Por qué no se debe
El amor les duró aquella vez
lo que dura un recuerdo.
Un “collage” fabricado de nada
para noches sin dueño.
Hubieron juntados sus labios
para olvidar el frío;
para olvidar corazones quebrados
en la miel de un amigo.
Entendiendo que aquello era azul
no se generarían problemas,
no podrían romper su amistad
si no existiera el dilema.
Pero aquella “sit com” española
acabó cuando en el juego
de amor sin amor para dos
apareció un tercero.
– “Si cumplimos cuarenta – entre risas –
y estamos los dos solos, de nuevo,
recuperemos lo que hemos tenido.
En evitarlo estará nuestro reto”.
Así, se dijeron adiós;
así, entre jijijajajeos;
así, se dijeron adiós
y, a él, le pareció un hasta luego.
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