Vicio

—¡Hable! —rugió el detective.

        La habitación estaba sumida en penumbras, excepto por un reflector ubicado sobre el acusado, que entornaba los ojos. Declaró:

        —Compartimos butacas en el tren que iba a Constitución. Le propuse que se ahorrara el hotel y pasara la noche en mi departamento. Entre café y humo de cigarrillo, terminamos enredados entre las sábanas. Súbitamente, sus labios perdieron consistencia alrededor de mi boca. Comencé a beber de ella. Primero, para saciar la sed; después, hasta sentir que me ahogaba. Cuando desperté, su última gota rodaba por mi mejilla como una lágrima.

Leandro Kreitz
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1 Comentario

  1. Irene Sanchez dice:

    Me gusta 🙂

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