Micro Relato
- publicado el 15/11/2013
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El salvaje al este del oeste americano
I. Prólogo
Mi intención al publicar este trabajo de investigación no es buscar fama o dinero, nada más lejos de ello, no me hace falta pues fama y dinero ya tengo y no necesito más. Mi única pretensión es que quién lea esto tenga otra visión, quizás la verdadera, de lo que en realidad fue el salvaje “Al este del oeste” americano, visto desde el prisma de una de las tribus más emblemáticas de aquella época.
Sé que no será una empresa fácil de llevar a buen puerto porque ya tenemos ideas preconcebidas de lo que era aquello. Durante muchos años y sentados frente a nuestro televisor hemos visto multitud de películas de “al este del oeste”, de indios, de vaqueros, de vaqueros y algún que otro indio, y un largo etcétera de estilos. Quién no recuerda películas como “Un hombre llamado caballo” ”Tú perdonas yo no” ”Por un puñado de dólares” ”Los siete magníficos” «Bailando con lobos” “Murieron con las botas puestas”, y un largo etcétera.
En la mayoría de ellas, si salían indios, no les quedaba más remedio que ser los malos del peliculero film. Seres salvajes hablando siempre en monosílabos sin ningún tipo de conciencia con el único cometido y objetivo en la vida de arrancar cabelleras a diestro y siniestro, cuantas más mejor, no olvidándonos de los esquiroles que ayudaban a esos fornidos soldados de caballería y que hacían funciones de perro pachón. Los pobres indios lo tenían todo en contra porque ya del armamento del que disponían….mejor ni hablar. Los soldados iban armados hasta los dientes, Colt de todos los calibres habidos y por haber, cañones inmensos, pero los pobrecitos de los indios, queridos míos ¿Qué?, míseras flechitas que veíamos recorrer la pantalla de nuestro televisor de un lado para otro sin ningún rumbo fijo. A lo mejor alguna vez y casi al final de la película conseguían darle a algún soldado, pero eran las menos, eso sí, los mayores porrascazos, que casi siempre eran tomas en primer plano, se los pegaban los indios cayéndose de los caballos abatidos por la gran puntería del protagonista de turno, el gran hombre blanco que casi ni le hacía falta apuntar, había tantos indios que a alguno le tenía que dar, por cierto, toda la película se la pasaba pegando tiros y nunca se le veía cargar el revolver.
Por todo esto me gustaría que abrieseis vuestra mente y cuando hayáis leído los resultados de mi estudio, opinéis, porque seguramente habréis cambiado vuestra percepción y otra realidad habrá pasado a formar parte de vuestras vidas. ¡Señoras y caballeros!, esto no es el guión de ninguna película ni hay ningún director que haga de su capa un sayo. Aquí leerán ustedes el resultado de muchos años de intensa y científica investigación abaladas por pruebas tan fiables como las del carbono casi 14 y del ADN de las muestras con las que tropecé accidentalmente.
Mi nombre es Wallace Wayne, Dr. Doble W para la comunidad científica. La profesión a la que he dedicado mi vida ha sido y sigue siendo la paleontología y la antropología. Según lo que encuentre por ahí pues me decanto por aplicar una especialidad u otra. Mi currículo vitae está repleto de multitud de doctorados “Honoris Causa” por tal o cual universidad, aparte de haber sido galardonado en numerosas ocasiones con premios que no considero imprescindible describir pues podría estar año y medio haciéndolo. No es mi deseo vanagloriarme, sólo pretendo que los lectores tengan en consideración que esto no lo está escribiendo un don nadie sino alguien que sabe lo que dice y que a las pruebas se remitirá.
II. La casualidad los puso a mis pies
Había ido en multitud de ocasiones a los Estados Unidos. Siempre fue por motivos estrictamente de trabajo pero esta vez no iba a ser así, en esta ocasión fui a visitar el Gran Cañón del Colorado como cualquier otro turista, un turista de a pie que si mis huesos lo llegan a saber antes….prontito, porque fijo que hubiese alquilado alguna moto de trial o algo para andar por allí porque el cañoncito de las narices tenía tela. Bajar, aunque complicado y con algún resbalón que otro aún tenía pase, pero es que subir…., ¡Mother of the wonderful love!, ésta es una expresión que utilizamos mucho en Londres, creo que en español viene a significar algo así como ¡Madre del amor hermoso!.
Pues como iba diciendo, subir por aquellas kilométricas cúspides había que pensárselo, de hecho tanto lo pensé que no subí hasta el último día, día en el que precisamente ocurrió lo que nadie hubiese esperado.
Mi estancia en el cañón fue sencillamente maravillosa, la única decepción es que aparte de perder tres semanas buscando el dichoso gran cañón también perdí una apuesta que hice a mi salida de Londres con un amigo y compañero de profesión. La apuesta era que si en Colorado había un cañón, fuese grande o pequeño, tuviera aún pólvora o no, yo lo encontraría.
Por más tesón que puse en este empeño no lo encontré y deduje yo solito que el gran cañón debía de ser todo aquello, lo del “colorado” sigo sin entenderlo pero quizás sea o por el color que tiene aquel abismal paisaje, o por el color que se le queda a uno en la piel tras estar castigándole el sol de manera tan inmisericorde durante todo el día, aunque a decir verdad tampoco es que me importe mucho, será una duda que podré asumir sin ningún tipo de sentimiento de inutilidad.
Después de aclarar mis dudas sobre si comenzar la ascensión o quedarme allí para el resto de mi vida, al despuntar el Alba y con la fresquita comencé a ascender. Me lo tomé con calma, sabía que me lo tomara como me lo tomara, de todas formas mis primeras canas iban a nacer en aquel colorado lugar, así que para qué iba a ir deprisa. Aprovechando un descansillo que por casualidad encontré, hice una parada, los pocos descansillos que había por allí no eran de menospreciar porque sabe Dios cuál sería el siguiente.
Con la mirada perdida en el infinito y el pensamiento naufragando en mi razón me percaté que mis ambos dos pies estaban comenzando a entrar en ebullición y a pedir angustiosamente
auxilio. Estaban a punto de salirse de las botas de lo hinchados que los tenía y debía con urgencia liberarlos de ese suplicio, ¿Con qué me encontraría cuando me quitase las botas?, imaginé que mis pies estarían despellejados vivos. Me fue imposible mirarlos, así que temeroso y con los ojos cerrados los liberé. Por mi cabeza pasaron imágenes de amputaciones y demás operaciones quirúrgicas a las que seguramente debería enfrentarme, y lo peor es que no tenía hielo a mano para en el peor de los casos poderlos conservar hasta que un cirujano me los injertase de nuevo. También pensé que no tenía ningún rotulador para marcar cuál era el pie derecho y cuál el izquierdo.
Me preocupaba enormemente que debido al grado de deterioro en el que se encontrarían se confundiesen de pie y me los pusieran al revés quedando extrávico de pies para toda la vida (cómo divaga la mente a veces en situaciones de riesgo).
Con los ojos siempre cerrados introduje mis pies en el lecho de aquel arenoso suelo. Mis ambos dos pies se consolaron al contacto con aquella fina arena y ya no me dolían, asustándome si cabe aun más este hecho,¿Cómo era posible ese cambio tan drástico en su dolencia?. El susto se convirtió en cuestión de segundos en un acojone de dimensiones difícilmente cuantificables porque enseguida lo tuve claro. Mis pies habían dejado de existir como tales, habían aguantado hasta ser libres. Entre este posible fallecimiento y la realidad sólo había una fina línea que cruzar que no era otra que abrir los ojos y comprobar qué había pasado por muy duro que me resultase.
Sin más titubeos y debido al olor a chamuscado que emanaba de ellos, di el paso, abrí los ojos y rompí a llorar porque efectivamente habían fallecido. En el lugar en el que antes había dos orondos pies del cuarenta y dos con su carne y todo incorporada, ahora tan sólo había huesos, y aunque mi llanto no paró e inclusive creció con la visión de aquello, no pude evitar pensar que el día que le tocara fallecer al resto de mi cuerpo, o se daban prisita, o no les iba a dar tiempo a enterrarme a juzgar por lo rápido que me quedaba yo en los huesos después de muerto. Lo único positivo que veía de toda esta desgracia era que por lo menos los gusanos y demás fauna cadavérica poco festín se iban a pegar a mi costa.
De repente y sin saber cómo….de las profundidades de aquel terreno arenoso vi como se abría paso y emergía a duras penas el dedo pulgar de mi pie izquierdo, ¡No me lo podía creer! ¡Qué alegría sentí en mis adentros y en mis afueras!, se había salvado un dedo aunque luego pensase que para qué iba yo a necesitar un dedo sólo cuando además era diestro. Lo único que haría este dedo sería estorbar y convertirse en el hazme reír de la raza humana. Mientras angustiosamente pensaba en esto, por arte de birlibirloque (este birlibirloque debía de ser un mago o algo por el estilo) vi aparecer del fondo de aquel arenoso suelo al resto del cónclave dactilar de mis pies. Los conté uno a uno, ¡Diez!,
¡Había diez! ¡Volvía a tenerlos a todos conmigo! ¡Qué alegría sentimos los once al volver a encontrarnos!.
Pasados estos tensos y duros momentos preamputación, lo que estaba meridianamente claro es que entonces aquellos huesos no eran míos. Tenían que ser de alguien ajeno a mi entorno, ¿Pero de quién?. Mi agudizado olfato paleontológico y antropológico me indicó que aquellos huesos pedestres tendrían entonces mucho que contarme.
Con mucho cuidado y utilizando toda la habilidad de la que fui capaz, conseguí introducirlos en mi mochila sin que se despendolaran y en vez de parecer dos pies pareciesen un culo. Toda la parsimonia de las que había dado claras muestras en mi viaje se convirtieron en una fugaz y ascendente carrera. Estaba entusiasmado con mi descubrimiento y no veía la hora de regresar a Londres para desentrañar los misterios de mi casual descubrimiento.
III. Regreso a Londres con mi descubrimiento.
A mi llegada a la civilización me puse en contacto con el embajador de Inglaterra en los Unidos Estados, Sir Spencer Warren, con la pretensión de que me facilitara el regreso. El embajador me recibió con todos los honores que un prestigioso científico como yo merecía y tras contarle todo lo ocurrido e informar a su real superiora mediante una urgente llamada telefónica a cobro revertido, me dijo que no me preocupase, recibiría todas las facilidades que había ido a solicitar, además, su real alteza se lo había exigido explícitamente.
Acepté su invitación para acompañarle a comer como no podía ser de otra manera. Terminada la comida dimos por finalizada la estrecha (aunque fugaz) relación que habíamos mantenido. Nos despedimos con un efusivo saludo y él partió hacia su despacho para continuar con las labores del cargo que con tanto orgullo ostentaba. Dada la hora y por lo poco que había hablado con él, supuse que se iba a echar un siestón de padre y muy señor mío.
