El salvaje al este del oeste americano

 I. Prólogo

Mi intención al publicar este trabajo de investigación no es buscar fama o dinero, nada  más  lejos  de  ello,  no  me  hace  falta  pues  fama  y  dinero  ya  tengo  y  no necesito más. Mi única pretensión es que quién lea esto tenga otra visión, quizás la verdadera, de lo que en realidad fue el salvaje “Al este del oeste” americano, visto desde el prisma de una de las tribus más emblemáticas de aquella época.
Sé que no será una empresa fácil de llevar a buen puerto porque ya tenemos ideas  preconcebidas  de  lo  que  era  aquello.  Durante  muchos  años  y  sentados frente  a  nuestro  televisor  hemos  visto  multitud  de  películas  de  “al  este  del oeste”, de indios, de vaqueros, de vaqueros y algún que otro indio, y un largo etcétera  de  estilos.  Quién  no  recuerda  películas  como  “Un  hombre  llamado caballo” ”Tú perdonas yo no” ”Por un puñado de dólares” ”Los siete magníficos” «Bailando con lobos” “Murieron con las botas puestas”, y un largo etcétera.

En la mayoría de ellas, si salían indios, no les quedaba más remedio que ser los malos del peliculero film. Seres salvajes hablando siempre en monosílabos sin ningún tipo de conciencia con el único cometido y objetivo en la vida de arrancar cabelleras  a  diestro  y  siniestro,  cuantas  más  mejor,  no  olvidándonos  de  los esquiroles  que  ayudaban  a  esos  fornidos  soldados  de  caballería  y  que  hacían funciones de perro pachón. Los pobres indios lo tenían todo en contra porque ya del armamento del que disponían….mejor ni hablar. Los soldados iban armados hasta  los  dientes,  Colt  de  todos  los  calibres  habidos  y  por  haber,  cañones inmensos,  pero  los  pobrecitos  de  los  indios,  queridos  míos  ¿Qué?,  míseras flechitas que veíamos recorrer la pantalla de nuestro televisor de un lado para otro  sin  ningún  rumbo  fijo.  A  lo  mejor  alguna  vez  y  casi  al  final  de  la  película conseguían  darle  a  algún  soldado,  pero  eran  las  menos,  eso  sí,  los  mayores porrascazos, que casi siempre eran tomas en primer plano, se los pegaban los indios cayéndose de los caballos abatidos por la gran puntería del protagonista de turno, el gran hombre blanco que casi ni le hacía falta apuntar, había tantos indios  que  a  alguno  le  tenía  que  dar,  por  cierto,  toda  la  película  se  la  pasaba pegando tiros y nunca se le veía cargar el revolver.

Por todo esto me gustaría que abrieseis vuestra mente y cuando hayáis leído los  resultados  de  mi  estudio,  opinéis,  porque  seguramente  habréis  cambiado vuestra  percepción  y  otra  realidad  habrá  pasado  a  formar  parte  de  vuestras vidas.  ¡Señoras  y  caballeros!,  esto  no  es  el  guión  de  ninguna  película  ni  hay ningún director que haga de su capa un sayo. Aquí leerán ustedes el resultado de muchos  años  de  intensa  y  científica  investigación  abaladas  por  pruebas  tan fiables  como  las  del  carbono  casi  14  y  del  ADN  de  las  muestras  con  las  que tropecé accidentalmente.

Mi  nombre  es  Wallace  Wayne, Dr.  Doble  W  para  la  comunidad  científica.  La profesión a la que he dedicado mi vida ha sido y sigue siendo la paleontología y la antropología. Según lo que encuentre por ahí pues me decanto por aplicar una especialidad  u  otra.  Mi  currículo  vitae  está  repleto  de  multitud  de  doctorados  “Honoris Causa” por tal o cual universidad, aparte de haber sido galardonado en numerosas ocasiones con premios que no considero imprescindible describir pues podría  estar  año  y  medio  haciéndolo.  No  es  mi  deseo  vanagloriarme,  sólo pretendo  que  los  lectores  tengan  en  consideración  que  esto  no  lo  está escribiendo un don nadie sino alguien que sabe lo que dice y que a las pruebas se remitirá.

II. La casualidad los puso a mis pies

Había  ido  en  multitud  de  ocasiones  a  los  Estados  Unidos.  Siempre  fue  por motivos estrictamente de trabajo pero esta vez no iba a ser así, en esta ocasión fui a visitar el Gran Cañón del Colorado como cualquier otro turista, un turista de a  pie  que  si  mis  huesos  lo  llegan  a  saber  antes….prontito,  porque  fijo  que hubiese  alquilado  alguna  moto  de  trial  o  algo  para  andar  por  allí  porque  el cañoncito  de  las  narices  tenía  tela.  Bajar,  aunque  complicado  y  con  algún resbalón que otro aún tenía pase, pero es que subir…., ¡Mother of the wonderful love!,  ésta  es  una  expresión  que  utilizamos  mucho  en  Londres,  creo  que  en español viene a significar algo así como ¡Madre del amor hermoso!.
Pues como iba  diciendo, subir por aquellas kilométricas cúspides había que pensárselo, de hecho tanto lo pensé que no subí hasta el último día, día en el que precisamente ocurrió lo que nadie hubiese esperado.

Mi estancia en el cañón fue sencillamente maravillosa, la única decepción es que  aparte  de  perder  tres  semanas  buscando  el  dichoso  gran  cañón  también perdí una apuesta que hice a mi salida de Londres con un amigo y compañero de profesión.  La  apuesta  era  que  si  en  Colorado  había  un  cañón,  fuese  grande  o pequeño, tuviera aún pólvora o no, yo lo encontraría.

Por más tesón que puse en este empeño no lo encontré y deduje yo solito que el  gran  cañón  debía  de  ser  todo  aquello,  lo  del  “colorado”  sigo  sin  entenderlo pero quizás sea o por el color que tiene aquel abismal paisaje, o por el color que se  le  queda  a  uno  en  la  piel  tras  estar  castigándole  el  sol  de  manera  tan inmisericorde  durante  todo  el  día,  aunque  a  decir  verdad  tampoco  es  que  me importe mucho, será una duda que podré asumir sin ningún tipo de sentimiento de inutilidad.

Después de aclarar mis dudas sobre si comenzar la ascensión o quedarme allí para  el  resto  de  mi  vida,  al  despuntar  el  Alba  y  con  la  fresquita  comencé  a ascender. Me lo tomé con calma, sabía que me lo tomara como me lo tomara, de todas formas mis primeras canas iban a nacer en aquel colorado lugar, así que para  qué  iba  a  ir  deprisa.  Aprovechando  un  descansillo  que  por  casualidad encontré, hice una parada, los pocos descansillos que había por allí no eran de menospreciar porque sabe Dios cuál sería el siguiente.
Con la mirada perdida en el infinito y el pensamiento naufragando en mi razón me percaté que mis ambos dos pies estaban comenzando a entrar en ebullición y a pedir angustiosamente
auxilio. Estaban a punto de salirse de las botas de lo hinchados que los tenía y debía con urgencia  liberarlos de ese suplicio, ¿Con qué  me encontraría cuando me quitase las botas?, imaginé que mis pies estarían despellejados vivos. Me fue imposible mirarlos, así que temeroso y con los ojos cerrados los liberé. Por mi cabeza  pasaron  imágenes  de  amputaciones  y  demás  operaciones  quirúrgicas  a las  que  seguramente  debería  enfrentarme,  y  lo  peor  es  que  no  tenía  hielo  a mano para en el peor de los casos poderlos conservar hasta que un cirujano me   los  injertase  de  nuevo.  También  pensé  que  no  tenía  ningún  rotulador  para marcar cuál era el pie derecho y cuál el izquierdo.
Me preocupaba enormemente que debido al grado de deterioro en el que se encontrarían se confundiesen de pie  y  me  los  pusieran  al  revés  quedando  extrávico  de  pies  para  toda  la  vida (cómo divaga la mente a veces en situaciones de riesgo).

    Con los ojos siempre cerrados introduje mis pies en el lecho de aquel arenoso suelo. Mis ambos dos pies se consolaron al contacto con aquella fina arena y ya no me dolían, asustándome si cabe aun más este hecho,¿Cómo era posible ese cambio  tan  drástico  en  su  dolencia?.  El  susto  se  convirtió  en  cuestión  de segundos  en  un  acojone  de  dimensiones  difícilmente  cuantificables  porque enseguida  lo  tuve  claro.  Mis  pies  habían  dejado  de  existir  como  tales,  habían aguantado  hasta  ser  libres.  Entre  este  posible  fallecimiento  y  la  realidad  sólo había una fina línea que cruzar que no era otra que abrir los ojos y comprobar qué había pasado por muy duro que me resultase.

Sin más titubeos y debido al olor a chamuscado que emanaba de ellos, di el paso, abrí los ojos y rompí a llorar porque efectivamente habían fallecido. En el lugar en el que antes había dos orondos pies del cuarenta y dos con su carne y todo  incorporada,  ahora  tan  sólo  había  huesos,  y  aunque  mi  llanto  no  paró  e inclusive creció con la visión de aquello, no pude evitar pensar que el día que le tocara fallecer al resto de mi cuerpo, o se daban prisita, o no les iba a dar tiempo a enterrarme a juzgar por lo rápido que me quedaba yo en los huesos después de  muerto.  Lo  único  positivo  que  veía  de  toda  esta  desgracia  era  que  por  lo menos los gusanos y demás fauna cadavérica poco festín se iban a pegar a mi costa.

De repente y sin saber cómo….de las profundidades de aquel terreno arenoso vi  como  se  abría  paso  y  emergía  a  duras  penas  el  dedo  pulgar  de  mi  pie izquierdo,  ¡No  me  lo  podía  creer!  ¡Qué  alegría  sentí  en  mis  adentros  y  en  mis afueras!, se había salvado un dedo aunque luego pensase que para qué iba yo a necesitar un dedo sólo cuando además era diestro. Lo único que haría este dedo sería  estorbar  y  convertirse  en  el  hazme  reír  de  la  raza  humana.  Mientras angustiosamente  pensaba  en  esto,  por  arte  de  birlibirloque  (este  birlibirloque debía de ser un mago o algo por el estilo) vi aparecer del fondo de aquel arenoso suelo  al  resto  del  cónclave  dactilar  de  mis  pies.  Los  conté  uno  a  uno,  ¡Diez!,
¡Había diez! ¡Volvía a tenerlos a todos conmigo! ¡Qué alegría sentimos los once al volver a encontrarnos!.

Pasados  estos  tensos  y  duros  momentos  preamputación,  lo  que  estaba meridianamente claro es que entonces aquellos huesos no eran míos. Tenían que  ser  de  alguien  ajeno  a  mi  entorno,  ¿Pero  de  quién?.  Mi  agudizado  olfato paleontológico y antropológico me indicó que aquellos huesos pedestres tendrían entonces mucho que contarme.

Con mucho cuidado y utilizando toda la habilidad de la que fui capaz, conseguí introducirlos  en  mi  mochila  sin  que  se  despendolaran  y  en  vez  de  parecer  dos pies  pareciesen  un  culo.  Toda  la  parsimonia  de  las  que  había  dado  claras muestras en mi viaje se convirtieron en una fugaz y ascendente carrera. Estaba entusiasmado  con  mi  descubrimiento  y  no  veía  la  hora  de  regresar  a  Londres para desentrañar los misterios de mi casual descubrimiento.

III. Regreso a Londres con mi descubrimiento.

A mi llegada a la civilización me puse en contacto con el embajador de Inglaterra en  los  Unidos  Estados,  Sir  Spencer  Warren,  con  la  pretensión  de  que  me facilitara  el  regreso.  El  embajador  me  recibió  con  todos  los  honores  que  un prestigioso científico como yo merecía y tras contarle todo lo ocurrido e informar a su real superiora mediante una urgente llamada telefónica a cobro revertido, me  dijo  que  no  me  preocupase,  recibiría  todas  las  facilidades  que  había  ido  a solicitar, además, su real alteza se lo había exigido explícitamente.

