La Boca del Metro (Parte 1 de 2)
- publicado el 27/11/2008
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EL DIARIO DE MAÑANA
Un día como otro cualquiera, fue hasta el buzón; además de las cartas, encontró un periódico de aspecto desconocido.
Extrañado, pensando tal vez que no era para él, lee su nombre en la cabecera, se lo lleva a su cuarto, y lo deja en la mesa. Lee primero las cartas, y luego abre el diario.
Empieza a leerlo pero nota que las noticias son extrañas; como si no fuesen de su ciudad. Sigue leyendo y se sorprende porque que el periódico no tenía la fecha de hoy. ¡Tenía la de mañana! Sin poder creerlo, verifica la fecha en el calendario, la comprueba y entonces empieza a pensar quién pudo dejarlo y si no sería un error. Pero estaba su nombre. Entre perplejo y sorprendido, se dedica a sus cosas y se olvida.
No lo comenta con nadie. A la tarde hace su vida normal, taller, gimnasia y terapia y por la noche decide ver la tele como si nada hubiese pasado. Las noticias del telediario nada tenían que ver con las que había leído esa mañana. Lógico se dijo, eran las noticias de hoy, no de mañana.
A la noche, medio inquieto, se dice: -esperaré a mañana a ver si recibo otra vez este raro periódico. Durmió un poco revolucionado soñando que lo recibía, que hacía mucho estaba esperando una oportunidad para poder cambiar de vida, pero al cabo de un rato se despertó agitado; tomó un sorbo de agua y sin mucha convicción volvió a dormir y a esperar a mañana a ver si se el buzón le daba la sorpresa.
Al día siguiente, medio nervioso, va hasta su buzón, coge los sobres y al el fondo estaba nuevamente el diario. Decidido va inmediatamente a la fecha. Era nuevamente la del día siguiente! Lo dobla cuidadosamente y vuelve a su habitación, mira las cartas sin mucho interés, coge una hoja de papel y se hace una lista.
Había pensado que tal vez si se enteraba con antelación de noticias podría por ejemplo: evitar incendios, anticipar crímenes, una caída de aviones, accidentes en carretera, robos o inundaciones, podría realizar muchas cosas útiles si se enteraba antes de lo que iría a suceder.
Mientras hojeaba el diario, también pensó en él y en su futuro. Vino a su cabeza el sueño de anoche. Y en ese recorrido dió con la sección “bolsa y divisas”. ¡Pensó ésta es la mía! Si esto funciona puedo invertir lo poco que me queda de mis ahorros en alguna acción que mañana suba y así “ir tirando” hasta que consiga una buena posición económica…
Contento con la posibilidad, pero prudente, se dijo: -tranquilo; mañana es otro día. Apuntaré los precios de las acciones hoy, y confirmaré mañana el resultado.
Prolijamente así lo hizo.
Al revés del folio optó por apuntar dos o tres sucesos criminales, que verificaría en la tele si aparecían en la tele al día siguiente. Pudo comprobar todo.
A veces pensaba que ese periódico del día siguiente era sólo un espejismo que le sucedía por vivir solo y tener pocos amigos…Que era una alucinación. Pensó consultar al médico, pero se contuvo. Pensaría que estaba loco…y eso no estaba en sus planes.
Pero ya tenía su plan. Esa mañana tomó un café con leche y salió a caminar por los jardines.
Al día siguiente, repitió el ritual. Cartas, periódico y comprobación del resultado. Con un escalofrío comprobó que los crímenes robos y accidentes habían sucedido. Las acciones que había marcado, habían subido. Podría considerar que lo hecho por él era un éxito tanto en un sentido como en otro. Su corazón latía muy fuerte.
Debo aprovechar esto, se dijo. Puedo convertirme en un héroe nacional. Una especie de Superman, pero de verdad. Seré famoso! Me entrevistarán los periodistas…El ídolo de los niños y de sus madres! La verdad, se entusiasmó por primera vez.
Y también saldré de pobre! Optó entonces por probar fortuna en la bolsa. Había escuchado sobre lo rápido que se podía hacer dinero invirtiendo en acciones y con la información privilegiada que tenía un día antes era de verdad sencillo acertar. El hubiese preferido jugar a la lotería, pero Navidad quedaba muy lejos. Anotó prolijamente 5 acciones que le gustaron y su valor. Esperó con cierto nerviosismo al día siguiente recibir el periódico y vio que la comprobación le había sido propicia. Habían aumentado.
Entonces se decidió. Un amigo que lo venía a visitar con frecuencia, le hizo el favor. Jaime le dio el dinero y él le compró los títulos. Esperó. Y ganó. ¡Qué alegría!
Ya, sobre seguro, repitió la operación varias veces, apoyado por “sus informaciones secretas”. Puso el dinero en una cuenta del Banco de al lado que fue creciendo paulatinamente hasta llegar a ser una muy buena cantidad.
El periódico seguía llegando puntualmente y él cada vez se sorprendía menos. Por un ingenioso canal secreto, pasaba información a los periodistas sobre sus “predicciones”. Fue bautizado por los medios como “el vidente secreto”. No daba a los medios sus datos, ni donde vivía, ni forma de poder encontrarlo. Lo hacía simplemente porque quería ser un hombre bueno. No revelaba a nadie su “secreto de papel”.
Entonces sucedió. Un día cualquiera dejó de recibir el periódico. Preocupado, volvió a verificar si en el buzón el diario no habría quedado escondido.
Pero no. No estaba.
Al día siguiente, tampoco. Denunciar la desaparición no podía porque nadie le creería que recibía un diario del día siguiente! Además había sido muy prudente con sus inversiones. En apariencia, nada había cambiado en él. Ni su ropa, ni sus costumbres. Nadie había supuesto nada extraño. Jaime era uno de tantos dentro de la ciudad y no había cambiado de domicilio.
El periódico no apareció nunca más en el buzón.
Se dijo: debo probar y encontrar una forma de saber qué pasará mañana…pero hoy. Tuvo una idea rápida. ¿Y si probaba con cambiar la fecha de su reloj? Podría volver a tener resueltas sus dudas.
Como un poseído hizo girar las manecillas una y otra vez.
No sirvió. El tiempo no cambiaba. Hoy era ni más ni menos que el día de hoy.
Una gran desazón lo envolvió.
Esto, se dijo, estaba llegando a su fin. Volvió entristecido y derrotado a su habitación. Buscó los periódicos antiguos, sus anotaciones y ya no estaban. Se echó en la cama. Al cabo de un rato, lo llamaron a cenar.
Los horarios eran muy estrictos en el siquiátrico.
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