Estuve como media hora en el recibidor esperando que llegara alguna facilidad de esas que me iban a ofrecer para regresar a Londres. La facilidad llegó en forma de taxi a los tres cuartos de hora. El taxista se dirigió hacia donde yo me encontraba y me preguntó si era yo el de los huesos, comprobé in situ que todo se había llevado con la más absoluta discreción y que por algo el espionaje Londinense estaba a la cabeza de Europa. Después de responderle afirmativamente pusimos rumbo al aeropuerto. A nuestra llegada, el amable empleado del taxis tuvo la osadía de pedirme sendos cuarenta dólares por la carrera, le pregunté que si en la embajada no le habían facilitado el importe
contestándome que no, que se lo tenía que facilitar yo. No podía dar crédito a las numerosas facilidades de las cuales estaba siendo objeto por parte de mi país en tierra ajena. Menos mal que llevaba el dinero justo porque si no el que tendría que haber hecho la carrera (y no la del galgo) hubiese sido yo para pagarle al buen empleado del gremio del taxi sus emolumentos.
Me dirigí con todas las facilidades del mundo a la venta de billetes para posteriormente llegar a la zona de fácil embarque, no obstante antes debía pasar fácilmente el control policial que habían instalado allí en mi honor. Este control consistía primordialmente en dos agentes de dimensiones desorbitadas para una persona humana y un scanner de más o menos las mismas dimensiones. Al principio creí que estaban tan avanzados que meterían allí el equipaje con el propietario incluido pero no, me dijeron que metiera la mochila. Estos dos agentes tenían los ojos algo extraños. Sus ojos no miraban, sus ojos más bien estaban casi continuamente sospechando y por lógica asociación me sentí
totalmente sospechoso, de hecho es que hasta empezaron a temblar los huesos que llevaba, por suerte nada ocurrió, los agentes aunque vieron los huesos y miraron un listado que tenían, no procedieron a requisarlos porque supongo que unos huesos de nada no los considerarían precisamente patrimonio de la humanidad, y tanto yo como mis huesos, todos, pasamos el control sin ningún tipo de problema, había conseguido salir legalmente ileso de allí con un osario de un valor incalculable como luego a la postre mi metódico estudio demostraría. Ya sólo me quedaba esperar con toda la facilidad del mundo dos horas para embarcar y poner rumbo hacía mi querida y amada patria, ya estaba echando mucho de menos mis ocasionales zambullidas en el río Támesis como fin de fiesta de alguna noche loca de saturación de alcohol en sangre.
Durante el trayecto me sentí orgulloso de mi país y de cómo se habían comportado conmigo y mi ilustre persona, sobre todo por no poder moverme en aquel asiento tan estrecho que tenía reservado.
El estrecho viaje concluyó y cuando salí del aeropuerto, con asombro y alegría vi como fui aclamado en honor de multitudes, ¡No había nadie esperándome!, ni tan siquiera mi gente más allegada se había dignado a desplazarse hasta allí para esperarme. Ni que decir tiene que cuando pude los borré a todos de mi científico testamento. La cuestión es que ya estaba allí y podía empezar para el trabajo que nací. Sin perder ni un minuto me dirigí a mi laboratorio e inmediatamente comencé a contactar con el personal experto en estas lides del cual me quería rodear y que me ayudarían a llevar a buen fin este fantástico trabajo.
IV. Pruebas de laboratorio
Los cité a todos para el día siguiente a las nueve de la mañana. Durante el resto de ese día estuve utilizando los largos brazos de la ciencia para conseguir financiación para el proyecto que tenía entre manos. Me parecía mentira, llamé a infinidad de puertas pero nadie estaba receptivo por mis huesos, hasta los estamentos oficiales me denegaron cualquier tipo de ayuda. No me quedó más remedio que acudir al Central Bank of Londón y financiarme a mí mismo, eso sí, me puse un interés muy bajo y fácil de pagar en cómodas cuotas mensuales.
A la mañana siguiente y puntuales como relojes llegaron al laboratorio mis científicos colegas, uno a uno fueron sentándose en la mesa de reuniones en espera de que yo comenzase mi disertación y les explicara de qué trataba todo aquello. Pude ver en sus rostros durante lo que duró la explicación sus inmensos deseos de poder ver mi hallazgo. No les hice esperar mucho. Notaba en ellos un nerviosismo fuera de lo común. Cogí la viajera mochilla y con el mismo cuidado que introduje en ella a los menospreciados huesos, los saqué. Todos mis colegas se quedaron boquiabiertos excepto uno que se quedó boquicerrado, desconozco por qué. Me di perfecta cuenta que al igual que yo, ellos sabían que los huesos
de los pies encontrados en el gran cañón del colorado nos contarían muchas cosas, excepto el que se quedó boquicerrado que preguntó que si eso eran huesos de pollo.
Inmediatamente después nos dirigimos todos al laboratorio y pensamos que lo mejor sería primeramente realizar la prueba del carbono casi 14 para saber de qué fecha podían datar. Metódicamente puse los huesos en el lugar indicado para la realización de esta prueba y solicité que para empezar me llevaran un terrón de carbono casi 14. Se miraron unos a otros sin dejar de navegar impulsivamente dentro de los bolsillos de sus blancas batas de laboratorio, ¿Qué os pasa? les pregunté, ¡Wallace!, que no nos queda, ¿Cómo? ¿Qué no tenemos carbono casi 14?, entonces cómo queréis que hagamos la prueba, ¿Con picón?.
Todos se sonrojaron ante esta primera contingencia común que se había presentado pero yo me había erigido en jefe del proyecto y un insignificante contratiempo no me iba a parar. Llamé al boquicerrado y le insté a que fuese a la herboristería de la esquina a comprar cuarto y mitad de carbono casi 14. Lo quería de la mejor calidad, ni que fuera 13 y medio ni 14 y medio, tenía que ser justo casi 14 y el precio no me importaba. Al poco tiempo, el boquicerrado llegó habiendo cumplido fielmente la misión que se le había encomendado, ¡Ya teníamos el dichoso carbono casi 14!. El boquicerrado lo traía en bolsitas semejantes a las de infusiones de té. Pregunté a mis ilustres colegas si alguno
había efectuado la prueba con el carbono casi 14 en esas condiciones alguna vez, todos contestaron que no, la lógica me dictó que habría que hervirlo y echarle el resultado del hervido a los huesos a ver qué pasaba. A los cinco minutos el resultado del hervido fue derramado a partes iguales en cada huesudo pie, entonces, un denso vapor inundó el laboratorio con nosotros dentro. Apenas podíamos ver nada, alguien inclusive maldijo a la madre que parió a un macetero que impactó sobre su vaporosa cabeza. Al cuarto de hora la densa bruma desapareció y fue una alegría volvernos todos a ver. Después de la algarabía todos fuimos en pos de los resultados que pudieran darnos la metódica prueba
que habíamos realizado.
Los huesudos pies estaban igualitos que hacía un cuarto de hora, la única salvedad era que estaban mojados, dato interesante éste, ahora estaba en nuestra mano la interpretación veraz y científica de los resultados de todos los análisis que a posteriori deberíamos realizar.
Tras intensos meses de duro trabajo y de glamurosas pruebas de todo tipo, microscópicas, al baño Maria, etc. los resultados obtenidos fueron impactantes, diría más, fueron increíbles. Para confirmar al cien por cien los resultados que habíamos obtenido tan sólo nos faltaba realizar las pruebas de ADN pero no pudimos hacerlo, aquellos huesos, aparte de algo de calcio post morten, no tenían nada más, la sangre necesaria, excepto la de un dedo del boquicerrado que se cortó con un bisturí, no existía, inclusive el tuétano de estos huesos estaba más seco que el desierto de Arizona en pleno verano. Se intentó de todas las formas y maneras posibles pero nos tuvimos que dar por vencidos y dejarlo
todo en manos de nuestras respectivas intuiciones que nos indicaban que con las que ya habíamos hecho era suficiente.
Al año y medio de haber comenzado y en común acuerdo dimos por terminado nuestro trabajo. Los resultados se publicaron en la revista científica de renombre mundial “Discovery Explosion” que nos hizo merecedores al Nóbel en el apartado “Comics”.
A continuación paso a detallarles concienzudamente y con todo el lujo de detalles, valga la detallista redundancia, el resultado de nuestro trabajo que con tanta impaciencia esperan.
V. Los resultados parte 1ª.
Antes de que el hombre blanco, no uno, sino muchos que fueron llegando colonizara las tierras de “Al este del oeste” americano, éstas estaban pobladas por numerosas tribus de indígenas autóctonos de allí precisamente. Había tribus para todos los gustos. Unas tribus eran más belicosas que otras, y otras más dicharachera que unas, pero lo que todas tenían en común es que estaban repletitas de indios. Solían ser tribus nómadas que se desplazaban de un sitio para otro con el único fin de poder coccionar diariamente su ración necesaria de comida. Iban al son que tocaba la fauna comestible de allí. Que los caribúes iban para el norte, pues ellos iban para el norte, que los caribúes cambiaban a mitad
de camino de opinión e iban al sur, pues ellos cambiaban de opinión al mismo tiempo, total, no tenían otra cosa que hacer porque la verdad es que trabajar no había en qué. A veces sus caminos se cruzaban y se increpaban mutuamente. Los caribúes les decían que no los siguieran y los indios les contestaban que se decidieran de una vez que no podían estar levantando el campamento cada dos por tres. Los indios para presionarlos los amenazaban diciéndoles que como se pusieran tontos dejarían de seguirlos y se harían amigos de los búfalos.
A los caribúes esta imbecil amenaza les traía más bien al fresco pues sería un problema menos para ellos ya que a veces los indios se ponían muy pesaditos jugando al gato y al ratón con ellos para cazarlos, inclusive a veces lo conseguían y los caribúes no ganaban para sustos, sobre todo al que habían cazado.
Los indios, independientemente de la tribu que fuesen, tenían bastante arraigadas todas sus creencias. Su Dios “Manitú” estaba por encima de todo y no dejaban de agasajarle con todo tipo de presentes. Que eran las vacaciones de verano, presente al canto, que eran navidades, presente al canto otra vez, que era semana santa, idem de idem, su Dios no podía tener queja de ellos en cuanto a ofrendas y en contrapartida él les concedía todos los deseos que ellos le pedían, si no era época de lluvias, llovía torrencialmente, si en tiempos de
siembra debía de llover, el sol castigaba más que nunca, pero era el designio de su Dios y así lo aceptaban.