Acepté  su  invitación  para  acompañarle  a  comer  como  no  podía  ser  de  otra manera.  Terminada  la  comida  dimos  por  finalizada  la  estrecha  (aunque  fugaz) relación  que  habíamos  mantenido.  Nos  despedimos  con  un  efusivo  saludo  y  él partió hacia su despacho para continuar con las labores del cargo que con tanto orgullo ostentaba. Dada la hora y por lo poco que había hablado con él, supuse que se iba a echar un siestón de padre y muy señor mío.

Estuve como media hora en el recibidor esperando que llegara alguna facilidad de  esas  que  me  iban  a  ofrecer  para  regresar  a  Londres.  La  facilidad  llegó  en forma de taxi a los tres cuartos de hora. El taxista se dirigió hacia donde yo me encontraba y me preguntó si era yo el de los huesos, comprobé in situ que todo se  había  llevado  con  la  más  absoluta  discreción  y  que  por  algo  el  espionaje Londinense   estaba   a   la   cabeza   de   Europa.   Después   de   responderle afirmativamente  pusimos  rumbo  al  aeropuerto.  A  nuestra  llegada,  el  amable empleado  del  taxis  tuvo  la  osadía  de  pedirme  sendos  cuarenta  dólares  por  la carrera,  le  pregunté  que  si  en  la  embajada  no  le  habían  facilitado  el  importe
contestándome que no, que se lo tenía que facilitar yo. No podía dar crédito a las numerosas facilidades de las cuales estaba siendo objeto por parte de mi país en tierra ajena. Menos mal que llevaba el dinero justo porque si no el que tendría que haber hecho la carrera (y no la del galgo) hubiese sido yo para pagarle al buen empleado del gremio del taxi sus emolumentos.

Me  dirigí  con  todas  las  facilidades  del  mundo  a  la  venta  de  billetes  para posteriormente llegar a la zona de fácil embarque, no obstante antes debía pasar fácilmente el control policial que habían instalado allí en mi honor. Este control consistía primordialmente en dos agentes de dimensiones desorbitadas para una persona  humana  y  un  scanner  de  más  o  menos  las  mismas  dimensiones.  Al principio  creí  que  estaban  tan  avanzados  que  meterían  allí  el  equipaje  con  el propietario  incluido  pero  no,  me  dijeron  que  metiera  la  mochila.  Estos  dos agentes tenían los ojos algo extraños. Sus ojos no miraban, sus ojos más bien estaban  casi  continuamente  sospechando  y  por  lógica  asociación  me  sentí
totalmente sospechoso, de hecho es que hasta empezaron a temblar los huesos que  llevaba,  por  suerte  nada  ocurrió,  los  agentes  aunque  vieron  los  huesos  y miraron un listado que tenían, no procedieron a requisarlos porque supongo que unos  huesos  de  nada  no  los  considerarían  precisamente  patrimonio  de  la humanidad, y tanto yo como mis huesos, todos, pasamos el control sin ningún tipo de problema, había conseguido salir legalmente ileso de allí con un osario de un valor incalculable como luego a la postre mi metódico estudio demostraría. Ya sólo  me  quedaba  esperar  con  toda  la  facilidad  del  mundo  dos  horas  para embarcar y poner rumbo hacía  mi querida y amada patria, ya estaba echando mucho  de  menos  mis  ocasionales  zambullidas  en  el  río  Támesis  como  fin  de fiesta de alguna noche loca de saturación de alcohol en sangre.

Durante  el  trayecto  me  sentí  orgulloso  de  mi  país  y  de  cómo  se  habían comportado conmigo y mi ilustre persona, sobre todo por no poder moverme en aquel asiento tan estrecho que tenía reservado.

El estrecho viaje concluyó y cuando salí del aeropuerto, con asombro y alegría vi como fui aclamado en honor de multitudes, ¡No había nadie esperándome!, ni tan  siquiera  mi  gente  más  allegada  se  había  dignado  a  desplazarse  hasta  allí para  esperarme.  Ni  que  decir  tiene  que  cuando  pude  los  borré  a  todos  de  mi científico testamento. La cuestión es que ya estaba allí y podía empezar para el trabajo  que  nací.  Sin  perder  ni  un  minuto  me  dirigí  a  mi  laboratorio  e inmediatamente comencé a contactar con el personal experto en estas lides del cual  me  quería  rodear  y  que  me  ayudarían  a  llevar  a  buen  fin  este  fantástico trabajo.

IV. Pruebas de laboratorio

Los cité a todos para el día siguiente a las nueve de la mañana. Durante el resto de ese día estuve utilizando los largos brazos de la ciencia para conseguir financiación para el proyecto que tenía entre manos. Me parecía mentira, llamé a infinidad  de  puertas  pero  nadie  estaba  receptivo  por  mis  huesos,  hasta  los estamentos oficiales me denegaron cualquier tipo de ayuda. No me quedó más remedio que acudir al Central Bank of Londón y financiarme a mí mismo, eso sí, me puse un interés muy bajo y fácil de pagar en cómodas cuotas mensuales.

A  la  mañana  siguiente  y  puntuales  como  relojes  llegaron  al  laboratorio  mis científicos  colegas,  uno  a  uno  fueron  sentándose  en  la  mesa  de  reuniones  en espera de que yo comenzase mi disertación y les explicara de qué trataba todo aquello. Pude ver en sus rostros durante lo que duró la explicación sus inmensos deseos de poder ver mi hallazgo. No les hice esperar mucho. Notaba en ellos un nerviosismo fuera de lo común. Cogí la viajera mochilla y con el mismo cuidado que introduje en ella a los menospreciados huesos, los saqué. Todos mis colegas se quedaron boquiabiertos excepto uno que se quedó boquicerrado, desconozco por qué. Me di perfecta cuenta que al igual que yo, ellos sabían que los huesos
de  los  pies  encontrados  en  el  gran  cañón  del  colorado  nos  contarían  muchas cosas,  excepto  el  que  se  quedó  boquicerrado  que  preguntó  que  si  eso  eran huesos de pollo.

Inmediatamente después nos dirigimos todos al laboratorio y pensamos que lo mejor sería primeramente realizar la prueba del carbono casi 14 para saber de qué fecha podían datar. Metódicamente puse los huesos en el lugar indicado para la realización de esta prueba y solicité que para empezar me llevaran un terrón de   carbono   casi   14.   Se   miraron   unos   a   otros   sin   dejar   de   navegar impulsivamente dentro de los bolsillos de sus blancas batas de laboratorio, ¿Qué os pasa? les pregunté, ¡Wallace!, que no nos queda, ¿Cómo? ¿Qué no tenemos carbono casi 14?, entonces cómo queréis que hagamos la prueba, ¿Con picón?.

Todos  se  sonrojaron  ante  esta  primera  contingencia  común  que  se  había presentado  pero  yo  me  había  erigido  en  jefe  del  proyecto  y  un  insignificante contratiempo no me iba a parar. Llamé al boquicerrado y le insté a que fuese a la  herboristería  de  la  esquina  a  comprar  cuarto  y  mitad  de  carbono  casi  14.  Lo quería de la mejor calidad, ni que fuera 13 y medio ni 14 y medio, tenía que ser justo casi 14 y el precio no me importaba. Al poco tiempo, el boquicerrado llegó habiendo  cumplido  fielmente  la  misión  que  se  le  había  encomendado,  ¡Ya teníamos  el  dichoso  carbono  casi  14!.  El  boquicerrado  lo  traía  en  bolsitas semejantes a las de infusiones de té. Pregunté a mis ilustres colegas si alguno
había efectuado la prueba con el carbono casi 14 en esas condiciones alguna vez, todos contestaron que no, la lógica me dictó que habría que hervirlo y echarle el resultado  del  hervido  a  los  huesos  a  ver  qué  pasaba.  A  los  cinco  minutos  el resultado  del  hervido  fue  derramado  a  partes  iguales  en  cada  huesudo  pie, entonces,  un  denso  vapor  inundó  el  laboratorio  con  nosotros  dentro.  Apenas podíamos ver nada, alguien inclusive maldijo a la madre que parió a un macetero que  impactó  sobre  su  vaporosa  cabeza.  Al  cuarto  de  hora  la  densa  bruma desapareció  y  fue  una  alegría  volvernos  todos  a  ver.  Después  de  la  algarabía todos fuimos en pos de los resultados que pudieran darnos la metódica prueba
que habíamos realizado.

Los  huesudos  pies  estaban  igualitos  que  hacía  un  cuarto  de  hora,  la  única salvedad  era  que  estaban  mojados,  dato  interesante  éste,  ahora  estaba  en nuestra mano la interpretación veraz y científica de los resultados de todos los análisis que a posteriori deberíamos realizar.

Tras intensos meses de duro trabajo y de glamurosas pruebas de todo tipo,  microscópicas, al baño Maria, etc. los resultados obtenidos  fueron impactantes, diría  más,  fueron  increíbles.  Para  confirmar  al  cien  por  cien  los  resultados  que habíamos  obtenido  tan  sólo  nos  faltaba  realizar  las  pruebas  de  ADN  pero  no pudimos  hacerlo,  aquellos  huesos,  aparte  de  algo  de  calcio  post  morten,  no tenían nada más,  la  sangre necesaria, excepto la de un dedo del boquicerrado que  se  cortó  con  un  bisturí,  no  existía,  inclusive  el  tuétano  de  estos  huesos estaba más seco que el desierto de Arizona en pleno verano. Se intentó de todas las formas y maneras posibles pero nos tuvimos que dar por vencidos y dejarlo
todo en manos de nuestras respectivas intuiciones que nos indicaban que con las que ya habíamos hecho era suficiente.

Al año y medio de haber comenzado y en común acuerdo dimos por terminado nuestro trabajo. Los resultados se publicaron en la revista científica de renombre mundial “Discovery Explosion” que nos hizo merecedores al Nóbel en el apartado “Comics”.

A  continuación  paso  a  detallarles  concienzudamente  y  con  todo  el  lujo  de detalles, valga la detallista redundancia, el resultado de nuestro trabajo que con tanta impaciencia esperan.

V. Los resultados parte 1ª.

Antes  de  que  el  hombre  blanco,  no  uno,  sino  muchos  que  fueron  llegando  colonizara las tierras de “Al este del oeste” americano, éstas estaban pobladas por numerosas tribus de indígenas autóctonos de allí precisamente. Había tribus para  todos  los  gustos.  Unas  tribus  eran  más  belicosas  que  otras,  y  otras  más dicharachera  que  unas,  pero  lo  que  todas  tenían  en  común  es  que  estaban repletitas  de  indios.  Solían  ser  tribus  nómadas  que  se  desplazaban  de  un  sitio para otro con el único fin de poder coccionar diariamente su ración necesaria de  comida. Iban al son que tocaba la fauna comestible de allí. Que los caribúes iban para el norte, pues ellos iban para el norte, que los caribúes cambiaban a mitad
de camino de opinión e iban al sur, pues ellos cambiaban de opinión al mismo tiempo, total, no tenían otra cosa que hacer porque la verdad es que trabajar no había en qué. A veces sus caminos se cruzaban y se increpaban mutuamente. Los caribúes les decían que no los siguieran y los indios les contestaban que se decidieran de una vez que no podían estar levantando el campamento cada dos por tres. Los indios para presionarlos los amenazaban diciéndoles que como se pusieran tontos dejarían de seguirlos y se harían amigos de los búfalos.

A los caribúes esta imbecil amenaza les traía más bien al fresco pues sería un problema menos para ellos ya que a veces los indios se ponían muy pesaditos jugando al gato y al ratón con ellos para cazarlos, inclusive a veces lo conseguían y los caribúes no ganaban para sustos, sobre todo al que habían cazado.

Los  indios,  independientemente  de  la  tribu  que  fuesen,  tenían  bastante arraigadas todas sus creencias. Su Dios “Manitú” estaba por encima de todo y no dejaban de agasajarle con todo tipo de presentes. Que eran las vacaciones de verano, presente al canto, que eran navidades, presente al canto otra vez, que era  semana  santa,  idem  de  idem,  su  Dios  no  podía  tener  queja  de  ellos  en cuanto a ofrendas y en contrapartida él les concedía todos los deseos que ellos le pedían,  si  no  era  época  de  lluvias,  llovía  torrencialmente,  si  en  tiempos  de
siembra debía de llover, el sol castigaba más que nunca, pero era el designio de su Dios y así lo aceptaban.

