El club de los fracasados insistentes

“Fundamos el club ante una necesidad de quebrar lo bello y lo estético, un impulso de destrozar todo lo preestablecido, una actitud juvenil casi punk que nos costaba el humilde precio de caerle mal a toda la sociedad cúbica que nos rodeaba.
Nada podía ser bello si el caos no lo potenciaba, sometíamos cada obra al desorden, a un factor azaroso donde las leyes de la estadística nos decían que íbamos a arruinar todo nuestro trabajo, pero nunca nos importaron esas leyes ridículas que sirven para saber cuánta gente está comprando cigarrillos y cuantos otros se están revolcando con sus amantes. Los miembros lo teníamos muy claro, cuando alcanzáramos la obra en sí, ésta debía ser sometida a una energía suprema capaz de destruirla en un segundo. Aceptábamos arruinar todo, declararnos en crisis y volver a empezar, buscando que la casualidad logre algo inhumano porque si el caos no puede embellecer nuestra obra, entonces nuestra obra no es digna de considerarse arte.”

Ezequiel Sarobe
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