El viejo libro
- publicado el 14/12/2013
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Poesía del suicido: Nota II
Si no fuera por miedo, sus manos serían alas y no calaría la tormenta su sombrero. No huiría, pero correría escapando de las aguas a hacer mundo, se envolvería en su sobretodo de voluntad y avanzaría cortando el viento a cada paso.
Si no fuera por miedo, la casa no iría estrechando las paredes que le oprimen. No emitiría juicios ni se sometería a ellos, pero se dejaría guiar por el significado de la palabra Justicia.
Si no fuera por miedo, las lágrimas que traga brotarían y no tendría que tampoco que ocultar su sonrisa inadecuada. No escondería sus deseos tras un velo.
Pero nació pajarillo friolero, de plumas recortadas: inseguro en el vuelo. Nació temiendo a la cuerda floja, ¡hasta con red!, con la garganta atravesada de palabras y el rostro congestionado en una máscara.
Nació con sueño a las diez de la noche, con montañismo dominguero, con novia, esposa, casa y tumba. Nació con la vida arreglada y, por supuesto, con miedo.
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¿Y a qué debería temer con la vida resuelta? ¿A caso temería a los cabos sueltos?, ¿a la falta de una coma que le turbe el sueño? Al fin y al cabo sería libre, tal vez le dio miedo su libertad…
Tiene la vida arreglada, pero no en el sentido de haber conseguido sus objetivos si no de haber sido éstos impuestos porque no se atreve a marcarse sus propias metas. Teme al mundo, a no encajar y si, por supuesto, teme a su libertad.
Igual no supo diferenciar entre libertad y libertinaje…