Para cada tipo de ofrenda a sus dioses o para cualquier otro tipo de evento, los  indios  se  decoraban  la  cara  con  la  más  amplia  variedad  de  imaginativos graffitis. A causa de esto, su cutis dejaba bastante que desear aunque tampoco les  importaba  mucho  a  los  aguerridos  varones.  Los  indios  varones  no  tenían necesidad  de  resultar  atractivos  a  las  indias  pues  éstas  no  podían  negarse  a formar  parte  del  mobiliario  de  la  tienda  de  casados  sobre  todo  si  el  poco atractivo indio tenía alguna relación familiar con el jefe de la tribu. Este jefe de la tribu era la personificación del poder, sus monosilábicas ordenes eran cumplidas sin  pestañear.  Era  hombre  curtido  en  miles  de  batallas  y  miles  de  sentadas fumando otras tantas alucinógenas pipas de la paz. Normalmente eran hombres ya entrados en edad y cara de malas pulgas que solían tener garraspera por la mañana  y  tosían  el  resto  del  día  regalando  a  quien  estuviese  a  su  lado variopintas raciones de salpicón de silicosis. Como orgullosos dueños y señores de todo lo que se encontrase en su radio de acción, sus nombres y apellido eran de  lo  más  significativo,  “Toro  sentado”  “Caballo  loco”  “Nube  gris”  etc.  El  único que carecía de estos opulentos nombres era un jefe de reciente creación al cual
el  padre  no  quiso  reconocer  ni  darle  sus  apellidos  y  su  madre  lo  bautizó simplemente con el nombre de “Jerónimo”.

>>No me detendré más en esta descripción, sólo pretendía dar unas pequeñas pinceladas de algunas de las características técnicas generales de las que eran poseedores  los  pobladores  de  las  praderas  de  al  este  del  oeste  americano.

Como dije, había multitud de tribus, Sioux, Pieles rojas, Mohicanos (antes de que se cepillaran a todos y sólo quedara el último), pero el objeto de mi trabajo es  una  tribu  en  concreto,  tribu  poco  conocida  pero  muy  valorada  y  a  la  que pertenecían  aquellas  huesudas  extremidades  inferiores  que  por  casualidad  y efervescencia de mis pies encontré.

VI. Los resultados parte 2ª – La tribu de los molondrones.

La tribu en cuestión era la de los “Molondrones”. El jefe de la tribu respondía al nombre  de  “Escopetazo  Prematuro”.  Escopetazo  Prematuro  se  unió  en  santas nupcias  con “Hormona  Eufórica”  que  a  su  vez  era  la  hija  de “Merlín  Alterado”, brujo  de  la  tribu.  Todos  formaban  una  familia  bien  avenida,  además,  que  a Escopetazo Prematuro, egoístamente hablando, le venía muy bien tener al brujo en la familia. Los brujos indios solían ser las personas más temidas por el resto del personal de la congregación, no porque algún conjuro fuese a funcionar, que no  funcionaban  ni  de  casualidad,  pero  solían  ser  personas  terriblemente repelentes, traicioneras y cotillas.

Esta feliz tribu pasaba las jornadas labrando la tierra. Eran vegetarianos por convicción y jamás cazaron un animal, por este motivo la fauna mamífera de al este del oeste sentía predilección por las tierras pobladas por los molondrones, para ellos era un Edén y nada que ver con los sustos que les daban los pieles rojas y análogos. Allí, además, si escaseaba la comida que les brindaba la madre naturaleza,  con  premeditación,  nocturnidad  y  alevosía,  las  demás  tribus,  más belicosas, arrasaban lo que con tanto esfuerzo les costaba cultivar a sus aliados de dos piernas, los molondrones.

Un inesperado día, Escopetazo Prematuro reunió al consejo de administración del poblado para darles una buena nueva, Hormona Eufórica se había quedado embarazada.  Ese  día  fue  fiesta  nacional  en  el  poblado,  molondrones  y molondronas se acicalaron con sus mejores ropas para rendir honores a su jefe de tribu y cónyuge. Era una noticia que se había hecho esperar porque incluso corrió el rumor de que el jefe de la tribu no daba la talla en lo que al tema sexual se refería.

Merlín Alterado, haciendo funciones de ginecólogo futurista sacó de una bolsa de cuero unos huesos de gallina joven que había muerto de muerte natural y los lanzó a los cuatro vientos ante la expectante mirada de todos los allí reunidos. De  la  posición  en  la  que  cayeran  los  huesos  dependía  que  el  fruto  del embarazado momento fuese niño o niña. Los huesos cayeron al suelo bastante desparramados  y  no  valió  la  tirada.  Nadie  se  había  percatado  que  a  Merlín Alterado  se  le  había  ido  la  mano  en  la  celebración  del  embarazo  de  su  hija  y estaba de un beodo que para qué las prisas. Al cuarto intento por fin los huesos cayeron juntos y uno de ellos, el más alargado justamente, cayó entre medias de
dos huesos con forma más o menos redondeada, esto para Merlín Alterado fue señal inequívoca que sería niño y así lo profetizó.

A  las  siete  lunas  llenas  y  algo,  nació  el  fruto  del  amor  de  la  pareja, efectivamente  e  inexplicablemente  también,  Merlín  Alterado  había  acertado  de pleno, era un niño o por lo menos eso indicaban algunas partes de su cuerpecito porque hay que decir que era bastante poca cosa en lo referente a dimensiones, a la madre el parto la pilló por sorpresa y la salida de su hijo más todavía, no tuvo ni que apretar porque el dulce querubín fluyó como agua mansa desde su interior.

Al  niño,  y  futuro  jefe  de  la  tribu,  los  padres  habían  estado  muchas  lunas pensando en el nombre que le pondrían, no se ponían de acuerdo. El padre era más afín a nombres viriles como el suyo, la madre por el contrario tenía cierta tendencia a los nombres algo más light. Hubo una noche que incluso dejaron de hablarse por semejante desacuerdo. Así estuvieron dos días, justo el tiempo que tardó  Hormona  Eufórica  en  dar  su  brazo  a  torcer  en  lo  referente  a  ponerle  el nombre  de  “Dulce  Despertar”  al  querubín  de  la  familia.  Escopetazo  Prematuro también  cedió  en  cuanto  al  nombre  que  él  había  elegido  “Trabuco  Empinado”, por lo que en salomónica decisión lo dejaron al libre albedrío del azar. Cuando
nació el niño y como no dejaba de patalear y chillar como un poseso, decidieron que su nombre sería y así debía ser llamado “Patuco Chillón”.

Dos  días  con  sus  dos  respectivas  noches  duraron  las  celebraciones  por  el nacimiento del primogénito del jefe del la tribu y esposa.

Patuquito,  que  así  le  llamaban  sus  padres,  desde  la  cuna  ya  dio  claras muestras  de  ser  un  niño  con  un  coeficiente  intelectual  muy  por  encima  de  la media de los demás bebés de la tribu, su padre pronto se dio cuenta de que en él había algo diferente pero no acertaba a dar con lo que era.

El gran jefe Molondrón Escopetazo prematuro, que de prematuro lo tenía todo menos la inteligencia, se pasaba horas y horas observando a su vástago, ¿Qué era  lo  que  le  diferenciaba  del  resto?  pensaba  y  pensaba  sin  quitarle  ojo.  Que tenga los morros como una plaza de toros con burladeros incluidos, aunque raro para un molondrón que eran de labios finos, sobre todo las molondronas, podía deberse  a  alguna  rara  mezcla  genética  de  alguno  de  los  progenitores.  Que tuviera  el  pelo  acaracolado,  aunque  más  raro  aún  que  los  labios,  se  podría achacar  a  lo  mismo,  ¡Ya  está!,  Escopetazo  Prematuro  por  fin  después  de  dos meses  vio  la  luz  y  halló  respuesta  a  su  pregunta.  Escopetazo  Prematuro
empalideció doce mil cuatrocientas veintiocho veces en escasos cinco segundos porque aquí ya no había ni genética ni gaitas gallegas, ¿Cómo era posible que Patuquito  tuviera  la  piel  negra?,  ahora  Escopetazo  Prematuro  empezó  a  atar cabos. La suma de los factores hereditarios de su hijo afectaron al producto final, labios,  pelo,  color  de  la  piel,  pene  oscuramente  enorme,  todo esto  unido  daba como resultado que sin lugar a dudas y ocurriese lo que ocurriese, Patuquito era negro, ¡Pero eso no podía ser!, aun aceptando que tanto Hormona eufórica como Escopetazo  Prematuro  eran  más  bien  morenos,  de  eso  a  la  oscuridad  de Patuquito mediaba todo un abismo.

Escopetazo Prematuro se sintió hundido en la miseria y ahogado en el mar de la  traición  molondrona.  Era  el  primer  gran  jefe  molondrón  que  había  sido vilmente astado por alguien ajeno a la tribu. Lleno de ira, y cuando se le pasaba la ira, lleno de rabia, se dirigió en busca de Hormona Eufórica. Había mancillado su honor y una explicación más que satisfactoria debería darle para no hacer una locura porque aunque fuese lo último que hiciese le haría decir la verdad. Sabría cuándo  las  eufóricas  hormonas  de  su  esposa  se  fueron  de  picos  pardos  tan alegremente.

Escopetazo Prematuro ordenó a “Palomino Mensajero”, su más fiel consejero,  que  fuese  urgentemente  en  busca  de Merlín  Alterado,  iban  a  tener  un  reunión familiar para aclarar  el astado entuerto. Hormona Eufórica llegó a la tienda de congresos ignorante de lo que ocurría, a su llegada vio cómo su esposo estaba   muy serio y en actitud un poco Mr Hyde. Escopetazo Prematuro ordenó que se sentara. Al poco tiempo llegó Merlín Alterado y los tres se sentaron alrededor de Patuquito. Escopetazo Prematuro les preguntó:

Escopetazo  Prematuro  –  ¿Qué?  ¿No  habéis  notado  algo  raro  y  oscuro  en  el niño?.
Hormona Eufórica – Claro que lo vemos, Patuquito es negro.
Escopetazo  Prematuro  –  ¿Cómo?,  o  sea,  que  ya  lo  sabíais  y  no  me  habéis dicho nada.
Hormona   Eufórica   –   Cariño,   escopetazín   mío,   salta   a   la   vista   que evidentemente nuestro retoño es negro pero como nunca has comentado nada
pensé que no le dabas la más mínima importancia a ese oscuro detalle.

>>A todo esto, Merlín Alterado no decía nada, él simplemente eructaba, aún seguía celebrando el nacimiento de su nieto.

Escopetazo Prematuro – ¡Pero bueno!, nace un niño negro en una tribu india, da la casualidad que encima es mío ¿Y no le voy a dar importancia?, que yo sepa
los  negros  no  abundan  por  esta  parte  del  salvaje  al  este  del  oeste  americano Hormona  Eufórica,  así  que  ya  me  contarás  cómo  ha  sido  posible  esa  oscura
tonalidad en la piel de nuestro hijo antes de que haga algo que hasta a mí me da miedo pensar.

>>Escopetazo  Prematuro,  nerviosamente  comenzó  a  recorrer  la  tienda  de congresos  de  un  lado  para  otro  esperando  alguna  contestación  creíble.  Estaba seguro  que  fuese  la  que  fuese  no  lo  iba  a  convencer,  como  poco,  y  siendo magnánimo, se vería obligado a desterrar de la tribu a su esposa. A Patuquito lo daría en adopción, su pura sangre y molondrona estirpe no podían permitirse ese contraste de colores en la familia.

Hormona Eufórica – Te juro por nuestro Dios Manitú que no te he sido infiel. Nos conocemos desde pequeños, claro, esta tribu no es tan grande como para perdernos la pista,  y hemos crecido casi a la par, además nadie jamás ha visto por aquí a una persona negra, así que si lo piensas detenidamente….difícilmente he podido engañarte con alguien que no existe.

>>Hormona Eufórica cambió el semblante. De repente pasó de una actitud de súplica y posible explicación, a otra de enojo, ¿Cómo era posible que Escopetazo Prematuro hubiese dudado de ella?, Hormona Eufórica se acercó muy cabreada a su  esposo  y  amablemente  le  propinó  un  sonoro  y  espectacular  ostión  que  fue escuchado por todos los integrantes de la tribu a excepción de Merlín Alterado que había entrado en el mundo de los beodos sueños.

