La cueva del tiempo perdido
- publicado el 18/01/2014
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A la hora señalada. Capítulo 2
-¡La leche! ¿Me he salvado de la Muerte?- Se preguntó asombrado.
-¡Mierda! Si me he escaqueado de la Muerte, ahora, ¿tendré que huir de ella? – . En ese mismo momento empezaron a pasar por su cabeza las escenas de distintas películas en las que algún personaje esquivaba la Muerte y no, no recordaba ninguna en la que las cosas se volvieran más fáciles o fantásticas por ello.
Siguió cavilando, buscando el sentido de aquello que acababa de presenciar.
¿Sería un sueño? Porque una de sus especialidades era soñar despierto ya que no podía soñar dormido.
Tenía lo que científicamente se había catalogado como “microsueño”, una variante de la narcolepsia que provocaba que el ciclo de ondas cerebrales cambiase a las delta – alpha, sumiéndole en un estado de sueño profundo que a lo sumo duraba… Dos minutos.
Lo curioso de todo aquello era que estos microsueños sólo los realizaba durante el día porque por la noche, paradójicamente, sufría insomnio.
Saliendo de su dilema en el cual se debatía si lo que había acontecido era o no un sueño, cayó en la cuenta de que aún le quedaban muchas cosas por hacer como plantar un árbol o tener un hijo o irse de viaje a la India.
La verdad es que él nunca había sido de esas personas que se toman a pies juntillas lo de “Carpe Diem”. Así había perdido infinidad de oportunidades, siempre manteniendo su cabeza sobre los hombros.
No siempre había sufrido insomnio. Empezó a tener insomnio para no poder pensar en los momentos buenos que había pasado en aquel paraje. Porque cuando consiguió no echarlo de menos racionalmente, soñaba con ello.
Soñaba con ello en todo su esplendor, mitificaba aquella tierra, la rodeaba de un aura de misterio y belleza que él sabía, nunca había llegado a igualar.
Él sabía que todo era una falacia, un espejismo pero aún así, le profesaba un amor profundo, tanto como su sueño REM cuando sus microsueños se acercaban a los dos minutos.
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Diario de la Muerte 21514 25 de abril
Ha pasado algo extraño.
Hacía mucho tiempo que no había ninguna equivocación pero hoy, hoy no me salen las cuentas.
Hago el recuento y ¡no sé dónde ni en qué momento he fallado!
Sólo sé que hay un factor que me ha despistado: el tiempo.
¡No tenía que llover! “En abril aguas mil, en abril aguas mil”, como si no fuese lo suficientemente lúgubre mi oficio como para que me vengan a mí con el chaparrón…
¡Eso es lo que lo ha estropeado todo! ¡A ver cómo le voy yo ahora al jefe al final de la semana con el balance descuadrado!… Lo peor de todo es que no tengo modo de saber con qué humano he cometido el fallo porque llevaba en la agenda apuntados los nombres y detalles de las almas a recoger y, ¡se me ha mojado!
Esto de que sea todo según la tradición es muy romántico pero muy poco útil…
En fin, todavía tengo tiempo para pensar a ver qué hago.
Sólo espero que mañana no llueva otra vez porque si no me voy a tener que poner en contacto con Zeus o con Júpiter para que dejen de fastidiar; eso o que tenga menos curro, que tampoco me vendría mal…
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