Alameda de Pontevedra
- publicado el 28/01/2014
-
DOS OJOS QUE MIRAN
Cansada por el trabajo de toda una mañana
la joven entra en el que será su nuevo cuarto
y se despoja de sus nuevas vestimentas
cofia, delantal, vestido oscuro que parece seda
pero es áspero y araña, como el esparto.
Es de noche en el viejo palacio
y los relojes dan su hora cansados
sin puntualidad, olvidando lo que son,
la aguja avanza por el círculo, despacio,
las campanas desafinando en su gong.
La anciana señora hace tiempo que duerme
al final de la escalera del último piso.
Es la joven la que no puede conciliar el sueño.
Teme no poder quedarse mucho en aquel sitio.
Por primera vez, desde que era niña, siente miedo.
Su cuerpo, de piel suave y tersa, siente frío,
esperando un calor que nunca llegará,
no existiendo abrigo que lo represente,
oculta bajo capas y capas de sábanas
apagada la luz, siente aquella hostilidad.
¿Quién la mira? ¿Quién ocupa su tiempo en vigilarla?
“Aquellos antepasados que no descansan y que allí durmieron”
piensa ella, con su mente literaria, invocando al miedo
masoquistamente, con los sentidos atentos,
cabeza nunca en horizontal, esperando sugestionada.
Con la mirada acostumbrada a la negrura,
Descubre, perdida la ceguera, dos ojos abiertos,
dos manchas blancas que la escrutan.
y que acaban de ser descubiertos.
Es consciente de no poder evitar mirar a lo que teme.
Por fin, se levanta, descalza, lentamente,
hacia esos ojos que la invocan,
y que siguen sin moverse, fijos, latentes.
Por fin se acerca, casi los toca.
Descubre que son planos, pintados.
Un gran óleo de un hombre inquietante,
parece representar el espíritu de éste, vivo,
acusador, celoso, inquieto e intimidante.
Allá donde se mueva ella, él la mira.
desnudándola con su amenazadora líbido.
Se apresura a agarrar el marco con sus manos frías,
temiendo que la pintura hable, pegando un grito.
Hay que hacer desaparecer aquella amenaza…
Dándole la vuelta podrá descansar, llegará el alivio.
Por fin se decide y lo desclava, moviéndolo de su sitio.
El cordel gira y se pone del revés, de él cuelga el cuadro.
La tranquilidad que la doncella ansía está más cerca,
ya casi puede sentirla… No obstante, nuevamente sucede algo:
En la parte de atrás, en la cara oculta del lienzo, la más vieja,
un nuevo rostro surge, pintado quizá más terriblemente.
Una dama sobre fondo negro, quizá la mujer del hombre anterior
observa con odio a quien ahora la mira, celosa de la joven,
sabiendo que ella ha estado mirando a su marido…
La doncella grita terriblemente, pero nadie la escucha.
Nadie en aquella noche la calmará ya, en su pesadilla.
- DOS OJOS QUE MIRAN - 21/10/2013
¡Javier! Qué gusto leer una poesía en este concurso. Y además no es la única. 🙂
Y con ritmo y buen uso de la rima, aunque no sé si yo hubiera usado un verso más libre. La historia está bien también. Me gusta.
Y me inquieta especialmente la última estrofa. Especialmente desde el comienzo: «Una dama sobre fondo negro, quizá la mujer del hombre anterior». ¿Por qué quizá? ¿Por qué tiene el narrador esta duda? ¿Debería tenerla también el lector?
Ya me contarás, creo que da para debate. 😉
¡Nos leemos!
Me gusta dejar puertas abiertas, que siempre pueda quedar algo en el aire. Aunque vengo de una tradición de escritores empeñados en dejarlo todo atado y bien atado, me resisto a ser tan clásico…