Hormona  Eufórica  se  fue  del  lugar  con  Patuquito  diciéndole  a  Escopetazo Prematuro que ya le enviaría a “Ligera De Cascos”, su abogada, para arreglar los papeles  del  divorcio  molondrón.  La  había  tratado  poco  menos  que  de  pendón desorejado y eso no lo podía admitir.

Escopetazo  Prematuro,  mientras  se  colocaba  en  su  sitio  la  mandíbula dislocada a causa del inesperado ostión matrimonial, pensó en lo que había dicho su todavía esposa, pero si no le había sido infiel…..alguna explicación debía de tener aquella diferente pigmentación de Patuquito.

>>Al  igual  que  Escopetazo  Prematuro,  para    el  equipo  de  científicos  que estudiamos aquellos huesos, la pigmentación negra de la piel de Patuco Chillón era  sospechosa.  El  equipo  estaba  convencido  que  Escopetazo  Prematuro  fue debidamente cornamentado por su esposa. Las pruebas empíricas del Carbono casi 14 no  aclararon nada al respecto  por lo que  aunque no  objetivamente,  sí que subjetivamente debimos admitir como probable el hecho de que todo fuese un   capricho   de   la   molondrona   madre   de   la   naturaleza,   y   que   posibles antepasados de uno u otro cónyuge pudiesen haber sido efectivamente negros o demasiado oscuros ¿Por qué no?.

VII. Los resultados parte 3ª – Escopetazo prematuro abandona el hogar.

Por  más  que  quería,  Escopetazo  Prematuro  no  podía  quitarse  de  la  cabeza  la posibilidad de que su esposa le hubiese sido infiel. En su mente no paraban de sucederse  las  imágenes  de  las  eufóricas  hormonas  de  su  esposa  pendoneando alegremente  por  esos  mundo  de  Yupi.  Esta  idea  le  estaba  volviendo  loco  e incluso le había hecho descuidar sus funciones como gran Jefe de la Tribu de los Molondrones.

Una  terrible  tormenta  de  miles  de  rayos  y  una  centella  presagió  lo  que  era evidente que iba a suceder, Escopetazo Prematuro ya no pudo aguantarlo más y dejó  el  hogar  conyugal,  se  marcharía  de  la  tienda  que  con  tantas  ilusiones construyó  para  ellos,  se  iría  a  la  tienda  de  soltero  que  tenía  cuando  él  se moceaba,  ahora  se  alegró  de  no  haber  querido  alquilarla  y  no  ceder  a  las presiones de Hormona Eufórica.

Tras despedirse con un “Me marcho, sí, como lo oyes” de su ex y decirle que ya se pondrían en contacto mediante sus respectivos abogados, dio un cariñoso abrazo a su dudoso vástago y partió en pos de ese duro camino de regreso hacia donde nunca pensó que volvería tan solitariamente solo.

El camino hacia su nuevo hogar se le hizo interminable, el metro y medio que separaba una tienda de otra fue un lanzarse a la buena de Dios. Fue arriesgar su vida entre tantos miles de rayos y una centella que iluminaban el trayecto. Era claro  el  por  qué  de  ser  jefe  de  la  tribu  de  los  Molondrones.  El  miedo  era desconocido  para  él,  incluso  tuvo  el  valor  de  retar  con  un  gesto  de  su  dedo corazón en posición de “Que te den” a la única centella y ésta le contestase casi dejándole posicionado para Arizona.

Al día siguiente, Escopetazo Prematuro se puso en contacto con su abogado “El Que Ni De Coña Gana Un Caso” para organizarlo todo. Quería acabar cuanto antes con los trámites de la separación. Era inútil posponerlo, El Que Ni De Coña Gana Un Caso contactó con Ligera De Cascos para saber las condiciones de la parte  contraria.  Las  condiciones  estaban  meridianamente  claras,  Escopetazo Prematuro  le  tenia  que  dejar  casi  todo  a  Hormona  Eufórica  si  no  quería  ir  a juicio, casi todo, excepto su querido caballo “El que velozmente tropieza” y un par  de  taparrabos  de  seda  que  Hormona  Eufórica  le  regaló  para  la  noche  de bodas y que encontró en el cajón de la mesita de noche y de día de la tienda
matrimonial,  posiblemente,  de  llegar  el  caso  a  los  juzgados  perdería  hasta  el caballo pues quien había abandonado el hogar conyugal había sido él, además, la magistrado “Toga Desfloripondiada” le tenía auténtico odio al género masculino desde  que  su  hermano  “Chivato  Compungido”  le  dijo  a  la  edad  de  veintiocho  años que los reyes magos de oriente, ni eran de oriente ni mucho menos eran magos, que los regalos que se encontraba en los pololos de esparto que dejaba colgados  encima  de  la  hoguera  lo  ponían  allí  los  papás,  esto  causó  un  gran trauma  a  Toga  Desfloripondiada  que  sentía  un  amor  platónico  por  uno  de  los reyes, rey que nunca había visto ni en fotos pero que estaba segura que algún
día le sorprendería merodeando por la salita de estar de su tienda y que no era otro  que  el  guapo  adonis  de  oriente  “El  Que  Va  Subido  En  El  Camello  De  En Medio”.

Lo cierto es que el gran Jefe Molondrón esperaba mayor generosidad por parte de su ex. Nunca pensó que pudiera ser tan usurera pero visto lo visto aceptaría las  condiciones  impuestas  por  Hormona  Eufórica  siempre  que  no  le  pusiese trabas a la hora de poder ver y estar con su dudoso vástago, Patuquito, además, que tampoco quería espectáculos y ser la comidilla de todo el salvaje al este del oeste mericano”. Sabía que llegarían de todas partes paparazzis y no le dejarían en  paz.  Tendría  en  el  rellano  de  su  tienda  constantemente  a  gente  de  las agencias indias haciendo guardia subidos en sus potrencos a la caza y captura de dibujos robados y declaraciones sacadas fuera de contexto. En aquel tiempo eran
de  temer  los  periodistas  del  “corazón  por  el  que  la  sangre  corre”,  y  algunos programas de guiñol que todo su éxito se lo debían a sacar a la luz de la luna nueva las miserias de cada cual.

>> Podríamos enumerar a algunos, las pruebas de Laparoscopia ósea que se hicieron al respecto fueron totalmente fiables pero estos estudios no están hechos  con  la  finalidad  de  dar  publicidad  gratuita  a  los  clones  de  aquellos programas que en la actualidad siguen en activo. Quizás algún día y cuando los  elementos  de  análisis  de  datos  estén  más  avanzados  científicamente, estos nos puedan sacar de dudas de porqué la gente es tan cotilla.

Así  se  lo  hizo  saber  El  Que  Ni  De  Coña  Gana  Un  Caso  a  Ligera  de  Cascos, obteniendo la respuesta afirmativa por parte de ésta.

La  feliz  familia  se  había  roto.  Escopetazo  Prematuro  para  intentar  olvidarla dedicó su tiempo libre a realizar intensos estudios sobre tácticas de guerra. Era jefe de la tribu y no tenía ni la más remota idea de qué hacer en caso de ser atacados, corrían rumores, en concreto uno de ellos, que decía que los soldados del  ejercito  de  tierra  de  los  Unidos  Estados  hacían  continuamente  batidas arrasando todo lo que se les ponía a tiro.

Cuando Escopetazo Prematuro no estaba en uso y disfrute de su tiempo libre se dedicó en cuerpo y alma a gobernar a su tribu. Debido a su falta de liderazgo como  consecuencia  de  todo  lo  que  había  ocurrido,  parecía  estar  un  poco desbocado  todo  el  personal  de  la  tribu  molondrona.  Urgentemente  había  que convocar  un  congreso  del  partido  en  el  poder  para  organizarlo  todo  otra  vez debidamente. Las primeras medidas que se tomaron fue jubilar a Merlín Alterado y  ascender  a  este  alto  lugar  en  el  escalafón  de  la  tribu  a  un  joven  valor sexagenario  que  estaba  comenzando  a  despuntar,  “Abracadabra  Patadecabra” era  muy  valorado  y  respetado  por  todos  aunque  siempre  hubiese  estado  a  la
sombra  de  Merlín  Alterado,  ahora  había  llegado  su  oportunidad,  ahora  era  el Gran Brujo de sus congéneres los Molondrones.

El  resto  de  nuevos  nombramientos  y  sus  respectivas  carteras  ministeriales quedó de la siguiente manera:

“El Que No Hace La O Con Un Canuto” – Cartera de piel de búfalo de Cultura.
“El  Que  Más  Pipas  De  La  Paz  fuma”  –  Cartera  de  piel  de  búfalo  de  Medio Ambiente.
“El Que Nunca Le Pegó Un Palo Al Agua” – Cartera de piel de búfalo de Trabajo.
“El Que Siempre Está Pachucho” – Cartera de piel de búfalo de Sanidad.
“El  Que  No  Sabe  Ni  Por  Dónde  Anda”  –  Cartera  de  piel  de  búfalo  de  Asuntos Interiores y a veces Exteriores
“El Que Bien Puestos Los Tiene” – Cartera de piel de búfalo de Defensa y Ataque, de esto último si se puede que no estaba la cosa nada fácil.
“El Que Todo Lo Quiere Para Él mismo y sus circunstancias” – Cartera de piel de búfalo de Economía.

Estos nombramientos salieron al día siguiente publicados en el Boletón oficial del  estado  Molondrón  para  conocimiento  de  todos.  Fueron  nombramientos  que toda la tribu aplaudió y celebró por lo esperados que eran. Escopetazo Prematuro había conseguido unificar criterios y había salido muy fortalecido en su cargo de aquel congreso de su partido.

Aguas  mansas  llegaron  a  la  tribu  de  los  molondrones.  Todo  era  armonía  y nada  rompía  aquella  aparente  felicidad.  Hormona  Eufórica  sacó  adelante  con mucho  cariño  y  dedicación  a Patuquito.  Éste  tuvo  una  etapa  de  bebé  bastante ajetreada. El tiempo que pasó en la cuna fue el más relajado para la madre pues lo tenía controlado y a mano para todo, cambiarle pañales o darle  la teta y  la otra teta independientemente y a gusto del consumidor.

En  una  de  las  tantas  visitas  que  Escopetazo  Prematuro  hacía  a  su  dudoso vástago ocurrió lo impensable para él, por primera vez iba a oler las mieles del producto interior bruto de los adentros de Patuquito, lo peor no era olerlo, no, una vez olido y si uno se tapaba el conducto olfativo hasta casi ahogarse, incluso se  podía  acostumbrar,  lo  malo  era  aquella  espeluznante  y  diarreica  visión  a  la cual el gran jefe de los molondrones no estaba acostumbrado. Hormona Eufórica puso a disposición de su reciente ex un pañal con la malévola intención de que fuese su padre quien hiciese los honores del peligroso abordaje hacia “aquello”.

¡Dios  Manitú!,  ¡Noooooooo!,  exclamó  horrorizado  Escopetazo  Prematuro cuando sutilmente quitó el pañal que llevaba adosado Patuquito y vio lo que vio, doce millones de arcadas fluyeron desde su interior intentando enloquecidamente salir  huyendo  de  la  boca  de  su  encogido  estómago.  El  gran  jefe  de  los molondrones  consiguió  permanecer  erguido  tres  segundos  porque  al  segundo número  cuatro  se  desplomó  sin  remisión.  Miles  de  estrellas  giraban  y  giraban sobre su cabeza. Parecía que su cabeza estuviese de fallas, pero una deposición de  nada  no  iba  a  doblegarle  y  menos  una  deposición  conocida.  Escopetazo Prematuro  se  levantó  preso  de  un  valor  inimaginable  y  ya  sin  temor  cogió
“aquello”  con  gallardía,  esa  fue  la  primera  vez  en  su  vida  que  Escopetazo Prematuro lloró, lloró a lágrima viva sin ningún tipo de consuelo mientras llevaba “aquello” entre sus manos con dirección a la fosa común, comúnmente llamada la fosa “aquí huele a chamusquina” para depositarlo allí. Escopetazo Prematuro tampoco nunca había sido testigo de lo que inmediatamente iba a poder ver por si mismo.