Para cada tipo de ofrenda a sus dioses o para cualquier otro tipo de evento, los indios se decoraban la cara con la más amplia variedad de imaginativos graffitis. A causa de esto, su cutis dejaba bastante que desear aunque tampoco les importaba mucho a los aguerridos varones. Los indios varones no tenían necesidad de resultar atractivos a las indias pues éstas no podían negarse a formar parte del mobiliario de la tienda de casados sobre todo si el poco atractivo indio tenía alguna relación familiar con el jefe de la tribu. Este jefe de la tribu era la personificación del poder, sus monosilábicas ordenes eran cumplidas sin pestañear. Era hombre curtido en miles de batallas y miles de sentadas fumando otras tantas alucinógenas pipas de la paz. Normalmente eran hombres ya entrados en edad y cara de malas pulgas que solían tener garraspera por la mañana y tosían el resto del día regalando a quien estuviese a su lado variopintas raciones de salpicón de silicosis. Como orgullosos dueños y señores de todo lo que se encontrase en su radio de acción, sus nombres y apellido eran de lo más significativo, “Toro sentado” “Caballo loco” “Nube gris” etc. El único que carecía de estos opulentos nombres era un jefe de reciente creación al cual
el padre no quiso reconocer ni darle sus apellidos y su madre lo bautizó simplemente con el nombre de “Jerónimo”.
>>No me detendré más en esta descripción, sólo pretendía dar unas pequeñas pinceladas de algunas de las características técnicas generales de las que eran poseedores los pobladores de las praderas de al este del oeste americano.
Como dije, había multitud de tribus, Sioux, Pieles rojas, Mohicanos (antes de que se cepillaran a todos y sólo quedara el último), pero el objeto de mi trabajo es una tribu en concreto, tribu poco conocida pero muy valorada y a la que pertenecían aquellas huesudas extremidades inferiores que por casualidad y efervescencia de mis pies encontré.
VI. Los resultados parte 2ª – La tribu de los molondrones.
La tribu en cuestión era la de los “Molondrones”. El jefe de la tribu respondía al nombre de “Escopetazo Prematuro”. Escopetazo Prematuro se unió en santas nupcias con “Hormona Eufórica” que a su vez era la hija de “Merlín Alterado”, brujo de la tribu. Todos formaban una familia bien avenida, además, que a Escopetazo Prematuro, egoístamente hablando, le venía muy bien tener al brujo en la familia. Los brujos indios solían ser las personas más temidas por el resto del personal de la congregación, no porque algún conjuro fuese a funcionar, que no funcionaban ni de casualidad, pero solían ser personas terriblemente repelentes, traicioneras y cotillas.
Esta feliz tribu pasaba las jornadas labrando la tierra. Eran vegetarianos por convicción y jamás cazaron un animal, por este motivo la fauna mamífera de al este del oeste sentía predilección por las tierras pobladas por los molondrones, para ellos era un Edén y nada que ver con los sustos que les daban los pieles rojas y análogos. Allí, además, si escaseaba la comida que les brindaba la madre naturaleza, con premeditación, nocturnidad y alevosía, las demás tribus, más belicosas, arrasaban lo que con tanto esfuerzo les costaba cultivar a sus aliados de dos piernas, los molondrones.
Un inesperado día, Escopetazo Prematuro reunió al consejo de administración del poblado para darles una buena nueva, Hormona Eufórica se había quedado embarazada. Ese día fue fiesta nacional en el poblado, molondrones y molondronas se acicalaron con sus mejores ropas para rendir honores a su jefe de tribu y cónyuge. Era una noticia que se había hecho esperar porque incluso corrió el rumor de que el jefe de la tribu no daba la talla en lo que al tema sexual se refería.
Merlín Alterado, haciendo funciones de ginecólogo futurista sacó de una bolsa de cuero unos huesos de gallina joven que había muerto de muerte natural y los lanzó a los cuatro vientos ante la expectante mirada de todos los allí reunidos. De la posición en la que cayeran los huesos dependía que el fruto del embarazado momento fuese niño o niña. Los huesos cayeron al suelo bastante desparramados y no valió la tirada. Nadie se había percatado que a Merlín Alterado se le había ido la mano en la celebración del embarazo de su hija y estaba de un beodo que para qué las prisas. Al cuarto intento por fin los huesos cayeron juntos y uno de ellos, el más alargado justamente, cayó entre medias de
dos huesos con forma más o menos redondeada, esto para Merlín Alterado fue señal inequívoca que sería niño y así lo profetizó.
A las siete lunas llenas y algo, nació el fruto del amor de la pareja, efectivamente e inexplicablemente también, Merlín Alterado había acertado de pleno, era un niño o por lo menos eso indicaban algunas partes de su cuerpecito porque hay que decir que era bastante poca cosa en lo referente a dimensiones, a la madre el parto la pilló por sorpresa y la salida de su hijo más todavía, no tuvo ni que apretar porque el dulce querubín fluyó como agua mansa desde su interior.
Al niño, y futuro jefe de la tribu, los padres habían estado muchas lunas pensando en el nombre que le pondrían, no se ponían de acuerdo. El padre era más afín a nombres viriles como el suyo, la madre por el contrario tenía cierta tendencia a los nombres algo más light. Hubo una noche que incluso dejaron de hablarse por semejante desacuerdo. Así estuvieron dos días, justo el tiempo que tardó Hormona Eufórica en dar su brazo a torcer en lo referente a ponerle el nombre de “Dulce Despertar” al querubín de la familia. Escopetazo Prematuro también cedió en cuanto al nombre que él había elegido “Trabuco Empinado”, por lo que en salomónica decisión lo dejaron al libre albedrío del azar. Cuando
nació el niño y como no dejaba de patalear y chillar como un poseso, decidieron que su nombre sería y así debía ser llamado “Patuco Chillón”.
Dos días con sus dos respectivas noches duraron las celebraciones por el nacimiento del primogénito del jefe del la tribu y esposa.
Patuquito, que así le llamaban sus padres, desde la cuna ya dio claras muestras de ser un niño con un coeficiente intelectual muy por encima de la media de los demás bebés de la tribu, su padre pronto se dio cuenta de que en él había algo diferente pero no acertaba a dar con lo que era.
El gran jefe Molondrón Escopetazo prematuro, que de prematuro lo tenía todo menos la inteligencia, se pasaba horas y horas observando a su vástago, ¿Qué era lo que le diferenciaba del resto? pensaba y pensaba sin quitarle ojo. Que tenga los morros como una plaza de toros con burladeros incluidos, aunque raro para un molondrón que eran de labios finos, sobre todo las molondronas, podía deberse a alguna rara mezcla genética de alguno de los progenitores. Que tuviera el pelo acaracolado, aunque más raro aún que los labios, se podría achacar a lo mismo, ¡Ya está!, Escopetazo Prematuro por fin después de dos meses vio la luz y halló respuesta a su pregunta. Escopetazo Prematuro
empalideció doce mil cuatrocientas veintiocho veces en escasos cinco segundos porque aquí ya no había ni genética ni gaitas gallegas, ¿Cómo era posible que Patuquito tuviera la piel negra?, ahora Escopetazo Prematuro empezó a atar cabos. La suma de los factores hereditarios de su hijo afectaron al producto final, labios, pelo, color de la piel, pene oscuramente enorme, todo esto unido daba como resultado que sin lugar a dudas y ocurriese lo que ocurriese, Patuquito era negro, ¡Pero eso no podía ser!, aun aceptando que tanto Hormona eufórica como Escopetazo Prematuro eran más bien morenos, de eso a la oscuridad de Patuquito mediaba todo un abismo.
Escopetazo Prematuro se sintió hundido en la miseria y ahogado en el mar de la traición molondrona. Era el primer gran jefe molondrón que había sido vilmente astado por alguien ajeno a la tribu. Lleno de ira, y cuando se le pasaba la ira, lleno de rabia, se dirigió en busca de Hormona Eufórica. Había mancillado su honor y una explicación más que satisfactoria debería darle para no hacer una locura porque aunque fuese lo último que hiciese le haría decir la verdad. Sabría cuándo las eufóricas hormonas de su esposa se fueron de picos pardos tan alegremente.
Escopetazo Prematuro ordenó a “Palomino Mensajero”, su más fiel consejero, que fuese urgentemente en busca de Merlín Alterado, iban a tener un reunión familiar para aclarar el astado entuerto. Hormona Eufórica llegó a la tienda de congresos ignorante de lo que ocurría, a su llegada vio cómo su esposo estaba muy serio y en actitud un poco Mr Hyde. Escopetazo Prematuro ordenó que se sentara. Al poco tiempo llegó Merlín Alterado y los tres se sentaron alrededor de Patuquito. Escopetazo Prematuro les preguntó:
Escopetazo Prematuro – ¿Qué? ¿No habéis notado algo raro y oscuro en el niño?.
Hormona Eufórica – Claro que lo vemos, Patuquito es negro.
Escopetazo Prematuro – ¿Cómo?, o sea, que ya lo sabíais y no me habéis dicho nada.
Hormona Eufórica – Cariño, escopetazín mío, salta a la vista que evidentemente nuestro retoño es negro pero como nunca has comentado nada
pensé que no le dabas la más mínima importancia a ese oscuro detalle.
>>A todo esto, Merlín Alterado no decía nada, él simplemente eructaba, aún seguía celebrando el nacimiento de su nieto.
Escopetazo Prematuro – ¡Pero bueno!, nace un niño negro en una tribu india, da la casualidad que encima es mío ¿Y no le voy a dar importancia?, que yo sepa
los negros no abundan por esta parte del salvaje al este del oeste americano Hormona Eufórica, así que ya me contarás cómo ha sido posible esa oscura
tonalidad en la piel de nuestro hijo antes de que haga algo que hasta a mí me da miedo pensar.
>>Escopetazo Prematuro, nerviosamente comenzó a recorrer la tienda de congresos de un lado para otro esperando alguna contestación creíble. Estaba seguro que fuese la que fuese no lo iba a convencer, como poco, y siendo magnánimo, se vería obligado a desterrar de la tribu a su esposa. A Patuquito lo daría en adopción, su pura sangre y molondrona estirpe no podían permitirse ese contraste de colores en la familia.
Hormona Eufórica – Te juro por nuestro Dios Manitú que no te he sido infiel. Nos conocemos desde pequeños, claro, esta tribu no es tan grande como para perdernos la pista, y hemos crecido casi a la par, además nadie jamás ha visto por aquí a una persona negra, así que si lo piensas detenidamente….difícilmente he podido engañarte con alguien que no existe.
>>Hormona Eufórica cambió el semblante. De repente pasó de una actitud de súplica y posible explicación, a otra de enojo, ¿Cómo era posible que Escopetazo Prematuro hubiese dudado de ella?, Hormona Eufórica se acercó muy cabreada a su esposo y amablemente le propinó un sonoro y espectacular ostión que fue escuchado por todos los integrantes de la tribu a excepción de Merlín Alterado que había entrado en el mundo de los beodos sueños.
