el abuso, aunque sea poco (en este caso), puede ser algo excesivo.
Fíjate cuánto digo de una chorrada, ja, ja, ja, pero bueno, es que no se le puede sacar nada malo a este relato, algo había que decir 😉
Un saludo, ¡nos leemos!
Me alegra un montón tener un comentario tan crítico, Lascivo, no creas.
Conozco esa norma, y la de veces que me tuve que tragar frasecillas porque a algunos profesores de Lengua les parecía espantosa. (¬¬)
El caso esque ahí busco un refuerzo del momento en el que se termina la actuación, que casi se puede considerar una mera formalidad, algo trivial, y ensalzar el momento en el que me encuentro con ella. No son, si te fijas, los dos últimos párrafos, si no las trés últimas oraciones. 🙂
En cualquier caso, muchas gracias, Lascivo. 😉
Estamos para esto hombre 🙂
Y, más que crítica, te animo a que rompas con esa y más reglas. Algunas son absurdas. Y rompiéndolas bien rotas se consiguen cosas chulas.
Supongo que te dije los dos párrafos y no las tres oraciones porque me parecía más llamativo al principio del párrafo.
¡Nos leemos!
Posiblemente! 😀
Un saludo, Lascivo.
Ci leggiamo!