Mientras iba acercándose a la fosa común vio como otros honorables molondrones primerizos hacían como él, decenas de “aquello” viento en popa y a toda  vela  ambientaban  esa  estrellada  noche.  Al  igual  que  él,  las  caras  y  ojos vidriosos de todos sus compañeros de infortunio mostraban claras muestras del sufrimiento y del llanto que habían padecido momentos antes.

Cuando  todos  los  “aquello”  fueron  depositados  en  la  fosa  común,  cada  cual volvió a su lugar de procedencia tras desearse mucha, muchísima suerte para el resto de la faena.

Escopetazo  Prematuro  volvió  y  vio  como  Patuquito  no  paraba  de  reírse  a carcajadas mientras se sujetaba con sus manecillas la barriguita como si le fuera a explotar de tanta risa, incluso el gran jefe pensó que se estaba descojonando de él, ¡Pero eso no podía ser!, Patuquito tenía apenas cinco meses y nada podía entender.  Para  rematar  tan  paternal  momento,  Hormona  Eufórica  le  dijo  que ahora debía de lavarle y cambiarle el pañal y que cuando terminase la llamara que le dolía un poco la cabeza y se iba a descansar un rato. No era raro ese dolor de  cabeza,  el  olor  que  había  en  aquella  tienda  era  insufrible.  Aprovechando  la coyuntura, Escopetazo Prematuro pasó ampliamente de las toallitas aromáticas,
no quería mantener tan estrecho contacto con el negro culo de su hijo, lo mejor era  una  furtiva  escapada  al  río  Missouri  y  sus  furibundas  corrientes  y  que  él dictara sentencia. En silencio cogió a Patuquito por las orejas que era el único sitio no contaminado del que se le podía coger y cuando llegó al río lo zambulló por  aquellas  mismas  orejas  sin  reparos.  Todo  el  cuerpo  de  Patuquito  entró  en contacto con el agua y la fuerte corriente del río Missouri hizo el resto y arrancó del culo de Patuquito todo lo “aquello” sólido que estaba adherido a él.

Cuando el gran jefe lo sacó nuevamente por la orejas del agua, Patuquito lo miró enfurruñado, su mami nunca le había hecho eso, además, que le dolían las orejas, a partir de ese día el talón de Aquiles de Patuquito serían éstas.

Poco  a  poco  Patuquito  fue  creciendo  y  la  cuna  se  le  empezó  a  quedar pequeña, qué atrás quedaba aquel ligero parto que tuvo la madre y lo escueto de las  dimensiones  de  Patuquito,  estaba  empezando  a  crecer  de  lo  lindo  y  ya  se encontraba  incómodo  en  su  cuna.  Patuquito  quería  hacer  partícipe  de  esa inquietud  a  su  madre  pero  Patuquito  aunque  adelantado  a  su  tiempo,  aún  no podía  hacerse  entender.  Lo  que  pensaba  no  podía  expresarlo  con  palabras  y estaba tremendamente frustrado. Si por ejemplo él pensaba – “¡Joder! la cuna ésta  se  me  ha  quedado  pequeña,  no  puedo  ni  estirarme”,  como  lo  único  que conseguía que saliera por su boca eran llantos, su madre se lo achacaba a que
tenía hambre y lo hinchaba a potitos caseros. Así que Patuquito un día decidió que  se  emanciparía  de  la  cuna  por sus  propios  medios.  Patuquito  era  un  bebé con carácter, no se sabe cómo….pero el caso es que cuando Hormona Eufórica despertó  lo  encontró  inspeccionando  a  gatas  todos  lo  redondos  rincones  de  la tienda familiar. La alegría hizo que por un momento y llevada por su entusiasmo, Hormona Eufórica fuese a la tienda del gran jefe Escopetazo Prematuro a darle la buena nueva, ¡Patuquito andaba a gatas!. Los recientes ex se abrazaron casi con la  misma  intensidad  de  cuando  convivían  juntos.  La  verdad  es  que  para Escopetazo  prematuro  lo  de  menos  era  que  Patuquito  anduviera  a  gatas,  eso
tampoco era una cosa del otro jueves ni ningún arriesgado acto de gallardía, eso lo hacían todos, pero esto le sirvió como excusa para volver a unir su cuerpo al de ella y estrecharla entre sus brazos.

A partir de aquí Patuquito ya dejó de crecer como los demás bebés, él no iba creciendo poco a poco, nada de eso, él creció de sopetón de un día para otro, esto le hizo muy pronto ser el líder indiscutible de los jóvenes de la tribu, él era el alto centro de atención. Patuquito tuvo que dejar de crecer un poco en un par de años para que los demás niños se pusieran lo más posible a su altura y no tener que estar desriñonado todo el día.

A la edad de doce años Patuquito cumplió justamente doce años, ni uno más ni uno menos. Tenía todo lo que cualquier niño indio de su edad podría desear, además, tenía la gran suerte de no ser repudiado por el distinto color de su piel y no porque fuera el hijo del gran jefe Escopetazo Prematuro, no, allí todos eran iguales pero había algo que le atormentaba, algo que no le dejaba conciliar su joven  sueño,  algo  que  le  hacía  desgraciado.  Él  lo  que  mas  deseaba  era  poder tener el mismo tipo de pelo que sus amiguitos molondrones, ellos tenían el pelo lacio y les caía sobre los hombros, Patuquito tenía todo el pelo rizado y cuando se lo dejaba crecer las dimensiones del diámetro de su cabeza era dificilmente cuantificable. De hecho se le sugirió que no se lo dejase tan largo que había días que  la  tribu  permanecía  sumida  en  la  más  absoluta  penumbra  pues  el  sol encontraba  no  pocos  obstáculos  para  poder  pasar  a  través  de  la  escarola  de Patuquito, así que por el bien de la comunidad, Patuquito debía de ser conciente que jamás podría llevar el pelo largo, como mucho un par de dedos por debajo de su talón de Aquiles, sus orejas.

VIII. Los resultados parte 4ª – La llegada del hombre blanco.

Un día, y cuando más tranquilo estaba todo, Patuquito vio llegar al galope a un jinete  galopando,  era  el  explorador  de  la  tribu  “El  Que  Ve  Como  Un  Lince  A Veces”,  Patuquito  le  preguntó  el  por  qué  de  esa  extenuación  de  la  que  era poseedor, El  Que  Ve  Como  Un  Lince  A  Veces  le  contestó  que  había  visto  unas veces sí y otras no,  a una distancia de un par de días, a un  destacamento de soldados del Ejercito de Tierra de los Unidos Estados, creía que podría tratarse del quinto de Caballerizas. Patuquito al oír ello no dudó ni por un momento de hacer uso de sus grandes cualidades para la carrera y como un rayo fue a la real tienda de su padre para avisarle del notición que había traído El Que Ve Como Un
Lince A Veces.

Sin  perder  tiempo,  Escopetazo  Prematuro  llamó  a  Palomino  Mensajero  para que fuera avisando a todos los integrantes del gabinete de crisis, sobre todo el primero que debería presentarse ante él debía ser El que Bien Puestos Los Tiene, el gabinete de crisis no se hizo de rogar y en un abrir y cerrar de ojos estaba formado. Era casi seguro que el quinto de caballerizas iba a pasar en dos días por  su  territorio  y  no  iba  a  pasar  como  si  tal  cosa.  Sabían  que  el  motivo  era exterminarlos de la faz de la tierra. Los hombres blancos querían colonizar todo el  “salvaje  al  este  del  oeste  americano”  pero  en    la  tribu  de  los  Molondrones encontrarían un gran obstáculo y una dura oposición, ellos lucharían, aún estaba
por  decidir  cómo  pues  esta  tribu  siempre  se  caracterizó  por  ser  escasamente belicosa, pero que iban a luchar eso era seguro.

Escopetazo Prematuro ordenó llamar al señales de humo de la tribu para que sondeara la opinión de las demás tribus de esas tierras, “El Que Con Tanto Humo No  Ve  Un  Pijo”  ascendió  a  la  montaña  más  alta  de  ese  valle  y  se  dispuso  a  parlamentar con los demás señales de humos de las otras tribus para sondear sus opiniones. Prendió fuego a la leña que siempre dejaba preparada para casos de  emergencia  y  ayudado  por  un  camiseta  que  se  le  había  quedado  escueta comenzó su disertación.

>>La endoscopia plantar que realizamos a los huesos dio como resultado la trascripción  exacta  de  la  conversación.  La  de  la  planta  derecha  dio  los resultados  en idioma Indio, la de la planta izquierda los dio en Inglés.

Humo a la derecha, humo a la izquierda, humo desparramado.
Trascripción:  Hemos  visto  que  vienen  soldados  que  parece  ser  del  quinto  de caballerizas.

Humo hacia delante, humo para atrás, humo oblicuo.
Trascripción:  Están  a  día  y  medio  de  aquí.  Antes  estaban  a  dos  días  pero  he
tardado cuarto de día en subir a la montañita esta de los huevos y otro cuarto de
día en encender el fuego, tengo que reponer los pedruscos.

Humo espeso para arriba, humo espeso para abajo, humo espeso que pica en los ojos.
Trascripción:  Nosotros  los  Molondrones  vamos  a  luchar,  ¿Vosotros  qué  vais  a hacer?.

Dicho esto, El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo esperó impacientemente la contestación que pudieran darle las demás tribus. Le parecía mentira, todas las tribus le estaban contestando y eran de su misma opinión. Todas la tribus iban a luchar codo con codo con los Molondrones, todas excepto la tribu de los Cabezas Huecas que no entendieron el mensaje y su contestación fue así de simple:

Humo inerte, no va para ningún lado.
Trascripción: ¿………?

El  Que  Con  Tanto  Humo  No  Ve  Un  Pijo  bajó  todo  lo  deprisa  que  pudo  e informó del éxito de las negociaciones a Escopetazo Prematuro. Desde los Sioux pasando  por  los  Pieles  Rojas,  Mohicanos,  Apaches,  y  llegando  hasta  los  Drag Queen, todos unirían sus fuerzas contra las hordas invasoras.

Escopetazo Prematuro dio el día libre a todos los integrantes del gabinete de crisis y tropa a excepción de los vigías, para que fueran a pasar las últimas horas antes de la batalla con sus familias, sabe Dios Manitú si sería la ultima vez.

En  su   inmensa  soledad,  Escopetazo  Prematuro  quería  ir  a   la  tienda matrimonial, hacía mucho que no iba por allí pero desistió porque cada vez que fue,  Hormona  Eufórica  le  tenia  preparado  el  regalito  de  Patuquito  y  ya  el  río Missouri  no  podía  socorrerle.  Hormona  Eufórica  se  dio  cuenta  de  la  pequeña trampa que siempre hacía pero ahora Patuquito era casi un hombre y supuso que ya se haría  las cosas él solito. Escopetazo Prematuro echó toda  la carne en el asador  y  después  de  quemarse  la  traquea  cenando  fue  al  encuentro  de  su todavía  familia,  quedaba  poco  para  la  resolución  del  expediente  de  divorcio molondrón.

Esa noche todas las hormonas de Hormona Eufórica estaban activas de más, no  le  hizo  falta  a  Escopetazo  Prematuro  ni  llamar,  una  mano  femenina  lo enganchó  por  el  cuello  y  sin  mediar  palabra  fue  vilmente  cepillado  sin  poder defenderse en varias ocasiones sin ningún tipo de miramientos.

Esa  noche  fue  una  de  las  más  felices  de  la  familia  “Prematuro  Eufórica”,  el miedo a no verlo más hizo que Hormona Eufórica perdonase la desconfianza que tuvo  para  con  ella.  Escopetazo  Prematuro  le  pidió  perdón  una  vez  pero  muy despacito, casi ni se oyó, él no era muy de pedir perdón, ella lo conocía y sabía que  aunque  excesivamente  despacito  ese  pedir  perdón  había  surgido  desde  lo más profundo de su corazón.