Hormona Eufórica se fue del lugar con Patuquito diciéndole a Escopetazo Prematuro que ya le enviaría a “Ligera De Cascos”, su abogada, para arreglar los papeles del divorcio molondrón. La había tratado poco menos que de pendón desorejado y eso no lo podía admitir.
Escopetazo Prematuro, mientras se colocaba en su sitio la mandíbula dislocada a causa del inesperado ostión matrimonial, pensó en lo que había dicho su todavía esposa, pero si no le había sido infiel…..alguna explicación debía de tener aquella diferente pigmentación de Patuquito.
>>Al igual que Escopetazo Prematuro, para el equipo de científicos que estudiamos aquellos huesos, la pigmentación negra de la piel de Patuco Chillón era sospechosa. El equipo estaba convencido que Escopetazo Prematuro fue debidamente cornamentado por su esposa. Las pruebas empíricas del Carbono casi 14 no aclararon nada al respecto por lo que aunque no objetivamente, sí que subjetivamente debimos admitir como probable el hecho de que todo fuese un capricho de la molondrona madre de la naturaleza, y que posibles antepasados de uno u otro cónyuge pudiesen haber sido efectivamente negros o demasiado oscuros ¿Por qué no?.
VII. Los resultados parte 3ª – Escopetazo prematuro abandona el hogar.
Por más que quería, Escopetazo Prematuro no podía quitarse de la cabeza la posibilidad de que su esposa le hubiese sido infiel. En su mente no paraban de sucederse las imágenes de las eufóricas hormonas de su esposa pendoneando alegremente por esos mundo de Yupi. Esta idea le estaba volviendo loco e incluso le había hecho descuidar sus funciones como gran Jefe de la Tribu de los Molondrones.
Una terrible tormenta de miles de rayos y una centella presagió lo que era evidente que iba a suceder, Escopetazo Prematuro ya no pudo aguantarlo más y dejó el hogar conyugal, se marcharía de la tienda que con tantas ilusiones construyó para ellos, se iría a la tienda de soltero que tenía cuando él se moceaba, ahora se alegró de no haber querido alquilarla y no ceder a las presiones de Hormona Eufórica.
Tras despedirse con un “Me marcho, sí, como lo oyes” de su ex y decirle que ya se pondrían en contacto mediante sus respectivos abogados, dio un cariñoso abrazo a su dudoso vástago y partió en pos de ese duro camino de regreso hacia donde nunca pensó que volvería tan solitariamente solo.
El camino hacia su nuevo hogar se le hizo interminable, el metro y medio que separaba una tienda de otra fue un lanzarse a la buena de Dios. Fue arriesgar su vida entre tantos miles de rayos y una centella que iluminaban el trayecto. Era claro el por qué de ser jefe de la tribu de los Molondrones. El miedo era desconocido para él, incluso tuvo el valor de retar con un gesto de su dedo corazón en posición de “Que te den” a la única centella y ésta le contestase casi dejándole posicionado para Arizona.
Al día siguiente, Escopetazo Prematuro se puso en contacto con su abogado “El Que Ni De Coña Gana Un Caso” para organizarlo todo. Quería acabar cuanto antes con los trámites de la separación. Era inútil posponerlo, El Que Ni De Coña Gana Un Caso contactó con Ligera De Cascos para saber las condiciones de la parte contraria. Las condiciones estaban meridianamente claras, Escopetazo Prematuro le tenia que dejar casi todo a Hormona Eufórica si no quería ir a juicio, casi todo, excepto su querido caballo “El que velozmente tropieza” y un par de taparrabos de seda que Hormona Eufórica le regaló para la noche de bodas y que encontró en el cajón de la mesita de noche y de día de la tienda
matrimonial, posiblemente, de llegar el caso a los juzgados perdería hasta el caballo pues quien había abandonado el hogar conyugal había sido él, además, la magistrado “Toga Desfloripondiada” le tenía auténtico odio al género masculino desde que su hermano “Chivato Compungido” le dijo a la edad de veintiocho años que los reyes magos de oriente, ni eran de oriente ni mucho menos eran magos, que los regalos que se encontraba en los pololos de esparto que dejaba colgados encima de la hoguera lo ponían allí los papás, esto causó un gran trauma a Toga Desfloripondiada que sentía un amor platónico por uno de los reyes, rey que nunca había visto ni en fotos pero que estaba segura que algún
día le sorprendería merodeando por la salita de estar de su tienda y que no era otro que el guapo adonis de oriente “El Que Va Subido En El Camello De En Medio”.
Lo cierto es que el gran Jefe Molondrón esperaba mayor generosidad por parte de su ex. Nunca pensó que pudiera ser tan usurera pero visto lo visto aceptaría las condiciones impuestas por Hormona Eufórica siempre que no le pusiese trabas a la hora de poder ver y estar con su dudoso vástago, Patuquito, además, que tampoco quería espectáculos y ser la comidilla de todo el salvaje al este del oeste mericano”. Sabía que llegarían de todas partes paparazzis y no le dejarían en paz. Tendría en el rellano de su tienda constantemente a gente de las agencias indias haciendo guardia subidos en sus potrencos a la caza y captura de dibujos robados y declaraciones sacadas fuera de contexto. En aquel tiempo eran
de temer los periodistas del “corazón por el que la sangre corre”, y algunos programas de guiñol que todo su éxito se lo debían a sacar a la luz de la luna nueva las miserias de cada cual.
>> Podríamos enumerar a algunos, las pruebas de Laparoscopia ósea que se hicieron al respecto fueron totalmente fiables pero estos estudios no están hechos con la finalidad de dar publicidad gratuita a los clones de aquellos programas que en la actualidad siguen en activo. Quizás algún día y cuando los elementos de análisis de datos estén más avanzados científicamente, estos nos puedan sacar de dudas de porqué la gente es tan cotilla.
Así se lo hizo saber El Que Ni De Coña Gana Un Caso a Ligera de Cascos, obteniendo la respuesta afirmativa por parte de ésta.
La feliz familia se había roto. Escopetazo Prematuro para intentar olvidarla dedicó su tiempo libre a realizar intensos estudios sobre tácticas de guerra. Era jefe de la tribu y no tenía ni la más remota idea de qué hacer en caso de ser atacados, corrían rumores, en concreto uno de ellos, que decía que los soldados del ejercito de tierra de los Unidos Estados hacían continuamente batidas arrasando todo lo que se les ponía a tiro.
Cuando Escopetazo Prematuro no estaba en uso y disfrute de su tiempo libre se dedicó en cuerpo y alma a gobernar a su tribu. Debido a su falta de liderazgo como consecuencia de todo lo que había ocurrido, parecía estar un poco desbocado todo el personal de la tribu molondrona. Urgentemente había que convocar un congreso del partido en el poder para organizarlo todo otra vez debidamente. Las primeras medidas que se tomaron fue jubilar a Merlín Alterado y ascender a este alto lugar en el escalafón de la tribu a un joven valor sexagenario que estaba comenzando a despuntar, “Abracadabra Patadecabra” era muy valorado y respetado por todos aunque siempre hubiese estado a la
sombra de Merlín Alterado, ahora había llegado su oportunidad, ahora era el Gran Brujo de sus congéneres los Molondrones.
El resto de nuevos nombramientos y sus respectivas carteras ministeriales quedó de la siguiente manera:
“El Que No Hace La O Con Un Canuto” – Cartera de piel de búfalo de Cultura.
“El Que Más Pipas De La Paz fuma” – Cartera de piel de búfalo de Medio Ambiente.
“El Que Nunca Le Pegó Un Palo Al Agua” – Cartera de piel de búfalo de Trabajo.
“El Que Siempre Está Pachucho” – Cartera de piel de búfalo de Sanidad.
“El Que No Sabe Ni Por Dónde Anda” – Cartera de piel de búfalo de Asuntos Interiores y a veces Exteriores
“El Que Bien Puestos Los Tiene” – Cartera de piel de búfalo de Defensa y Ataque, de esto último si se puede que no estaba la cosa nada fácil.
“El Que Todo Lo Quiere Para Él mismo y sus circunstancias” – Cartera de piel de búfalo de Economía.
Estos nombramientos salieron al día siguiente publicados en el Boletón oficial del estado Molondrón para conocimiento de todos. Fueron nombramientos que toda la tribu aplaudió y celebró por lo esperados que eran. Escopetazo Prematuro había conseguido unificar criterios y había salido muy fortalecido en su cargo de aquel congreso de su partido.
Aguas mansas llegaron a la tribu de los molondrones. Todo era armonía y nada rompía aquella aparente felicidad. Hormona Eufórica sacó adelante con mucho cariño y dedicación a Patuquito. Éste tuvo una etapa de bebé bastante ajetreada. El tiempo que pasó en la cuna fue el más relajado para la madre pues lo tenía controlado y a mano para todo, cambiarle pañales o darle la teta y la otra teta independientemente y a gusto del consumidor.
En una de las tantas visitas que Escopetazo Prematuro hacía a su dudoso vástago ocurrió lo impensable para él, por primera vez iba a oler las mieles del producto interior bruto de los adentros de Patuquito, lo peor no era olerlo, no, una vez olido y si uno se tapaba el conducto olfativo hasta casi ahogarse, incluso se podía acostumbrar, lo malo era aquella espeluznante y diarreica visión a la cual el gran jefe de los molondrones no estaba acostumbrado. Hormona Eufórica puso a disposición de su reciente ex un pañal con la malévola intención de que fuese su padre quien hiciese los honores del peligroso abordaje hacia “aquello”.
¡Dios Manitú!, ¡Noooooooo!, exclamó horrorizado Escopetazo Prematuro cuando sutilmente quitó el pañal que llevaba adosado Patuquito y vio lo que vio, doce millones de arcadas fluyeron desde su interior intentando enloquecidamente salir huyendo de la boca de su encogido estómago. El gran jefe de los molondrones consiguió permanecer erguido tres segundos porque al segundo número cuatro se desplomó sin remisión. Miles de estrellas giraban y giraban sobre su cabeza. Parecía que su cabeza estuviese de fallas, pero una deposición de nada no iba a doblegarle y menos una deposición conocida. Escopetazo Prematuro se levantó preso de un valor inimaginable y ya sin temor cogió
“aquello” con gallardía, esa fue la primera vez en su vida que Escopetazo Prematuro lloró, lloró a lágrima viva sin ningún tipo de consuelo mientras llevaba “aquello” entre sus manos con dirección a la fosa común, comúnmente llamada la fosa “aquí huele a chamusquina” para depositarlo allí. Escopetazo Prematuro tampoco nunca había sido testigo de lo que inmediatamente iba a poder ver por si mismo.
