El reino de la felicidad
- publicado el 09/02/2014
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La Tristeza de la mujer que espera
Por una palabra traviesa o una sonrisa coqueta la mujer espera. La alfombra ha perdido su acolchado en la zona alrededor de la mesa del teléfono. Revisa si tiene tono y cuelga con la oreja prendida de él. Observa por la ventana los girasoles muertos en el balcón, su brazo se cae y un aroma etílico inunda la habitación, mira la copa aún asida a la mano inerte, cerca a los hielos condenados a morir en la alfombra, suspira entre un ronquido que le sale por la tráquea a medio desprender. Igual, había perdido las ganas de beber.
Vuelve la vista a los girasoles y añora las mañanas en las que su olor se colaba bajo las cobijas, mezclándose con el aroma de la bestia óctuple con la que jugaba a enlazarse; ella solo se dejaba envolver. Piensa en los besos con sabor a café, arepa, a veces a Korn Flakes, en la atmosfera de crema de afeitar, jabón de avena, periódico dominguero. Una vida tan remota que podría ser eco de una existencia anterior. La mujer de sus recuerdos no se parece en nada a la mujer gris que espera detrás del cristal.
Cierra la cortina de un tirón. El otro brazo se suelta con un quejido de articulación rota. Da unos pasos hacia atrás y cae sentada. Ríe y la convulsión le enreda el estómago en los intestinos, la risa es refrescante y le deja una sensación extraña en el pecho, se había deshabituado a reír. La mueca le desencaja la mandíbula y le da paso a un llanto desigual. Nada le duele ya, ni la soledad, ni la frustración, ni la impotencia. El hilo invisible que la mantenía unida se fue deshaciendo – puntada a puntada – hasta que lo único que queda de ella es el eco de su llanto que se pierde entre las paredes.
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Un poco frío el tono como para hablar de tristeza… Da el aspecto de una actriz de los años 50, venida a menos por la edad… Pero no me da sensación de pena, sino de patetismo (no el relato, la «actriz»).
Creo que es un buen relato. Fluye sin muchos sobresaltos aunque en ocasiones, quizás, necesite más cocedura. La autora deja filtrar la tristeza de la protagonista con naturalidad y en pequeñas dosis hasta que se le acabó el relato. Para mi gusto, en el título la palabra “tristeza” sobra porque “explica” al relato… no lo titula.