>>Al llegar a este punto sería injusto no decir que tanto yo como mi equipo de investigación  estábamos  extenuados  y  al  borde  del  colapso  nervioso.  Tan ensimismados  y  entusiasmados  estábamos  con  todos  los  datos  que  íbamos conociendo  a  través  de  tantos  y  tantos  experimentos  científicos,  que  no  nos dimos  cuenta  que  nuestros  cuerpos  estaban  agotando  sus  últimas  reservas tanto físicas como mentales. Tuvimos, aunque a regañadientes, que coger una temporada  de  descanso,  nuestras  familias  estaban  desasistidas  de  nuestra presencia y cariño.

Nos dimos tres meses de vacaciones para como vulgarmente se dice recargar las  baterías,  seguro  que  a  nuestra  vuelta  seguiríamos  descubriendo  cosas    si cabe con más entusiasmo y ganas de saber que antes.

Justo a los tres meses volvimos a reunirnos en el laboratorio a proseguir con nuestro  trabajo,  llegamos  con  aires  renovados  y  con  unas  ganas  enormes  de continuar,  ya  iban  quedando  pocas  partes  óseas  por  estudiar  y  aún  nos quedaban por conocer muchas cosas. Continuamos los experimentos siguiendo un  orden  ascendente.  Al  ascender  nos  topamos  con  sendos  maléolos,  en concreto,  en  el  del  tobillo  derecho  pudimos  comprobar  que  había  sufrido  una fractura  y  que  los  huesos  interesados  habían  soldado  mal,  mostrando  una descalcificación  bastante  prominente.  Era  fácil  suponer  que  aquel  Molondrón había tenido que sufrir fuertes dolores a raíz de aquella lesión y durante el resto
de   su   vida,   inclusive   nos   arriesgaríamos   a   aseverar   que   cojearía   muy acentuadamente y que seguramente mientras cojeaba no pararía de blasfemar por lo mal que se había portado la vida con él. Un indio cojo por muy molondrón que fuera no lo debía tener nada fácil en aquel tiempo.

“Aquel  que  nunca  dice  nada”,  ¡Perdón!  ¡Perdón!,  con  tanto  nombre  indio…., quería decir que el boquicerrado sugirió por señas que debíamos hacerles una resonancia magnética a los maléolos. Esta sugerencia creó cierta polémica entre el científico equipo, la mitad estaban por la labor de la resonancia magnética y la  otra  mitad  por  practicarle  un  TAC  a  control  remoto.  El  que  tendría  que decantar la solución a un lado u otro debía ser yo que para algo corría con los gastos de todo ¿Por cuál decidirse?. Yo particularmente no tenía preferencia por ninguna en concreto, lo cierto es que me daba igual, así que Salomón y la Reina de Saba me poseyeron y me decanté por lanzar una moneda al aire, si salía cara significaría que el TAC sería el protagonista y si salía cruz significaría que Dios existe  y  había  hecho  un  milagro  porque  en  Londres  las  monedas  no  tienen cruces,  así  que  difícilmente  podía  salir  una.  Para  evitar  poner  a  Dios  en  esa tesitura  ni  lancé  moneda  ni  nada  de  nada,  a  los  molondrónicos  pinreles  le practicaríamos  una  resonancia  magnética,  mejor  dicho,  dos  resonancias,  una para cada pie, no debíamos escatimar ni en gastos ni en esfuerzos.

Los resultados de la prueba fueron abriendo aún más el horizonte del saber, curiosamente  los  acontecimientos  iban  siguiendo  un  escrupuloso  orden  en  el tiempo.

No  les  hizo  falta  decir  nada  más  a  los  casi  ex  esposos  porque  las  miradas hablaron  por  ellos,  sobre  todo  la  de  Escopetazo  Prematuro  que  no  paraba  de escudriñar el cuerpo de Hormona Eufórica, hacía tanto tiempo….que ya apenas recordaba  cómo  era  el  cuerpo  despelotado  de  su  todavía  esposa.  Lo  que  sí recordaba es que era digno de ver y a juzgar por lo que ella dejaba entrever…. seguía siendo igual de digno que siempre, si no más.

>>Debido a la descalcificación del maleolo nos es imposible dilucidar lo que pasó  después  de  que  Hormona  Eufórica  se  despelotara.  Podríamos  hacer muchas  conjeturas….pasó  esto,  pasó  lo  otro,  le  introdujo  esto  por  aquí,  le introdujo esto otro por allá….pero serían meras suposiciones y como se ha ido viendo  a  lo  largo  de  este  estudio….ese  no  es  nuestro  estilo  por  lo  cual proseguiremos dejando esta incidencia en puntos suspensivos….

Escopetazo Prematuro sería el primero en levantarse, era de las pocas veces que  iba  a  madrugar,  una  gloriosa  batalla  estaba  esperándole  y  tenía  que levantarse a la hora en la que el grajo vuela bajo porque hace un frió del carajo.

>> Esta aclaración no es el resultado de ninguna prueba, esto es que es así, el  grajo  es  un  ave  que  suele  volar  bajo  sobre  las  siete  menos  cuarto  de  la mañana y que como no nos demos prisita….a la siete menos diez alza otra vez el vuelo y ya…olvídate.

El grajo, efectivamente a las siete menos cuarto como tantas otras veces voló bajo, y como otras tantas mismas veces Escopetazo Prematuro ni se percató del vuelo.   Escopetazo   Prematuro   genéticamente   no   estaba   preparado   para madrugar, el Alba y él eran incompatibles. Él era más amiguete del mediodía y aunque hubiese pasado a su lado una estampida de búfalos esquizofrénicos no se hubiese enterado, pero esa mañana tenía la gran dicha de estar compartiendo cama y mantel con su todavía esposa Hormona Eufórica, ésta, con una dulzura que  a  cualquiera  le  hubiese  encantado  madrugar  a  su  lado,  aplicó  con  mucho cariño  un  codazo  a  Escopetazo  Prematuro  en  su  zona  intercostal  cortándole
súbitamente  la  respiración.  La  inminente  asfixia  le  hizo  despertar,  despertó enloquecido  preguntando  ¿Qué  pasa?  ¿Qué  ocurre?  ¿Qué  pasa  o  qué  ocurre indistintamente?. Hormona Eufórica apoyó su cabeza sobre el torso despelucado de  su  amante  nocturno  y  le  dijo  con  voz  melosa  ¡Escopi,  Cariño!  espabílate anda…que tienes que ir a la guerra y vas a llegar tarde,  y además hace tiempo que ya que voló bajo el grajo ¡Eh!, yo me voy a dormir que tengo mucho sueño y ya no te voy a llamar más.

¡Joder! dijo cabreado Escopetazo Prematuro, a estas horas a la guerra, pero si a  estas  horas  no  están  puestas  ni  las  laderas,  ¡Joder  qué  sueño  que  tengo!, claro, mucho cachondeito anoche y ahora el que se tiene que levantar soy yo y total  para  qué….para  ir  a  una  guerra….manda  molondrones  cojones  la  cosa, anda que si no fuera yo el jefe iba a ir…., ¡Uf!, encima no veas el frío que hace, ¡Manitú!  dime  que  estoy  soñando  y  esto  no  es  real,  ¡Manituuuuuu…!,nada,  o Manitú pasa de mí o tiene el sueño aún más pesado que yo. Esto no va a ser un sueño, esto va a ser real como la vida misma, pues nada, a  levantarse tocan, voy a avisar a Palomino mensajero y que avise de mi parte a “El Que A Silbidos  Jode  El  Sueño  Ajeno”  para  que  toque  las  guerreras  notas  madrugadoras  de nuestra gloriosa tribu.

El Que A Silbidos Jode el Sueño Ajeno no lo dudó un instante y con un ímpetu que nadie tenía conocimiento que poseyera silbó la llamada como nunca, sí, silbó como sólo él sabía hacerlo “Molondróoon, molondróoon, que boniiiita seeerenata, molondróoon molondróooon que me estásss dandooo la lata”.

El Que A Silbidos Jode El Sueño Ajeno lo silbó una vez, lo silbó dos, lo silbó tres, inclusive lo silbó hasta veinticinco veces, faltó poco para que los pulmones se  le  salieran  por  las  orejas  pero  como  siempre  nadie  oyó  nada.  Para  llevar  a buen fin su despertadora labor no le quedó más remedio que ir avisando tienda por tienda a todos los bravos guerreros con el riesgo que eso suponía y por el que casi es lapidado.

Escopetazo Prematuro esa mañana no se lavó, cosa nada rara por otra parte pues nunca lo hacía hasta pasadas las doce. De todas formas pensó que como para ir a la guerra debían de cruzar el río Missouri pues allí aprovecharía, sólo se limitó a coger sus apuntes sobre estrategias guerreras a la intemperie. Apuntes copiados cuidadosamente del famoso libro de guerra indio “Mejor Pum Pum que matar a hombre blanco a flechazos”.

IX. Los resultado parte 5ª – Los aguerridos guerreros molondrones.

Todos  los  bravos  guerreros  estaban  formados  en  fila  de  a  uno,  uno  sí,  uno también, y así sucesivamente. Esperaban encima de sus caballos a que el gran jefe Escopetazo prematuro pasara revista, poco tardó la espera. A lomos de El Que   Velozmente   Tropieza,   su   veloz   rocín,   Escopetazo   Prematuro   llegó tropezando, bajó del caballo y se dirigió hacia el portador del  estandarte de la nación molondrona que como marcaba el protocolo abandonó la formación y se dirigió  al  encuentro  de  Escopetazo  Prematuro  para  darle  la  bienvenida  a  tan augusta  formación  guerrera.  “El  Que  Con  La  Bandera  Se  Limpia  El  Culo”  y  su caballo, se pusieron firmes al llegar a la altura de éste en señal de respeto. El
gran jefe molondrón tras homenajear a la enseña nacional con un marcial saludo y  una  involuntaria  salida  al  exterior  de  un  noble  e  involuntario  gas  que  se  le escapó  de  su  interior,  posiblemente  debido  al  madrugón,  esperó  a  recibir  las novedades  pertinentes  por  parte  de El  Que  Bien  Puestos  Los  Tiene. Esperó  un rato,  esperó  dos,  pero  justamente  cuando  iba  a  esperar  el  tercer  rato  se  le ocurrió  preguntar  por  él  y  por  qué  motivo  no  estaba  con  el  resto  de  los guerreros, “El Que No Se Calla Ni Debajo Del Agua”, Suboficial de academia, le dijo  que  casualmente  esa  mañana  El  Que  Bien  Puestos  Los  Tiene  se  había encontrado  indispuesto,  estaba  mareado  y  con  nauseas,  y  creía  que  ese  día
como  que  muy  bien  puestos  no  los  llevaba.  Escopetazo  Prematuro  tenía  claro que  cuando  la  batalla  finalizase,  El  Que  Bien  Puestos  Los  Tiene  tendría  que enfrentarse a un Consejo Molondrón de guerra.

Escopetazo prematuro preguntó a El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo que cuándo  le  habían  dicho  las  demás  tribus  que  llegarían  y  que  a  ver  si  había madrugado  para  nada.  El  Que  Con  Tanto  Humo  No  Ve  Un  Pijo  contestó  que debían  de  estar  a  punto  de  llegar  a  excepción  de  los  Comanches  que  en  su territorio iban una hora atrasados.

La espera fue muy tensa y bostezante, poco a poco se comenzaron a ver en el horizonte claras señales de la llegada de los aliados indios. Intensas columnas de polvo provocado por  el veloz galope de  los cientos y cientos de caballos así  lo atestiguaban, el único que no lo vio fue El Que Ve Como Un Lince A Veces porque ese día fue una de esas veces que no vio nada.

En poco tiempo el territorio molondrón estaba repletito de indios de todo Al Este Del Oeste americano, Navajos, Sioux, Cheyennes, Garapajoes, Cherokees, Semínolas,  Mohicanos,  Hurones,  Shoshones…….(cuidado  al  pronunciar  este último nombre, intentar que la guturalidad salga lo más siseante posible), cada jefe  indio  fue  descendiendo  de  sus  monturas  para  reunirse  con  Escopetazo Prematuro  e  intercambiar  pareceres  sobre  la  guerra  que  estaba  a  punto  de comenzar y la estrategia que podían seguir para doblegar al hombre blanco y su quinto de caballerizas.