Mientras iba acercándose a la fosa común vio como otros honorables molondrones primerizos hacían como él, decenas de “aquello” viento en popa y a toda vela ambientaban esa estrellada noche. Al igual que él, las caras y ojos vidriosos de todos sus compañeros de infortunio mostraban claras muestras del sufrimiento y del llanto que habían padecido momentos antes.
Cuando todos los “aquello” fueron depositados en la fosa común, cada cual volvió a su lugar de procedencia tras desearse mucha, muchísima suerte para el resto de la faena.
Escopetazo Prematuro volvió y vio como Patuquito no paraba de reírse a carcajadas mientras se sujetaba con sus manecillas la barriguita como si le fuera a explotar de tanta risa, incluso el gran jefe pensó que se estaba descojonando de él, ¡Pero eso no podía ser!, Patuquito tenía apenas cinco meses y nada podía entender. Para rematar tan paternal momento, Hormona Eufórica le dijo que ahora debía de lavarle y cambiarle el pañal y que cuando terminase la llamara que le dolía un poco la cabeza y se iba a descansar un rato. No era raro ese dolor de cabeza, el olor que había en aquella tienda era insufrible. Aprovechando la coyuntura, Escopetazo Prematuro pasó ampliamente de las toallitas aromáticas,
no quería mantener tan estrecho contacto con el negro culo de su hijo, lo mejor era una furtiva escapada al río Missouri y sus furibundas corrientes y que él dictara sentencia. En silencio cogió a Patuquito por las orejas que era el único sitio no contaminado del que se le podía coger y cuando llegó al río lo zambulló por aquellas mismas orejas sin reparos. Todo el cuerpo de Patuquito entró en contacto con el agua y la fuerte corriente del río Missouri hizo el resto y arrancó del culo de Patuquito todo lo “aquello” sólido que estaba adherido a él.
Cuando el gran jefe lo sacó nuevamente por la orejas del agua, Patuquito lo miró enfurruñado, su mami nunca le había hecho eso, además, que le dolían las orejas, a partir de ese día el talón de Aquiles de Patuquito serían éstas.
Poco a poco Patuquito fue creciendo y la cuna se le empezó a quedar pequeña, qué atrás quedaba aquel ligero parto que tuvo la madre y lo escueto de las dimensiones de Patuquito, estaba empezando a crecer de lo lindo y ya se encontraba incómodo en su cuna. Patuquito quería hacer partícipe de esa inquietud a su madre pero Patuquito aunque adelantado a su tiempo, aún no podía hacerse entender. Lo que pensaba no podía expresarlo con palabras y estaba tremendamente frustrado. Si por ejemplo él pensaba – “¡Joder! la cuna ésta se me ha quedado pequeña, no puedo ni estirarme”, como lo único que conseguía que saliera por su boca eran llantos, su madre se lo achacaba a que
tenía hambre y lo hinchaba a potitos caseros. Así que Patuquito un día decidió que se emanciparía de la cuna por sus propios medios. Patuquito era un bebé con carácter, no se sabe cómo….pero el caso es que cuando Hormona Eufórica despertó lo encontró inspeccionando a gatas todos lo redondos rincones de la tienda familiar. La alegría hizo que por un momento y llevada por su entusiasmo, Hormona Eufórica fuese a la tienda del gran jefe Escopetazo Prematuro a darle la buena nueva, ¡Patuquito andaba a gatas!. Los recientes ex se abrazaron casi con la misma intensidad de cuando convivían juntos. La verdad es que para Escopetazo prematuro lo de menos era que Patuquito anduviera a gatas, eso
tampoco era una cosa del otro jueves ni ningún arriesgado acto de gallardía, eso lo hacían todos, pero esto le sirvió como excusa para volver a unir su cuerpo al de ella y estrecharla entre sus brazos.
A partir de aquí Patuquito ya dejó de crecer como los demás bebés, él no iba creciendo poco a poco, nada de eso, él creció de sopetón de un día para otro, esto le hizo muy pronto ser el líder indiscutible de los jóvenes de la tribu, él era el alto centro de atención. Patuquito tuvo que dejar de crecer un poco en un par de años para que los demás niños se pusieran lo más posible a su altura y no tener que estar desriñonado todo el día.
A la edad de doce años Patuquito cumplió justamente doce años, ni uno más ni uno menos. Tenía todo lo que cualquier niño indio de su edad podría desear, además, tenía la gran suerte de no ser repudiado por el distinto color de su piel y no porque fuera el hijo del gran jefe Escopetazo Prematuro, no, allí todos eran iguales pero había algo que le atormentaba, algo que no le dejaba conciliar su joven sueño, algo que le hacía desgraciado. Él lo que mas deseaba era poder tener el mismo tipo de pelo que sus amiguitos molondrones, ellos tenían el pelo lacio y les caía sobre los hombros, Patuquito tenía todo el pelo rizado y cuando se lo dejaba crecer las dimensiones del diámetro de su cabeza era dificilmente cuantificable. De hecho se le sugirió que no se lo dejase tan largo que había días que la tribu permanecía sumida en la más absoluta penumbra pues el sol encontraba no pocos obstáculos para poder pasar a través de la escarola de Patuquito, así que por el bien de la comunidad, Patuquito debía de ser conciente que jamás podría llevar el pelo largo, como mucho un par de dedos por debajo de su talón de Aquiles, sus orejas.
VIII. Los resultados parte 4ª – La llegada del hombre blanco.
Un día, y cuando más tranquilo estaba todo, Patuquito vio llegar al galope a un jinete galopando, era el explorador de la tribu “El Que Ve Como Un Lince A Veces”, Patuquito le preguntó el por qué de esa extenuación de la que era poseedor, El Que Ve Como Un Lince A Veces le contestó que había visto unas veces sí y otras no, a una distancia de un par de días, a un destacamento de soldados del Ejercito de Tierra de los Unidos Estados, creía que podría tratarse del quinto de Caballerizas. Patuquito al oír ello no dudó ni por un momento de hacer uso de sus grandes cualidades para la carrera y como un rayo fue a la real tienda de su padre para avisarle del notición que había traído El Que Ve Como Un
Lince A Veces.
Sin perder tiempo, Escopetazo Prematuro llamó a Palomino Mensajero para que fuera avisando a todos los integrantes del gabinete de crisis, sobre todo el primero que debería presentarse ante él debía ser El que Bien Puestos Los Tiene, el gabinete de crisis no se hizo de rogar y en un abrir y cerrar de ojos estaba formado. Era casi seguro que el quinto de caballerizas iba a pasar en dos días por su territorio y no iba a pasar como si tal cosa. Sabían que el motivo era exterminarlos de la faz de la tierra. Los hombres blancos querían colonizar todo el “salvaje al este del oeste americano” pero en la tribu de los Molondrones encontrarían un gran obstáculo y una dura oposición, ellos lucharían, aún estaba
por decidir cómo pues esta tribu siempre se caracterizó por ser escasamente belicosa, pero que iban a luchar eso era seguro.
Escopetazo Prematuro ordenó llamar al señales de humo de la tribu para que sondeara la opinión de las demás tribus de esas tierras, “El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo” ascendió a la montaña más alta de ese valle y se dispuso a parlamentar con los demás señales de humos de las otras tribus para sondear sus opiniones. Prendió fuego a la leña que siempre dejaba preparada para casos de emergencia y ayudado por un camiseta que se le había quedado escueta comenzó su disertación.
>>La endoscopia plantar que realizamos a los huesos dio como resultado la trascripción exacta de la conversación. La de la planta derecha dio los resultados en idioma Indio, la de la planta izquierda los dio en Inglés.
Humo a la derecha, humo a la izquierda, humo desparramado.
Trascripción: Hemos visto que vienen soldados que parece ser del quinto de caballerizas.
Humo hacia delante, humo para atrás, humo oblicuo.
Trascripción: Están a día y medio de aquí. Antes estaban a dos días pero he
tardado cuarto de día en subir a la montañita esta de los huevos y otro cuarto de
día en encender el fuego, tengo que reponer los pedruscos.
Humo espeso para arriba, humo espeso para abajo, humo espeso que pica en los ojos.
Trascripción: Nosotros los Molondrones vamos a luchar, ¿Vosotros qué vais a hacer?.
Dicho esto, El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo esperó impacientemente la contestación que pudieran darle las demás tribus. Le parecía mentira, todas las tribus le estaban contestando y eran de su misma opinión. Todas la tribus iban a luchar codo con codo con los Molondrones, todas excepto la tribu de los Cabezas Huecas que no entendieron el mensaje y su contestación fue así de simple:
Humo inerte, no va para ningún lado.
Trascripción: ¿………?
El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo bajó todo lo deprisa que pudo e informó del éxito de las negociaciones a Escopetazo Prematuro. Desde los Sioux pasando por los Pieles Rojas, Mohicanos, Apaches, y llegando hasta los Drag Queen, todos unirían sus fuerzas contra las hordas invasoras.
Escopetazo Prematuro dio el día libre a todos los integrantes del gabinete de crisis y tropa a excepción de los vigías, para que fueran a pasar las últimas horas antes de la batalla con sus familias, sabe Dios Manitú si sería la ultima vez.
En su inmensa soledad, Escopetazo Prematuro quería ir a la tienda matrimonial, hacía mucho que no iba por allí pero desistió porque cada vez que fue, Hormona Eufórica le tenia preparado el regalito de Patuquito y ya el río Missouri no podía socorrerle. Hormona Eufórica se dio cuenta de la pequeña trampa que siempre hacía pero ahora Patuquito era casi un hombre y supuso que ya se haría las cosas él solito. Escopetazo Prematuro echó toda la carne en el asador y después de quemarse la traquea cenando fue al encuentro de su todavía familia, quedaba poco para la resolución del expediente de divorcio molondrón.
Esa noche todas las hormonas de Hormona Eufórica estaban activas de más, no le hizo falta a Escopetazo Prematuro ni llamar, una mano femenina lo enganchó por el cuello y sin mediar palabra fue vilmente cepillado sin poder defenderse en varias ocasiones sin ningún tipo de miramientos.
Esa noche fue una de las más felices de la familia “Prematuro Eufórica”, el miedo a no verlo más hizo que Hormona Eufórica perdonase la desconfianza que tuvo para con ella. Escopetazo Prematuro le pidió perdón una vez pero muy despacito, casi ni se oyó, él no era muy de pedir perdón, ella lo conocía y sabía que aunque excesivamente despacito ese pedir perdón había surgido desde lo más profundo de su corazón.
