En Vías de Putrefacción #9
- publicado el 04/09/2008
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Dejarse querer
– Dejarse querer, ¿es malo?-.
– ¿Por qué me preguntas eso?- Respondió Marcos mientras enterraba sus dedos en la rizada cabellera de Carmen.
– No se-.
La verdad era que Carmen sabía muy bien por qué lo preguntaba.
Cuando conoció a Marcos se dejó querer. Él era un chico «del montón», como decían sus amigas: «del montón tirando hacia arriba».
La primera vez que se vieron ni si quiera se fijó en él. Pero Marcos tenía un interés inmenso en Carmen -aunque Carmen no entendiese muy bien el por qué- y se dejó mecer en los brazos de la casualidad. Y la casualidad quiso que se encontrasen una y otra vez hasta que Marcos encontró el valor para besarla.
Entonces fue todo rodado. Ella no tenía que preocuparse por nada -de hecho, no lo hacía-. Sólo tenía que molestarse en contestar al teléfono y acudir a sus citas y para el caso, Marcos era un chico con el que podía conversar durante horas.
Pero últimamente Carmen había empezado a tener remordimientos. Y ya no se sentía tan cómoda dejándose llevar…
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la pregunta de Marcos: – Y tú, dime, dejarse querer, ¿es malo?-.
Y en ese momento Carmen escucho la canción que estaba sonando: – … Dicen que amar es el único sueño capaz de llenar de luz la mirada./ Amar no es un pecado…-.
Repitió automáticamente: -Amar no es un pecado-.
E intuyendo la sonrisa que había esbozado la boca de Marcos, apoyada en su pecho, se dio cuenta:
pero yo no te amo.
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¿No entiendo por qué él habla en cursiva? ¿Es porque es ajeno al texto, porque él sólo es una herramienta para contar algo? Ningún amor es equilibrado y siempre se quiebra por el lado lastre de la relación. Mientras uno tira, el otro es inerte; siguiendo las leyes de la física, mientras no haya roces seguirá moviéndose para no poner ninguna energía en juego.