Escopetazo Prematuro y todos los demás jefes indios se sentaron alrededor de una matutina fogata dando por inaugurado otro gabinete de crisis. El gran jefe molondrón pidió permiso al resto de jefes indios para que dejasen estar presente como  observador  de  la  reunión  a  Patuquito  que  fue  presentado  como  Patuco chillón,  futuro  jefe  de  los  indios  molondrones.  Escopetazo  Prematuro  sacó  sus apuntes y comentó que él pensaba que la mejor táctica que podían  llevar a la práctica primeramente era la de “Dañar sin ser dañado” y que en caso de salir mal…lo  suyo  sería  utilizar  la  de  “Dañar  aún  cuando  seamos  dañados  nosotros también“.  Entusiastas  aplausos  rindieron  homenaje  a  tan  acertadas  tácticas  de
guerra. A ninguno de los demás jefes indios se les había ocurrido. Patuquito, que no dejaba escapar un detalle, se sintió orgulloso de ser hijo  de quien era, por primera  vez  y  en  unas  condiciones  de  extrema  tensión  vio  como  su  padre  se hacía dueño y señor de la situación ante todos esos importantes jefes indios y sacaba la garra que él siempre supo que tenía.

El gabinete de crisis había concluido, sólo restaba esperar a que los ojeadores dieran la señal de alarma. Cada jefe indio mandó a su ojeador de confianza a la cima más alta de aquel lugar, la llamada “Cima del Susto”. Por parte de la tribu de  los  molondrones  ni  que  decir  tiene  que  el  elegido  tenía  que  ser  El  Que  Ve Como Un Lince A Veces, éste, en compañía del resto de  los  ojeadores y de El Que  Con  Tanto  Humo  No  Ve  Un  Pijo,  para  dar  la  señal  humeante  de  alarma, ascendió a la Cima del Susto a esperar acontecimientos y la llegada del quinto de caballerizas.

A las cinco de la tarde y cuando todos pensaban que ya ese día no se iba a poder hacer la guerra y habría que esperar al día siguiente, El Que Ve Como Un Lince A Veces, los vio, por fin en su sufrida vida de ojeador había sido capaz de ver algo de provecho para el resto de sus congéneres, la emoción le embargó, no podía dejar de gritar, ¡Yupi!, ya los veo….,¡Yupi!, listillos….vosotros que decíais que  yo  no  veía  un  pimiento.  Rápidamente,  El  Que  Ve  Como  Un  Lince  A  Veces despertó  a  El  Que  Con  Tanto  Humo  No  Ve  Un  Pijo  (que  se  había  quedado dormido pues no tenía otra cosa que hacer) para que diera la señal de alarma, eso  hizo  sin  perder  ni  un  minuto,  encendió  una  hoguerita  (como  tantas  otras veces) y dio el mensaje de aviso.

Palomino Mensajero fue el encargado de comunicar a Escopetazo Prematuro y resto de jefes indios el mensaje de El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo.

Los  jefes  indios  salieron  de  la  tienda  de  reuniones  ataviados  de  su  mejores galas y su más sofisticadas pinturas para la guerra e impetuosamente saltaron sobre sus veloces caballos poniéndose en primera línea del frente, avanzando al trote hacia el encuentro de su enemigo, el hombre blanco.

Aunque El Que Ve Como Un Lince A Veces con su agudeza habitual creyó en aquel primer visionado que se trataba del quinto de Caballerizas, la dura realidad era otra muy distinta, era el Séptimo de Caballería comandado en aquel entonces por Giorgio Custer, hombre sanguinario y cruel (nada que ver con el personaje interpretado  por  el  galán  de  la  época  Errol  Flynn  en  Murieron  con  las  botas  a medio poner ). Este Custer sólo se parecía en que llevaba también el mismo tipo de botas y de atractivo tenía más bien poco, quizás de ahí su mala leche.

La  cara  oculta  de  la  luna  se  ocultó  para  siempre  precisamente  la  noche  de luna  llena en la que vino al mundo Giorgio Custer y lo vio, tan tremendo fue el susto que se pegó la pobre cara de la luna, que aún hoy, y después de haber pasado  tanto  tiempo  del  fallecimiento  de  Giorgio  Custer,  no  se  ha  atrevido  a desocultarse.

Si  algo  tenía Giorgio  Custer  era    un  sexto  sentido  para  sentir  cuando  había indios cerca, les tenía un odio mortal y nadie sabía el porqué, su única obsesión n la vida era exterminarlos allí donde se encontrasen.

>>Hoy sabemos que Giorgio Custer no es que tuviera un sexto sentido para saber cuándo había indios cerca, no, no era eso,  pruebas realizadas a un uñero del  dedo  gordito  del  pie  derecho  de  los  huesos  pedestres  encontrados,  dieron como resultado que el Casi General Custer era alérgico al polen, a las gramíneas y a los indios, sobre todo a los molondrones. Debido a esto, cuando los indios se encontraban a menos de un kilómetro de Custer su cara comenzaba a entrar en erupción brotando de su piel granos del tamaño de la Cima del Susto, aparte de una asfixia que le impedía realizar cualquier función motriz a su cuerpo, vamos, que  se  quedaba  grogui.  Estos  graves  síntomas  sólo  dejaban  de  atosigarle
cuando los indios se alejaban y se encontraban ya a más de un kilómetro.

El  séptimo  de  Caballería  llegó  a  orillas  del  río  Missouri  y  detuvo  su  marcha para acampar y descansar. Custer comenzaba a encontrarse raro. Empezaba a notar los primeros síntomas de que habían llegado a su destino y que la batalla final  estaba  cerca.  Él  había  sido  informado  por  parte  de  exploradores  Apaches que todas las tribus de Al Este Del Oeste Americano iban a unir sus fuerzas para echar al hombre blanco de sus tierras.

De  igual  manera,  una  avanzadilla  india  en  la  cual  también  iba  Patuquito estaba llegando a la orilla contraria del río Missouri. Ellos pasarían la información de lo que viesen al resto de combatientes, a “El Que Va Más De Culo Que San Patrás”, lugarteniente de El Que Bien Puestos Los Tiene, le fue encomendada la misión  de  capitanear  la  avanzadilla  exploradora.  Cuando  llegaron  a  la  orilla pensaron que lo mejor sería que fuese Patuquito quien visionara los alrededores, dadas las horas y el negro color de su piel, seguramente pasaría desapercibido.

Camuflados  detrás  de  una  loma,  Patuquito  vio  a  los  soldados  de  los  Unidos Estados,  casi  ningún  componente  de  la  avanzadilla  había  visto  jamás  a  un   enemigo  de  verdad,  ahora  no  había  uno,  ahora  estaban  viendo  cientos,  efectivamente  Patuquito  comprobó  que  realmente  se  trataba  del  Séptimo  de Caballería,  una  leyenda  en  la  bandera  de  la  compañía  así  lo  indicaba.  Era suficiente, debían regresar a informar a Escopetazo Prematuro y resto de jefes indios.

A la orden de El Que Va Más De Culo Que San Patrás todos fueron reculando hacía el lugar donde tenían los caballos, pero algo ocurrió que casi hace cambiar el rumbo de los acontecimiento y que fuesen descubiertos. El Que Por La Espalda Perdió Su Honesto Nombre, al recular, tuvo la gran desgracia de que un cactus traicionero violase su intimidad anal sin el consentimiento pertinente. El dolor fue insoportable y el grito que pegó se oyó en doce kilómetros a la redonda. El resto de   la   avanzadilla   se   volvió   hacía   él   recriminándole   con   un   sonoro ¡Psssssssssssssssssss! su trasera torpeza, por suerte, el grito de la victima del cactus  fue  confundido  por  los  soldados  que  estaban  de  guardia  con  el  de  un
Águila Real que estaba merodeando por la zona en busca de algo comestible que llevarse al pico.

Patuquito  en  compañía  de  la  avanzadilla  llegaron  al  poblado  y  dieron novedades a los grandes jefes indios. Escopetazo Prematuro se sintió orgulloso, Patuquito  a  raíz  de  ese  primer  y  arriesgado  encuentro  con  el  hombre  blanco había  pasado  de  ser  un  adolescente  a  convertirse  en  todo  un  molondrón.  Ya nunca y jamás también volverían a llamarle Patuquito. A partir de ahora todos le llamarían  Patuco  Chillón  y  nunca  permitiría  que  ninguna  expresión  de  nadie  ni nada,  rimase  o  rimara  con  su  primer  apellido,  haciendo  especial  hincapié,  por supuesto, en la rima homosexual.

El  cónclave  indio  fue  informado  con  todo  el  lujo  de  detalles,  desde  que estaban  al  otro  lado  del  río  Missouri  hasta  que  eran  muchos  soldados,  pero  el dato que más tomaron en consideración era cuando Patuco Chillón les dijo que eran del Séptimo de Caballería y que parecían cansados. Aunque destituido del cargo de brujo oficial del reino, las opiniones de Merlín Alterado (cuando estaba sobrio) no eran de despreciar. El suegro de Escopetazo Prematuro tenía muchas guerras sobre sus espaldas. Merlín Alterado era de la opinión que debían atacar esa  misma  noche,  no  había  que  darles  tiempo  a  que  descansaran,  dicha propuesta  fue  apoyada  con  mucho  empeño  por El  Que  Bien  Puestos  Los  Tiene bajo la mirada inquisitiva del gran jefe molondrón que no se le había olvidado su deserción matutina, pero la última palabra la tenían los jefes de las respectivas tribus, a favor era seguro que estarían Toro Sentado, Jefe de los Sioux, y Caballo Loco,  jefe  de  los  Cheyennes.  Para  todo  el  Al  Este  Del  Oeste  Americano  era conocida  la  animadversión  que  sentían  mutuamente  los  unos  por  otros  y  los otros por los unos y así sucesivamente amén de las numerosas ocasiones en las que se habían enfrentado, siempre con resultado incierto.

Todo  parecía  indicar  que  aquella  sería  la  última  batalla,  y  aquí  aunque  la historia contemporánea diga lo contrario e inclusive ni tan siquiera los nombre, los indios Molondrones capitaneados por Escopetazo Prematuro  tendrían mucho que decir.

Para  solventar  la  forma  y  manera  de  llevar  a  efecto  la  guerra  con  los americanos  soldados  se  consultó  con  la  juez  Toga  Desfloripondiada  sobre  los pasos  legales  a  seguir  al  respecto.  Se  decidió  que  se  votaría  en  pos  del  legal  Quorum, es decir, deberían salir la mitad más uno favorable a esta opción o no, la lógica dictaba que en primera votación debería de salir el resultado pues daba la  casualidad  de  que  el  censo  electoral  era  impar.  La  votación  se  realizó seguidamente y hubo ecuanimidad de votos, hubo los mismos votos a favor que en contra, ¡Esto no podía ser!, alguien no había votado ni una cosa ni la otra. En una lúcida decisión y enfrentándose abiertamente con la dura oposición de Toga Desfloripondiada, (pues el voto alzando el dedo debería ser secreto), se volvió a votar pero esta vez no sería a mogollón, no, esta vez se haría de uno en uno y dedo en alto si estaban a favor del ataque nocturno una vez que escucharan su nombre y tribu de procedencia.

Uno a uno fueron votando dedo en alto hasta que le llegó el turno al último de los votantes, cuando en la tienda electoral se oyó el nombre de Manopla Larga, un muñón apareció de la nada. Este gran jefe indio había perdido los dedos de las manos en un trágico día en el que por ignorancia piscícola confundió a una congregación  submarina  de  simpáticas  pirañas  autóctonas  de  allí,  con  alegres pececillos ángeles tropicales,  y debido al efecto lupa ocasionado por su visión a través del río parecían más grandes. El gran jefe mutilado se dio perfectamente cuenta  al  sacar  las  manos  del  agua  de  la  poca  santidad  de  la  que  aquella congregación hacía gala. Parece ser que a raíz de esto, Manopla Larga tuvo que
hacer un curso de reciclaje para poder volver a montar a caballo, no lo tuvo nada fácil, al no poder contar con su ambas dos manos tuvo que aprender a hacerlo vía sobacos, al final le tomó el tranquillo al tema y apenas se le notaba que le faltasen  las  manos  cuando  se  le  veía  galopar  por  las  inmensas  praderas  de  Al Este Del Oeste Americano.