>>Al llegar a este punto sería injusto no decir que tanto yo como mi equipo de investigación estábamos extenuados y al borde del colapso nervioso. Tan ensimismados y entusiasmados estábamos con todos los datos que íbamos conociendo a través de tantos y tantos experimentos científicos, que no nos dimos cuenta que nuestros cuerpos estaban agotando sus últimas reservas tanto físicas como mentales. Tuvimos, aunque a regañadientes, que coger una temporada de descanso, nuestras familias estaban desasistidas de nuestra presencia y cariño.
Nos dimos tres meses de vacaciones para como vulgarmente se dice recargar las baterías, seguro que a nuestra vuelta seguiríamos descubriendo cosas si cabe con más entusiasmo y ganas de saber que antes.
Justo a los tres meses volvimos a reunirnos en el laboratorio a proseguir con nuestro trabajo, llegamos con aires renovados y con unas ganas enormes de continuar, ya iban quedando pocas partes óseas por estudiar y aún nos quedaban por conocer muchas cosas. Continuamos los experimentos siguiendo un orden ascendente. Al ascender nos topamos con sendos maléolos, en concreto, en el del tobillo derecho pudimos comprobar que había sufrido una fractura y que los huesos interesados habían soldado mal, mostrando una descalcificación bastante prominente. Era fácil suponer que aquel Molondrón había tenido que sufrir fuertes dolores a raíz de aquella lesión y durante el resto
de su vida, inclusive nos arriesgaríamos a aseverar que cojearía muy acentuadamente y que seguramente mientras cojeaba no pararía de blasfemar por lo mal que se había portado la vida con él. Un indio cojo por muy molondrón que fuera no lo debía tener nada fácil en aquel tiempo.
“Aquel que nunca dice nada”, ¡Perdón! ¡Perdón!, con tanto nombre indio…., quería decir que el boquicerrado sugirió por señas que debíamos hacerles una resonancia magnética a los maléolos. Esta sugerencia creó cierta polémica entre el científico equipo, la mitad estaban por la labor de la resonancia magnética y la otra mitad por practicarle un TAC a control remoto. El que tendría que decantar la solución a un lado u otro debía ser yo que para algo corría con los gastos de todo ¿Por cuál decidirse?. Yo particularmente no tenía preferencia por ninguna en concreto, lo cierto es que me daba igual, así que Salomón y la Reina de Saba me poseyeron y me decanté por lanzar una moneda al aire, si salía cara significaría que el TAC sería el protagonista y si salía cruz significaría que Dios existe y había hecho un milagro porque en Londres las monedas no tienen cruces, así que difícilmente podía salir una. Para evitar poner a Dios en esa tesitura ni lancé moneda ni nada de nada, a los molondrónicos pinreles le practicaríamos una resonancia magnética, mejor dicho, dos resonancias, una para cada pie, no debíamos escatimar ni en gastos ni en esfuerzos.
Los resultados de la prueba fueron abriendo aún más el horizonte del saber, curiosamente los acontecimientos iban siguiendo un escrupuloso orden en el tiempo.
No les hizo falta decir nada más a los casi ex esposos porque las miradas hablaron por ellos, sobre todo la de Escopetazo Prematuro que no paraba de escudriñar el cuerpo de Hormona Eufórica, hacía tanto tiempo….que ya apenas recordaba cómo era el cuerpo despelotado de su todavía esposa. Lo que sí recordaba es que era digno de ver y a juzgar por lo que ella dejaba entrever…. seguía siendo igual de digno que siempre, si no más.
>>Debido a la descalcificación del maleolo nos es imposible dilucidar lo que pasó después de que Hormona Eufórica se despelotara. Podríamos hacer muchas conjeturas….pasó esto, pasó lo otro, le introdujo esto por aquí, le introdujo esto otro por allá….pero serían meras suposiciones y como se ha ido viendo a lo largo de este estudio….ese no es nuestro estilo por lo cual proseguiremos dejando esta incidencia en puntos suspensivos….
Escopetazo Prematuro sería el primero en levantarse, era de las pocas veces que iba a madrugar, una gloriosa batalla estaba esperándole y tenía que levantarse a la hora en la que el grajo vuela bajo porque hace un frió del carajo.
>> Esta aclaración no es el resultado de ninguna prueba, esto es que es así, el grajo es un ave que suele volar bajo sobre las siete menos cuarto de la mañana y que como no nos demos prisita….a la siete menos diez alza otra vez el vuelo y ya…olvídate.
El grajo, efectivamente a las siete menos cuarto como tantas otras veces voló bajo, y como otras tantas mismas veces Escopetazo Prematuro ni se percató del vuelo. Escopetazo Prematuro genéticamente no estaba preparado para madrugar, el Alba y él eran incompatibles. Él era más amiguete del mediodía y aunque hubiese pasado a su lado una estampida de búfalos esquizofrénicos no se hubiese enterado, pero esa mañana tenía la gran dicha de estar compartiendo cama y mantel con su todavía esposa Hormona Eufórica, ésta, con una dulzura que a cualquiera le hubiese encantado madrugar a su lado, aplicó con mucho cariño un codazo a Escopetazo Prematuro en su zona intercostal cortándole
súbitamente la respiración. La inminente asfixia le hizo despertar, despertó enloquecido preguntando ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre? ¿Qué pasa o qué ocurre indistintamente?. Hormona Eufórica apoyó su cabeza sobre el torso despelucado de su amante nocturno y le dijo con voz melosa ¡Escopi, Cariño! espabílate anda…que tienes que ir a la guerra y vas a llegar tarde, y además hace tiempo que ya que voló bajo el grajo ¡Eh!, yo me voy a dormir que tengo mucho sueño y ya no te voy a llamar más.
¡Joder! dijo cabreado Escopetazo Prematuro, a estas horas a la guerra, pero si a estas horas no están puestas ni las laderas, ¡Joder qué sueño que tengo!, claro, mucho cachondeito anoche y ahora el que se tiene que levantar soy yo y total para qué….para ir a una guerra….manda molondrones cojones la cosa, anda que si no fuera yo el jefe iba a ir…., ¡Uf!, encima no veas el frío que hace, ¡Manitú! dime que estoy soñando y esto no es real, ¡Manituuuuuu…!,nada, o Manitú pasa de mí o tiene el sueño aún más pesado que yo. Esto no va a ser un sueño, esto va a ser real como la vida misma, pues nada, a levantarse tocan, voy a avisar a Palomino mensajero y que avise de mi parte a “El Que A Silbidos Jode El Sueño Ajeno” para que toque las guerreras notas madrugadoras de nuestra gloriosa tribu.
El Que A Silbidos Jode el Sueño Ajeno no lo dudó un instante y con un ímpetu que nadie tenía conocimiento que poseyera silbó la llamada como nunca, sí, silbó como sólo él sabía hacerlo “Molondróoon, molondróoon, que boniiiita seeerenata, molondróoon molondróooon que me estásss dandooo la lata”.
El Que A Silbidos Jode El Sueño Ajeno lo silbó una vez, lo silbó dos, lo silbó tres, inclusive lo silbó hasta veinticinco veces, faltó poco para que los pulmones se le salieran por las orejas pero como siempre nadie oyó nada. Para llevar a buen fin su despertadora labor no le quedó más remedio que ir avisando tienda por tienda a todos los bravos guerreros con el riesgo que eso suponía y por el que casi es lapidado.
Escopetazo Prematuro esa mañana no se lavó, cosa nada rara por otra parte pues nunca lo hacía hasta pasadas las doce. De todas formas pensó que como para ir a la guerra debían de cruzar el río Missouri pues allí aprovecharía, sólo se limitó a coger sus apuntes sobre estrategias guerreras a la intemperie. Apuntes copiados cuidadosamente del famoso libro de guerra indio “Mejor Pum Pum que matar a hombre blanco a flechazos”.
IX. Los resultado parte 5ª – Los aguerridos guerreros molondrones.
Todos los bravos guerreros estaban formados en fila de a uno, uno sí, uno también, y así sucesivamente. Esperaban encima de sus caballos a que el gran jefe Escopetazo prematuro pasara revista, poco tardó la espera. A lomos de El Que Velozmente Tropieza, su veloz rocín, Escopetazo Prematuro llegó tropezando, bajó del caballo y se dirigió hacia el portador del estandarte de la nación molondrona que como marcaba el protocolo abandonó la formación y se dirigió al encuentro de Escopetazo Prematuro para darle la bienvenida a tan augusta formación guerrera. “El Que Con La Bandera Se Limpia El Culo” y su caballo, se pusieron firmes al llegar a la altura de éste en señal de respeto. El
gran jefe molondrón tras homenajear a la enseña nacional con un marcial saludo y una involuntaria salida al exterior de un noble e involuntario gas que se le escapó de su interior, posiblemente debido al madrugón, esperó a recibir las novedades pertinentes por parte de El Que Bien Puestos Los Tiene. Esperó un rato, esperó dos, pero justamente cuando iba a esperar el tercer rato se le ocurrió preguntar por él y por qué motivo no estaba con el resto de los guerreros, “El Que No Se Calla Ni Debajo Del Agua”, Suboficial de academia, le dijo que casualmente esa mañana El Que Bien Puestos Los Tiene se había encontrado indispuesto, estaba mareado y con nauseas, y creía que ese día
como que muy bien puestos no los llevaba. Escopetazo Prematuro tenía claro que cuando la batalla finalizase, El Que Bien Puestos Los Tiene tendría que enfrentarse a un Consejo Molondrón de guerra.
Escopetazo prematuro preguntó a El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo que cuándo le habían dicho las demás tribus que llegarían y que a ver si había madrugado para nada. El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo contestó que debían de estar a punto de llegar a excepción de los Comanches que en su territorio iban una hora atrasados.
La espera fue muy tensa y bostezante, poco a poco se comenzaron a ver en el horizonte claras señales de la llegada de los aliados indios. Intensas columnas de polvo provocado por el veloz galope de los cientos y cientos de caballos así lo atestiguaban, el único que no lo vio fue El Que Ve Como Un Lince A Veces porque ese día fue una de esas veces que no vio nada.
En poco tiempo el territorio molondrón estaba repletito de indios de todo Al Este Del Oeste americano, Navajos, Sioux, Cheyennes, Garapajoes, Cherokees, Semínolas, Mohicanos, Hurones, Shoshones…….(cuidado al pronunciar este último nombre, intentar que la guturalidad salga lo más siseante posible), cada jefe indio fue descendiendo de sus monturas para reunirse con Escopetazo Prematuro e intercambiar pareceres sobre la guerra que estaba a punto de comenzar y la estrategia que podían seguir para doblegar al hombre blanco y su quinto de caballerizas.
