Mi estimado jefe

Mi estimado jefe:

Imagino que se siente aliviado por no haberme presentado hoy. No se preocupe, que no he vuelto a enfermarme ni le pido vacaciones. Únicamente le sugiero que lea esta carta sentado, por varias cosas que a continuación le haré saber:

Empezaré confesando que la razón de mis excusas, cuando tardaba con los informes, era que navegaba por Internet. Gracias a ello, pude comprar productos para uso personal antes de que se agotaran. Las ofertas eran atractivas. ¿Para qué iba a perder oportunidades así?

Aparte de eso… La persona misteriosa, aquella que en redes sociales criticaba a la empresa sin dudar… Le doy un segundo para que adivine. ¡Sí! ¡Era yo! No me arrepiento por nada del mundo; nunca reí más y mejor. Considero aquel acto mi venganza. ¡Desde luego! Por revelar delante del equipo (y con poco tacto encima) que cometí un error. Eso fue la punta del iceberg; la chispa que prendió la mecha y desencadenó todos los sucesos de rebeldía que cometí en esta empresa.

Echaré de menos a los compañeros. Lo siento por Ricardo, que tendrá que hacer mis tareas y ya tiene bastante. O por Ana, tan encantadora que me la como a besos. Dentro y fuera del trabajo, compartí tantos momentos con el equipo… Al menos, a partir de ahora, no tendré que aguantar más broncas porque abandono este cuchitril a la de ya. Le deseo suerte a quien me sustituya, probablemente la necesitará.

No deseo que le vaya mal con la empresa, porque nadie de la plantilla merece perder su puesto. Más bien le deseo una vida con muchos contratiempos.

Por cierto, las plumas que me llevé el otro día escriben de maravilla.

Ursula M. A.
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