Manopla  Larga  había  suplido  su  carencia  dactilar  con  una  verborrea  que aburría al más pintado, media hora tardó en dar la opción de él y su tribu, de hecho,  cuando  ya  se  concretó  que  atacarían  esa  noche  y  habían  abandonado todos la tienda electoral, él seguía y seguía con sus disertaciones hasta que se percató de la soledad en la que se hallaba y sonrojándose a sí mismo calló.

La  hora  Equis  del  día  hache  y  de  la  noche  y  (griega)  había  llegado,  Patuco Chillón  que  ya  se  iba  implicando  más  en  los  asuntos  de  defensa,  inclusive  se permitió  la  licencia  de  proponerle  a  Escopetazo  Prematuro  que  él  lo  que  haría sería  mandar  indios  en  series  de  dos.  Primeramente  los  más  delgados  para después  ir  engordando  las  series  hasta  acabar  con  lo  más  obesos,  así dependiendo  de  los  que  volvieran  o  no  sabrían  la  puntería  que  tenían  los soldados guardacostas del séptimo de caballería.

Escopetazo Prematuro se quedó sorprendido ante tal propuesta… le gustó y así se lo hizo saber a su vástago y al resto de jefes indios. Quedaron de acuerdo en  que  como  la  idea  había  sido  de  los  indios  Molondrones,  los  dos  primeros deberían  ser  de  ellos,  Escopetazo  Prematuro  accedió  e  indicó  a  Palomino Mensajero que se fuera en busca de los dos indios molondrones más delgados.

Escopetazo  Prematuro  reunió  a  toda  su  tribu  y  les  comunicó  la  última resolución de la ONIU (Organización de las naciones indias unidas), y que ellos, los indios molondrones, tendrían el gran honor de escribir quizás con su sangre esas  primeras  líneas  del  libro  de  la  historia,  en  concreto  los  dos  molondrones más delgados.

En la tribu de los molondrones de repente se hizo el silencio, la tensión hasta se  podía  cortar,  también  se  oyeron  algunos  suspiros  de  tranquilidad  como queriendo decir….“Menos mal que yo estoy gordito” o “Qué suerte que los hay más delgados que yo” o “Viva la Mayonesa, el colesterol y los triglicéridos”.

Escopetazo  Prematuro  ordenó  a  Palomino  Mensajero  que  fuese  en  busca  de los  dos  molondrones  más  delgados  de  la  tribu,  así  lo  hizo  Palomino Mensajero pero  para  sorpresa  de  éste,  en  escasas  horas  todos  los  indios  molondrones habían engordado a base de bien, prominentes y henchidos vientres brillaban a la  claroscura  luz  de  la  luna.  Palomino  Mensajero  fue  recorriéndoles  uno  a  uno mirándoles fijamente a los ojos. Les hacía preguntas intrascendentes con la única finalidad de que hablaran, así comprobaría que esos abultados abdominales no eran fingidos. Cuando Palomino mensajero llegó a un molondrón en concreto se paró con más calma, sabía  que ese molondrón si no era el más delgado de  la tribu poco le faltaba. Extrañamente su vientre no hacía juego con el resto de su cuerpo, Palomino Mensajero con mucha parsimonia y mirándole fijamente con un ojo a sus ojos y con el otro ojo al vientre, le preguntó su nombre, el molondrón no contestó, se lo preguntó por segunda vez y el molondrón siguió sin contestar.

Al  poco  tiempo  el  mudo  molondrón  comenzó  a  ponerse  morado.  Sus  ojos comenzaron a ponerse vidriosos y sus pupilas casi se le salen de las orbitas de lo dilatadas que las tenía, no pudo aguantarlo más… explotó e hizo participe de esa explosión a Palomino Mensajero haciendo que el peluquín de pelos sintéticos de cebra  que  éste  portaba  sobre  su  extensa  calva  saliera  volando  por  los  aires  y fuera a posarse sobre el bastón de mando de Escopetazo Prematuro que no daba crédito a lo que acaba de ver.

Con un cabreo del copón y despelucado, Palomino mensajero fue en busca del desinflado molondrón y dándole una colleja por haber querido  hacer trampa le instó a que se presentase ante Escopetazo Prematuro. Cuando el  molondrón que seguramente iba a inmolarse a la fuerza estuvo frente a su jefe, con tímida voz le dijo que el no podía ir a la guerra porque era objetor de conciencia, ¡Objetor de qué!… exclamó Escopetazo Prematuro, ¡Molondrón!, aquí el único que puede objetar algo soy yo, pues sólo faltaba eso, que empecemos ya a objetar cosas cada uno por nuestra cuenta, no sé dónde vamos a llegar. El Que Parece Que Siempre Estuviese De Perfil no tenía más remedio que obedecer.

Cuando a su lado llegó el segundo agraciado, que no podía ser otro que Aquel que casi no se ve, se pusieron en marcha uno detrás de otro hacia su incierto futuro, mientras, en homenaje a tanta gallardía, El Que A Silbidos Jode El Sueño Ajeno silbaba el himno del indio legionario en su honor.

Todos  los  Jefes  indios  exigieron  silencio  a  sus  respectivas  tribus,  eran conscientes  de  que  los  próximos  momentos  iban  a  ser  trascendentales, ¿Volverían sanos y salvos dejando patente la poca puntería de los guardacostas del séptimo de caballería?, o por el contrario no volverían.

X. Los resultados Parte 6º – El desenlace final.

Al  poco  tiempo,  en  el  silencio  y  la  oscuridad  de  la  noche  se  vio  un  fogonazo acompañado  seguidamente  de  un  sonoro  y  solitario  Pum.  Seguidamente  se escuchó en la cercana lejanía dos emparejados Plaff. Todos supieron que había  ocurrido lo peor cuando vieron llegar a los dos caballos sin nadie a su grupa, con un Pum les había bastado a los guardacostas para acabar con dos indios y eso indicaba una puntería digna de todo elogio y una supina estupidez por parte de los dos delgados indios que no cayeron en la cuenta de separarse y no llegar allí uno detrás del otro.

Esto no quita para que la preocupación se hiciese dueña y señora de aquellos momentos prebélicos. La media de que por cada Pum dos indios menos, no daba para  muchas  alegrías,  y  aún  peor,  el  séptimo  de  caballería  ya  sabía  de  su existencia por lo que estarían más preparados.

Escopetazo  Prematuro  se  hartó  de  tanta  historia  y  erigiéndose  en  el  jefe supremo  ordenó  que  atacarían  todos  a  la  vez  con  los  indios  molondrones  a  la cabeza,   eso   hicieron,   comandando   la   formación,   todos   los   jefes   indios acompañados  de  Patuco  Chillón,  atacaron  ferozmente.  El  ataque  fue  feroz, hombro con hombro, codo con codo, la ONIU no dejó títere con cabellera aunque también perecieron muchos de ellos. El campo de batalla amaneció plagado de cuerpos inertes de ambas partes. Mujeres indias de todas las tribus acudieron al campo de batalla en busca de que la fortuna hubiese jugado a su favor y nadie de su familia estuviese entre los caídos.

Hormona Eufórica fue la primera en ir en busca de su aún marido y de su hijo, desgraciadamente lo que nunca pensó que llegase a ocurrir había pasado. A una cierta  distancia  vio  como  su  hijo  Patuco  Chillón  lloraba  sobre  el  cuerpo  de  un indio.  Hormona  Eufórica  sabía  quién  era.  Su  corazón  desbocado  no  le  dejaba lugar para la duda, era Escopetazo Prematuro y había caído combatiendo, madre e hijo se abrazaron y lloraron amargamente.

Curiosamente,  al  lado  del  cuerpo  inerte  de  Escopetazo  Prematuro  estaba  el cadáver de Giorgio Custer con las botas a medio poner. Es bastante evidente que el   enfrentamiento   entre   ambos   debió   de   ser   terrible   a   juzgar   por   lo ensangrentado de los cuerpos.

De una forma u otra, a todos y cada uno de los que participaron en aquella cruenta batalla conocida para la posteridad como “La Batalla de Little Bighorn” les  dejaron  secuelas,  a  unos  físicas  y  a  otros  psíquicas,  concretamente  Patuco Chillón tuvo que aprender a convivir con la herida que un proyectil le causó en un pulmón,  a Hormona Eufórica esa batalla había herido de muerte a su alma.

>>Queridos lectores, como colofón y final a este dossier, a Vds. presentado sólo  resta  llegar  a  las  conclusiones  finales  y  que  sin  posponerlo  más  paso  a detallarles.

Todo había merecido la pena, la vida de unos y la muerte de otros, todo por el simple hecho de poder vivir en las tierras que los vieron nacer y que el hombre blanco creyéndose amo y señor de todo quería arrebatarles.

Patuquito  (permítanme  que  vuelva  a  llamarle  así)  fue  digno  hijo  y  digno sucesor de la estirpe de los Prematuros. Gobernó a la tribu de los molondrones con  sabiduría  y  valor.  Aunque  ligeramente  mayor  que  él,  Patuquito  contrajo nupcias con Toga Desfloripondiada la cual le dio un hijo al que llamaron “Zapato veloz”. Patuquito tuvo la gran fortuna de morir en libertad. Murió antes de ver  cómo   su   eterno   enemigo,   el   hombre   blanco,   al   fin   conseguía   doblegar voluntades y colonizar todas aquellas tierras.
En  un  sublime  acto  de  generosidad  para  sus  hermanos  en  Dios,  quedarían confinados en reservas para el resto de su días.

Hormona  Eufórica  no  volvió  a  conocer  la  felicidad  al  lado  de  otro  hombre, siempre estuvo presente en ella el recuerdo del gran amor de su vida que no fue otro que Escopetazo Prematuro y de cómo no le importó entregar su vida en pos de  la  felicidad  de  su  tribu.  De  todas  formas,  el  madrugón  de  ese  día  le  quitó media  vida,  y  sólo  faltaba  que  Giorgio  Custer  rematase  la  faena  quitándole  la otra media.

Del resto de protagonistas enumerados de uno u otro modo en este estudio, no  hay  mucho  que  decir,  algunos  de  ellos  murieron  en  la  batalla  y  otros  se salvaron. El Que Ve Como Un Lince A Veces se salvó porque no pudo ver dónde estaba la batalla y llegó cuando ya había acabado. El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo, más o menos idem. ese día el viento lo tenía en contra y el humo también.  Cuando  descendía  en  la  más  absoluta  ceguera  la  cima  del  susto tropezó  y  cayó  al  cercano  vacío,  tres  metros  de  caída  pero  fue  una  caída
suficiente como para producirle una fractura abierta en su tobillo derecho que nadie supo curar y que le postergó a una ostensible cojera para el resto de su vida.

Dicen….cuentan….  que  los  primeros  colonos  que  llegaron  a  aquellas  tierras veían asiduamente y en las oscuras noches la silueta de un indio que silbaba a los  cuatro  vientos  melódicos  y  desgarradores  cánticos  indios,  quizás  fuese  El Que A Silbidos Jode El Sueño Ajeno que por fin podía silbar a pleno pulmón sin ningún miedo ya a ser lapidado.

Si  han  seguido  activamente  y  con  la  mente  abierta  el  desarrollo  de  este estudio, se habrán dado cuenta cuán diferente es la realidad de la ficción que nos mostraron en su día las películas. Seguramente también habrán cambiado la idea que ustedes tenían al respecto. Si mi ilustre equipo de científicos y yo hemos conseguido hacerles cambiar de opinión, damos por buenas las intensas ojeras que tendremos para el resto de nuestra vida.

No hagan caso de todo lo que vean y oigan por muchos John Wayne que se encuentren en su camino. Los indios eran también seres humanos normales con sus defectos y sus virtudes como cualquier hijo de vecino.

•    No quisiera acabar sin admitir y entonar el ”nuestra culpa” por no haber sido  capaces  de  averiguar,  por  más  esfuerzos  que  hicimos,  a  quién pertenecían las reliquias encontradas por mí en el gran cañón del colorín colorado este soberbio estudio se ha acabado.

Fdo. Dr. Wallace Wayne.

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