Escopetazo Prematuro y todos los demás jefes indios se sentaron alrededor de una matutina fogata dando por inaugurado otro gabinete de crisis. El gran jefe molondrón pidió permiso al resto de jefes indios para que dejasen estar presente como observador de la reunión a Patuquito que fue presentado como Patuco chillón, futuro jefe de los indios molondrones. Escopetazo Prematuro sacó sus apuntes y comentó que él pensaba que la mejor táctica que podían llevar a la práctica primeramente era la de “Dañar sin ser dañado” y que en caso de salir mal…lo suyo sería utilizar la de “Dañar aún cuando seamos dañados nosotros también“. Entusiastas aplausos rindieron homenaje a tan acertadas tácticas de
guerra. A ninguno de los demás jefes indios se les había ocurrido. Patuquito, que no dejaba escapar un detalle, se sintió orgulloso de ser hijo de quien era, por primera vez y en unas condiciones de extrema tensión vio como su padre se hacía dueño y señor de la situación ante todos esos importantes jefes indios y sacaba la garra que él siempre supo que tenía.
El gabinete de crisis había concluido, sólo restaba esperar a que los ojeadores dieran la señal de alarma. Cada jefe indio mandó a su ojeador de confianza a la cima más alta de aquel lugar, la llamada “Cima del Susto”. Por parte de la tribu de los molondrones ni que decir tiene que el elegido tenía que ser El Que Ve Como Un Lince A Veces, éste, en compañía del resto de los ojeadores y de El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo, para dar la señal humeante de alarma, ascendió a la Cima del Susto a esperar acontecimientos y la llegada del quinto de caballerizas.
A las cinco de la tarde y cuando todos pensaban que ya ese día no se iba a poder hacer la guerra y habría que esperar al día siguiente, El Que Ve Como Un Lince A Veces, los vio, por fin en su sufrida vida de ojeador había sido capaz de ver algo de provecho para el resto de sus congéneres, la emoción le embargó, no podía dejar de gritar, ¡Yupi!, ya los veo….,¡Yupi!, listillos….vosotros que decíais que yo no veía un pimiento. Rápidamente, El Que Ve Como Un Lince A Veces despertó a El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo (que se había quedado dormido pues no tenía otra cosa que hacer) para que diera la señal de alarma, eso hizo sin perder ni un minuto, encendió una hoguerita (como tantas otras veces) y dio el mensaje de aviso.
Palomino Mensajero fue el encargado de comunicar a Escopetazo Prematuro y resto de jefes indios el mensaje de El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo.
Los jefes indios salieron de la tienda de reuniones ataviados de su mejores galas y su más sofisticadas pinturas para la guerra e impetuosamente saltaron sobre sus veloces caballos poniéndose en primera línea del frente, avanzando al trote hacia el encuentro de su enemigo, el hombre blanco.
Aunque El Que Ve Como Un Lince A Veces con su agudeza habitual creyó en aquel primer visionado que se trataba del quinto de Caballerizas, la dura realidad era otra muy distinta, era el Séptimo de Caballería comandado en aquel entonces por Giorgio Custer, hombre sanguinario y cruel (nada que ver con el personaje interpretado por el galán de la época Errol Flynn en Murieron con las botas a medio poner ). Este Custer sólo se parecía en que llevaba también el mismo tipo de botas y de atractivo tenía más bien poco, quizás de ahí su mala leche.
La cara oculta de la luna se ocultó para siempre precisamente la noche de luna llena en la que vino al mundo Giorgio Custer y lo vio, tan tremendo fue el susto que se pegó la pobre cara de la luna, que aún hoy, y después de haber pasado tanto tiempo del fallecimiento de Giorgio Custer, no se ha atrevido a desocultarse.
Si algo tenía Giorgio Custer era un sexto sentido para sentir cuando había indios cerca, les tenía un odio mortal y nadie sabía el porqué, su única obsesión n la vida era exterminarlos allí donde se encontrasen.
>>Hoy sabemos que Giorgio Custer no es que tuviera un sexto sentido para saber cuándo había indios cerca, no, no era eso, pruebas realizadas a un uñero del dedo gordito del pie derecho de los huesos pedestres encontrados, dieron como resultado que el Casi General Custer era alérgico al polen, a las gramíneas y a los indios, sobre todo a los molondrones. Debido a esto, cuando los indios se encontraban a menos de un kilómetro de Custer su cara comenzaba a entrar en erupción brotando de su piel granos del tamaño de la Cima del Susto, aparte de una asfixia que le impedía realizar cualquier función motriz a su cuerpo, vamos, que se quedaba grogui. Estos graves síntomas sólo dejaban de atosigarle
cuando los indios se alejaban y se encontraban ya a más de un kilómetro.
El séptimo de Caballería llegó a orillas del río Missouri y detuvo su marcha para acampar y descansar. Custer comenzaba a encontrarse raro. Empezaba a notar los primeros síntomas de que habían llegado a su destino y que la batalla final estaba cerca. Él había sido informado por parte de exploradores Apaches que todas las tribus de Al Este Del Oeste Americano iban a unir sus fuerzas para echar al hombre blanco de sus tierras.
De igual manera, una avanzadilla india en la cual también iba Patuquito estaba llegando a la orilla contraria del río Missouri. Ellos pasarían la información de lo que viesen al resto de combatientes, a “El Que Va Más De Culo Que San Patrás”, lugarteniente de El Que Bien Puestos Los Tiene, le fue encomendada la misión de capitanear la avanzadilla exploradora. Cuando llegaron a la orilla pensaron que lo mejor sería que fuese Patuquito quien visionara los alrededores, dadas las horas y el negro color de su piel, seguramente pasaría desapercibido.
Camuflados detrás de una loma, Patuquito vio a los soldados de los Unidos Estados, casi ningún componente de la avanzadilla había visto jamás a un enemigo de verdad, ahora no había uno, ahora estaban viendo cientos, efectivamente Patuquito comprobó que realmente se trataba del Séptimo de Caballería, una leyenda en la bandera de la compañía así lo indicaba. Era suficiente, debían regresar a informar a Escopetazo Prematuro y resto de jefes indios.
A la orden de El Que Va Más De Culo Que San Patrás todos fueron reculando hacía el lugar donde tenían los caballos, pero algo ocurrió que casi hace cambiar el rumbo de los acontecimiento y que fuesen descubiertos. El Que Por La Espalda Perdió Su Honesto Nombre, al recular, tuvo la gran desgracia de que un cactus traicionero violase su intimidad anal sin el consentimiento pertinente. El dolor fue insoportable y el grito que pegó se oyó en doce kilómetros a la redonda. El resto de la avanzadilla se volvió hacía él recriminándole con un sonoro ¡Psssssssssssssssssss! su trasera torpeza, por suerte, el grito de la victima del cactus fue confundido por los soldados que estaban de guardia con el de un
Águila Real que estaba merodeando por la zona en busca de algo comestible que llevarse al pico.
Patuquito en compañía de la avanzadilla llegaron al poblado y dieron novedades a los grandes jefes indios. Escopetazo Prematuro se sintió orgulloso, Patuquito a raíz de ese primer y arriesgado encuentro con el hombre blanco había pasado de ser un adolescente a convertirse en todo un molondrón. Ya nunca y jamás también volverían a llamarle Patuquito. A partir de ahora todos le llamarían Patuco Chillón y nunca permitiría que ninguna expresión de nadie ni nada, rimase o rimara con su primer apellido, haciendo especial hincapié, por supuesto, en la rima homosexual.
El cónclave indio fue informado con todo el lujo de detalles, desde que estaban al otro lado del río Missouri hasta que eran muchos soldados, pero el dato que más tomaron en consideración era cuando Patuco Chillón les dijo que eran del Séptimo de Caballería y que parecían cansados. Aunque destituido del cargo de brujo oficial del reino, las opiniones de Merlín Alterado (cuando estaba sobrio) no eran de despreciar. El suegro de Escopetazo Prematuro tenía muchas guerras sobre sus espaldas. Merlín Alterado era de la opinión que debían atacar esa misma noche, no había que darles tiempo a que descansaran, dicha propuesta fue apoyada con mucho empeño por El Que Bien Puestos Los Tiene bajo la mirada inquisitiva del gran jefe molondrón que no se le había olvidado su deserción matutina, pero la última palabra la tenían los jefes de las respectivas tribus, a favor era seguro que estarían Toro Sentado, Jefe de los Sioux, y Caballo Loco, jefe de los Cheyennes. Para todo el Al Este Del Oeste Americano era conocida la animadversión que sentían mutuamente los unos por otros y los otros por los unos y así sucesivamente amén de las numerosas ocasiones en las que se habían enfrentado, siempre con resultado incierto.
Todo parecía indicar que aquella sería la última batalla, y aquí aunque la historia contemporánea diga lo contrario e inclusive ni tan siquiera los nombre, los indios Molondrones capitaneados por Escopetazo Prematuro tendrían mucho que decir.
Para solventar la forma y manera de llevar a efecto la guerra con los americanos soldados se consultó con la juez Toga Desfloripondiada sobre los pasos legales a seguir al respecto. Se decidió que se votaría en pos del legal Quorum, es decir, deberían salir la mitad más uno favorable a esta opción o no, la lógica dictaba que en primera votación debería de salir el resultado pues daba la casualidad de que el censo electoral era impar. La votación se realizó seguidamente y hubo ecuanimidad de votos, hubo los mismos votos a favor que en contra, ¡Esto no podía ser!, alguien no había votado ni una cosa ni la otra. En una lúcida decisión y enfrentándose abiertamente con la dura oposición de Toga Desfloripondiada, (pues el voto alzando el dedo debería ser secreto), se volvió a votar pero esta vez no sería a mogollón, no, esta vez se haría de uno en uno y dedo en alto si estaban a favor del ataque nocturno una vez que escucharan su nombre y tribu de procedencia.
Uno a uno fueron votando dedo en alto hasta que le llegó el turno al último de los votantes, cuando en la tienda electoral se oyó el nombre de Manopla Larga, un muñón apareció de la nada. Este gran jefe indio había perdido los dedos de las manos en un trágico día en el que por ignorancia piscícola confundió a una congregación submarina de simpáticas pirañas autóctonas de allí, con alegres pececillos ángeles tropicales, y debido al efecto lupa ocasionado por su visión a través del río parecían más grandes. El gran jefe mutilado se dio perfectamente cuenta al sacar las manos del agua de la poca santidad de la que aquella congregación hacía gala. Parece ser que a raíz de esto, Manopla Larga tuvo que
hacer un curso de reciclaje para poder volver a montar a caballo, no lo tuvo nada fácil, al no poder contar con su ambas dos manos tuvo que aprender a hacerlo vía sobacos, al final le tomó el tranquillo al tema y apenas se le notaba que le faltasen las manos cuando se le veía galopar por las inmensas praderas de Al Este Del Oeste Americano.
