La promesa del crepúsculo.

La menguante luz del ocaso se abría paso entre las ruinas del Palacio Blanco. Hasta las mismas piedras parecían lamentar el destino de su rey, que maniatado y maltratado avanzaba bajo el muro de lanzas ensangrentadas y las miradas vacías de la Legión Muerta liberada por el Señor de la Marca, el Usurpador.

Mas cuando llegó ante el verdugo alzó la cabeza para enfrentar el fracaso y el fin. Sus únicos temores viajaban ahora con un niño.

-¡El legítimo señor de estas tierras reclamará lo que es suyo! -aseguró arrodillándose frente al tocón de madera-. Mi hijo me vengará.

Luis J. Constante Luna
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