Implante de información

Cuando era pequeño tuve una experiencia inédita. Una experiencia que me hizo creer que todo iba más allá de la realidad.

A los siete años sentía mucha curiosidad por los extraterrestres, debido a lo mucho que hablaban de ello en la televisión.

Mis películas favoritas, en esa época, trataban sobre ese tema. Me preguntaba si, habiendo tantas películas de alienígenas invadiendo la Tierra, y otras sobre seres espaciales benévolos cuya tripulación o familia dejaron olvidados en nuestro planeta, los extraterrestres serían inofensivos o habría que temerlos.

Una noche me despertó un ruido sordo. Me levanté de la cama para ver quién o qué lo causó. Al descorrer la cortina de mi habitación, me di de bruces con una luz tan potente que me cegó por segundos. Estaba asombrado. Eso parecía una escena de una película de ovnis.

Enseguida me dirigí con cautela a la sala de estar. El ambiente era muy silencioso, pero a través de las rejillas de una persiana pude ver una intermitente luz blanca. A cada paso que daba, me pregunté si planeaban experimentar con personas. Abrí sin miedo la puerta de la entrada, pero no demasiado para no ser descubierto. Sin embargo, ya era muy tarde.

En el jardín se hallaban dos individuos de sexo masculino que tenían aspecto humano. A pesar de la oscuridad de la noche, pude ver que ambos llevaban una gabardina color crema y gafas de sol. Se distinguían por ser uno más corpulento que el otro. Ellos me hicieron señas para que saliera.

Temí pasar el resto de mi vida en una probeta. Pensé que llevarían a su nave espacial, pero en lugar de eso había algo que parecía ser una cortina de luz. Comprendí entonces que eso sería lo que percibí desde el interior de la casa. Me acerqué a ellos e inmediatamente después, uno de los extraños sujetos tomó un desconocido artefacto con el que me hizo perder el conocimiento. Ya tumbado en el suelo, recuerdo haber visto el rótulo luminoso del videoclub que había cerca de mi casa. Fue lo último que vi antes de quedarme inconsciente.

Desperté bastante relajado pero, al mirar alrededor, descubrí que el entorno que me rodeaba no era el de mi habitación. Tengo que admitir que sí era acogedor.

Al poco rato, una mujer vino para comunicarme que era el momento de mi aseo. Ella vestía un traje negro y gafas de sol. Recuerdo que era muy amable. Por lo visto, el lugar donde me aislaron estaba provisto de ducha y todo lo que se encuentra en un aseo.

Más tarde, la mujer me guió por un pasillo de aluminio o algo parecido que conducía a una sala de aspecto hogareño. Allí, según ella, tenía preparado el desayuno. En efecto, habían dejado en una mesa de estilo neoclásico un plato con tostadas y un vaso de leche.

No recuerdo con exactitud los hechos que posteriormente acontecieron, aunque nunca olvidé aquella máquina sofisticada que arrojaba un rayo láser o algo así directo a mi cabeza. No producía dolor, pero me agobió permanecer tendido en una camilla. El tiempo de ejecución fue eterno a mi parecer. No me permitieron levantarme hasta que acabó el procedimiento.

En ningún momento entendí qué estaba pasando ni qué quería esa gente de mí. No obstante, recibí de ellos una excelente hospitalidad, aunque eso no significaba que no desease volver con mis padres.

En breve me notificaron que había recibido la información necesaria, que todo estaba listo para llevarme de vuelta a casa. Yo creía que era una ilusión; me pellizqué de tal manera que no evité expresar dolor. Su modo de despedida fue el mismo el flash con el que me trasladaron a su guarida secreta.

Desperté sobre el césped del jardín, de donde no debí haber salido. Mis padres no se percataron de nada. Parecía que no habían transcurrido más de seis horas después de todo. Ambos creían que me volví sonámbulo o que decidí dormir en la intemperie. Eso me enojó un poco pero no le conté a nadie la verdad.

En cuanto a la información que, según ellos, me suministraron, no podía recordar ni el más mínimo detalle. Fue un momento incómodo de mi vida, así que decidí pasar página.

Durante los diez años siguientes, mi vida transcurrió con normalidad. No encontré una explicación lógica para ello, pero quise trasladarme a otra ciudad. Entré en la Universidad. Al acabar los estudios, conseguí un trabajo que me permitió seguir adelante.

En pocos años, convencí a mi familia para que residiera en la misma población. Quería estar cerca de ellos. Me sentí en situación de alerta por motivos que no llegaba a conocer.

Mi duda se aclaró, al menos en parte, cuando las noticias informaron de un trágico suceso: Un huracán azotó mi ciudad natal, causando enorme cantidad de muertos y heridos además de incontables daños materiales. Yo me quedé con el corazón en un puño, ya que jamás querría tal situación para mi familia. Después de todo, aquella organización secreta estaría relacionada con mis alocadas o lógicas razones.

Ursula M. A.
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1 Comentario

  1. newowen dice:

    Hola Ursula M. A., el tema que tratas es interesante, hombres de negro, recuerdos implantados… Como lector, si me lo permites, me sonaría más lógico cambiar el orden de algunas frases, como por ejemplo «…dos individuos de sexo masculino que tenían aspecto humano». Sería más lógico para mi que el personaje se diera cuenta de que son humanos y luego de sexo masculino. Lo mismo con el artefacto que le hizo perder el conocimiento y luego hablar del último recuerdo que le quedó. Este caso es más comprensible, pero quedaría más claro si describes primero los efectos del artefacto desconocido para luiego decir qué es lo último que recuerda y al final, que pierde el conocimiento ¿no crees?. Te animo a seguir escribiendo, suerte con el concurso. Un saludo.

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