Manopla Larga había suplido su carencia dactilar con una verborrea que aburría al más pintado, media hora tardó en dar la opción de él y su tribu, de hecho, cuando ya se concretó que atacarían esa noche y habían abandonado todos la tienda electoral, él seguía y seguía con sus disertaciones hasta que se percató de la soledad en la que se hallaba y sonrojándose a sí mismo calló.
La hora Equis del día hache y de la noche y (griega) había llegado, Patuco Chillón que ya se iba implicando más en los asuntos de defensa, inclusive se permitió la licencia de proponerle a Escopetazo Prematuro que él lo que haría sería mandar indios en series de dos. Primeramente los más delgados para después ir engordando las series hasta acabar con lo más obesos, así dependiendo de los que volvieran o no sabrían la puntería que tenían los soldados guardacostas del séptimo de caballería.
Escopetazo Prematuro se quedó sorprendido ante tal propuesta… le gustó y así se lo hizo saber a su vástago y al resto de jefes indios. Quedaron de acuerdo en que como la idea había sido de los indios Molondrones, los dos primeros deberían ser de ellos, Escopetazo Prematuro accedió e indicó a Palomino Mensajero que se fuera en busca de los dos indios molondrones más delgados.
Escopetazo Prematuro reunió a toda su tribu y les comunicó la última resolución de la ONIU (Organización de las naciones indias unidas), y que ellos, los indios molondrones, tendrían el gran honor de escribir quizás con su sangre esas primeras líneas del libro de la historia, en concreto los dos molondrones más delgados.
En la tribu de los molondrones de repente se hizo el silencio, la tensión hasta se podía cortar, también se oyeron algunos suspiros de tranquilidad como queriendo decir….“Menos mal que yo estoy gordito” o “Qué suerte que los hay más delgados que yo” o “Viva la Mayonesa, el colesterol y los triglicéridos”.
Escopetazo Prematuro ordenó a Palomino Mensajero que fuese en busca de los dos molondrones más delgados de la tribu, así lo hizo Palomino Mensajero pero para sorpresa de éste, en escasas horas todos los indios molondrones habían engordado a base de bien, prominentes y henchidos vientres brillaban a la claroscura luz de la luna. Palomino Mensajero fue recorriéndoles uno a uno mirándoles fijamente a los ojos. Les hacía preguntas intrascendentes con la única finalidad de que hablaran, así comprobaría que esos abultados abdominales no eran fingidos. Cuando Palomino mensajero llegó a un molondrón en concreto se paró con más calma, sabía que ese molondrón si no era el más delgado de la tribu poco le faltaba. Extrañamente su vientre no hacía juego con el resto de su cuerpo, Palomino Mensajero con mucha parsimonia y mirándole fijamente con un ojo a sus ojos y con el otro ojo al vientre, le preguntó su nombre, el molondrón no contestó, se lo preguntó por segunda vez y el molondrón siguió sin contestar.
Al poco tiempo el mudo molondrón comenzó a ponerse morado. Sus ojos comenzaron a ponerse vidriosos y sus pupilas casi se le salen de las orbitas de lo dilatadas que las tenía, no pudo aguantarlo más… explotó e hizo participe de esa explosión a Palomino Mensajero haciendo que el peluquín de pelos sintéticos de cebra que éste portaba sobre su extensa calva saliera volando por los aires y fuera a posarse sobre el bastón de mando de Escopetazo Prematuro que no daba crédito a lo que acaba de ver.
Con un cabreo del copón y despelucado, Palomino mensajero fue en busca del desinflado molondrón y dándole una colleja por haber querido hacer trampa le instó a que se presentase ante Escopetazo Prematuro. Cuando el molondrón que seguramente iba a inmolarse a la fuerza estuvo frente a su jefe, con tímida voz le dijo que el no podía ir a la guerra porque era objetor de conciencia, ¡Objetor de qué!… exclamó Escopetazo Prematuro, ¡Molondrón!, aquí el único que puede objetar algo soy yo, pues sólo faltaba eso, que empecemos ya a objetar cosas cada uno por nuestra cuenta, no sé dónde vamos a llegar. El Que Parece Que Siempre Estuviese De Perfil no tenía más remedio que obedecer.
Cuando a su lado llegó el segundo agraciado, que no podía ser otro que Aquel que casi no se ve, se pusieron en marcha uno detrás de otro hacia su incierto futuro, mientras, en homenaje a tanta gallardía, El Que A Silbidos Jode El Sueño Ajeno silbaba el himno del indio legionario en su honor.
Todos los Jefes indios exigieron silencio a sus respectivas tribus, eran conscientes de que los próximos momentos iban a ser trascendentales, ¿Volverían sanos y salvos dejando patente la poca puntería de los guardacostas del séptimo de caballería?, o por el contrario no volverían.
X. Los resultados Parte 6º – El desenlace final.
Al poco tiempo, en el silencio y la oscuridad de la noche se vio un fogonazo acompañado seguidamente de un sonoro y solitario Pum. Seguidamente se escuchó en la cercana lejanía dos emparejados Plaff. Todos supieron que había ocurrido lo peor cuando vieron llegar a los dos caballos sin nadie a su grupa, con un Pum les había bastado a los guardacostas para acabar con dos indios y eso indicaba una puntería digna de todo elogio y una supina estupidez por parte de los dos delgados indios que no cayeron en la cuenta de separarse y no llegar allí uno detrás del otro.
Esto no quita para que la preocupación se hiciese dueña y señora de aquellos momentos prebélicos. La media de que por cada Pum dos indios menos, no daba para muchas alegrías, y aún peor, el séptimo de caballería ya sabía de su existencia por lo que estarían más preparados.
Escopetazo Prematuro se hartó de tanta historia y erigiéndose en el jefe supremo ordenó que atacarían todos a la vez con los indios molondrones a la cabeza, eso hicieron, comandando la formación, todos los jefes indios acompañados de Patuco Chillón, atacaron ferozmente. El ataque fue feroz, hombro con hombro, codo con codo, la ONIU no dejó títere con cabellera aunque también perecieron muchos de ellos. El campo de batalla amaneció plagado de cuerpos inertes de ambas partes. Mujeres indias de todas las tribus acudieron al campo de batalla en busca de que la fortuna hubiese jugado a su favor y nadie de su familia estuviese entre los caídos.
Hormona Eufórica fue la primera en ir en busca de su aún marido y de su hijo, desgraciadamente lo que nunca pensó que llegase a ocurrir había pasado. A una cierta distancia vio como su hijo Patuco Chillón lloraba sobre el cuerpo de un indio. Hormona Eufórica sabía quién era. Su corazón desbocado no le dejaba lugar para la duda, era Escopetazo Prematuro y había caído combatiendo, madre e hijo se abrazaron y lloraron amargamente.
Curiosamente, al lado del cuerpo inerte de Escopetazo Prematuro estaba el cadáver de Giorgio Custer con las botas a medio poner. Es bastante evidente que el enfrentamiento entre ambos debió de ser terrible a juzgar por lo ensangrentado de los cuerpos.
De una forma u otra, a todos y cada uno de los que participaron en aquella cruenta batalla conocida para la posteridad como “La Batalla de Little Bighorn” les dejaron secuelas, a unos físicas y a otros psíquicas, concretamente Patuco Chillón tuvo que aprender a convivir con la herida que un proyectil le causó en un pulmón, a Hormona Eufórica esa batalla había herido de muerte a su alma.
>>Queridos lectores, como colofón y final a este dossier, a Vds. presentado sólo resta llegar a las conclusiones finales y que sin posponerlo más paso a detallarles.
Todo había merecido la pena, la vida de unos y la muerte de otros, todo por el simple hecho de poder vivir en las tierras que los vieron nacer y que el hombre blanco creyéndose amo y señor de todo quería arrebatarles.
Patuquito (permítanme que vuelva a llamarle así) fue digno hijo y digno sucesor de la estirpe de los Prematuros. Gobernó a la tribu de los molondrones con sabiduría y valor. Aunque ligeramente mayor que él, Patuquito contrajo nupcias con Toga Desfloripondiada la cual le dio un hijo al que llamaron “Zapato veloz”. Patuquito tuvo la gran fortuna de morir en libertad. Murió antes de ver cómo su eterno enemigo, el hombre blanco, al fin conseguía doblegar voluntades y colonizar todas aquellas tierras.
En un sublime acto de generosidad para sus hermanos en Dios, quedarían confinados en reservas para el resto de su días.
Hormona Eufórica no volvió a conocer la felicidad al lado de otro hombre, siempre estuvo presente en ella el recuerdo del gran amor de su vida que no fue otro que Escopetazo Prematuro y de cómo no le importó entregar su vida en pos de la felicidad de su tribu. De todas formas, el madrugón de ese día le quitó media vida, y sólo faltaba que Giorgio Custer rematase la faena quitándole la otra media.
Del resto de protagonistas enumerados de uno u otro modo en este estudio, no hay mucho que decir, algunos de ellos murieron en la batalla y otros se salvaron. El Que Ve Como Un Lince A Veces se salvó porque no pudo ver dónde estaba la batalla y llegó cuando ya había acabado. El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo, más o menos idem. ese día el viento lo tenía en contra y el humo también. Cuando descendía en la más absoluta ceguera la cima del susto tropezó y cayó al cercano vacío, tres metros de caída pero fue una caída
suficiente como para producirle una fractura abierta en su tobillo derecho que nadie supo curar y que le postergó a una ostensible cojera para el resto de su vida.
Dicen….cuentan…. que los primeros colonos que llegaron a aquellas tierras veían asiduamente y en las oscuras noches la silueta de un indio que silbaba a los cuatro vientos melódicos y desgarradores cánticos indios, quizás fuese El Que A Silbidos Jode El Sueño Ajeno que por fin podía silbar a pleno pulmón sin ningún miedo ya a ser lapidado.
Si han seguido activamente y con la mente abierta el desarrollo de este estudio, se habrán dado cuenta cuán diferente es la realidad de la ficción que nos mostraron en su día las películas. Seguramente también habrán cambiado la idea que ustedes tenían al respecto. Si mi ilustre equipo de científicos y yo hemos conseguido hacerles cambiar de opinión, damos por buenas las intensas ojeras que tendremos para el resto de nuestra vida.
No hagan caso de todo lo que vean y oigan por muchos John Wayne que se encuentren en su camino. Los indios eran también seres humanos normales con sus defectos y sus virtudes como cualquier hijo de vecino.
• No quisiera acabar sin admitir y entonar el ”nuestra culpa” por no haber sido capaces de averiguar, por más esfuerzos que hicimos, a quién pertenecían las reliquias encontradas por mí en el gran cañón del colorín colorado este soberbio estudio se ha acabado.
Fdo. Dr. Wallace Wayne.
- El salvaje al este del oeste americano - 11/03/2012