Es una noche como otra cualquiera. Estoy sentada en la mesa, escribiendo. Intento librarme de todo aquello que me atenaza el corazón. Los fantasmas acechan en la oscuridad. Sé que vendrán a por mí en cuanto suelte el lápiz. Están esperándome, en silencio, pacientemente. Si ahora levantara la cabeza podría leer en sus ojos translúcidos todos los sueños que jamás me atreví a soñar, todas las promesas que una vez hice y que nunca cumplí, todos los corazones que rompí y todas las veces que me lo rompieron a mí. Ellos son todo lo que temo. Ellos son mi pasado y mi futuro. Ellos son mi presente. Cuando cae la noche, vienen a los pies de mi cama y me reprochan todo aquello que no quiero ni puedo oír. Son mi conciencia y son mi perdición. Son mi olvido. Son todo lo que soy.

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