Indigesta soberbia

Quisiste comerte el mundo con un hambre voraz y varios días después falleciste víctima de un empacho. Presa fuiste de la propia jauría de tu voz. Un cazador ataviado con lana de oveja. La noche de tu muerte nadie fue a rendirte homenaje. En vez de ello, dieron un pequeño bocado al mundo, bebieron un insignificante sorbo de aire y siguieron adelante con sus vidas.

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