DIA GRIS DE OTOÑO
- publicado el 06/12/2021
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Vistazo a un recuerdo
Rayos de luz azotaban los dos cuerpos desnudos que ocupaban la cama de extrema perfección, una habitación amplia repleta de adornos rectilíneos y blancos aguardaba por ser la cómplice de la conversación matutina.
Él despertó exaltado ante el inusual sueño que había experimentado, decidió no hacer esperar para contarlo, para ello extendió su mano enérgicamente y despertó a su acompañante. Ella levanto sus pestañas paulatinamente hasta alcanzar un punto en que no pudo mantener abierto sus ojos, al pestañar repetidas veces despertó casi por completo.
-Buenos días amor –habló con ternura.
-Buenos días -contestó con el mismo tono.
-¿Porque me despertaste?, aún quedan cinco minutos.
-No creerás lo que soñé -indicó a viva voz.
-¿Otra de tus pesadillas sobre el espacio? –respondió ella, y añadió-: No entiendo cual es tu preocupación con esas naves…
-Lo que pasa es que no me dan confianza, ven te explico mientras comemos algo.
Los dos se pararon al mismo tiempo, abrieron sus brazos formando una cruz y desde el techo dos brazos mecánicos se abalanzaron sobre sus cuerpos, rodeándolos con un gas espeso. Cuando se disipó el gas ambos poseían un traje ajustado que los cubría del cuello hasta los tobillos, pasando por sus brazos. Caminaron hacia la salida de la habitación, en el trayecto una porción del suelo se abrió justo por debajo de sus pisadas, permitiendo así calzar zapatos en los pies de la pareja.
Cruzaron el umbral sin puerta para encontrarse con una sala del doble del tamaño de la anterior. En ella se distribuían la cocina, ocupando solo unos pocos metros cuadrados, junto con el comedor y una sala. El conjunto se jactaba de una limpieza perfecta, un blanco descomunal y una simetría exacta.
Conectaron los aparatos eléctricos y aguardaron sentados.
-Deja recordar exactamente lo que soñé. Había un hombre hablando cosas extrañas, acerca del vacío del espacio, del frio de este. Indicaba que no tenía la certeza de nada, no existía realidad alguna. Luego recuerdo algo así como que no sentía sus pies pero… -Quedó con la mirada perdida.
-¿Que sucede?
-Recuerdo algo distinto.
-No entiendo.
-Es algo borroso, pero deja intentarlo. Veo un extraño lugar, una esquina oscura, es como un antiguo recuerdo. Las luces son de neón o eso creo, es inusual ya que dejaron de utilizarlas cuando terminó la revolución tecnológica.
-Hace unos cien años –aportó ella.
-Pero eso que es, –Con los ojos cerrados para recordar mejor- es un hombre con abrigo!
-¿Qué es un abrigo?–preguntó con curiosidad.
-Lo conozco de la biblioteca digital, es una prenda de vestir que utilizaban hace más de doscientos años, es para cubrir el torso.
-¿Qué más ves? -Sonó una alarma proveniente de la cocina.
Unos pequeños robots caminaron desde la cocina hasta el lugar donde se encontraban, dejando frente a ellos el alimento que les correspondía, lo comieron en silencio. Eran unas pastillas blancas que contenía todo lo necesario para seguir con el funcionamiento normal. Las terminaron sin apuro, él cerró nuevamente los ojos y prosiguió con el relato.
-Hay algo en la pared, deja concentrarme. Es una especie de vehículo arcaico, ahora lo veo, posee dos ruedas, un fierro perpendicular a estas con una goma. Probablemente debe servir para sentarse, aunque solo alcanza para un tripulante.
-¿Un vehículo para uno?, a quien se le ocurriría tal estupidez.
-A la altura de esta “silla” veo un fierro dividirse en dos de forma paralela al suelo, ¿para que servirá?, puede dar estabilidad pero no me arriesgaría a asegurarlo. –Sonó una segunda alarma, peo esta vez proveniente de la puerta de entrada. –¿Ya es hora de irnos?, podemos esperar, deja ver nuevamente. Veo borroso, demasiado. Perdí la imagen.
-No importa ya se nos hace tarde.
-Sí, es verdad, aunque queda dando vueltas en mi mente la ausencia de motor.
-Quizás usaba baterías.
-En los fierros ¿no?, duda resuelta.
Se levantaron nuevamente en perfecta sincronía uno del otro, cada uno se acercó a una pantalla, ubicadas en la muralla más lejana a la cocina. Las tareas de cada día se asignan a través de las pantallas personales, los dos ahora conocen lo que deben hacer por hoy.
En el cuadro también aparecen los signos vitales de cada uno, él por su parte se encuentra completamente cargado, por lo que se quita el cargador de energía que tiene pegado a su cuello, en cambio a ella le hace falta un minuto para estar lista. Como comúnmente ocurre se esperan hasta que este listos, cruzan la sala por última vez, desconectan los aparatos eléctricos y dejan su cubo para unirse a las labores.
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