Fantasmas en París (II)

El primer día que fue al colegio, se le acercó un niño y le dijo que tuviera cuidado porque la casa donde vivía era especial. Bryan se preguntó que tendría de especial, si sólo era una casa vieja. Así, que le preguntó por la casa.

-Mi papá me contó que hace unos diez años vivía una señora mayor, muy mayor. Tendría… como unos ochenta y cinco años. – Le hablaba muy bajito porque a nadie le gustaba hablar de esa casa.

-¿Por qué hablas tan bajito? Casi no te oigo

-Es que.. en esa casa siempre han pasado cosas raras. Antes de que vinierais todas las noches había una luz pero no vivía nadie. Dicen… que…- A Abel empezaba a temblarle la voz. –No puedo decirte nada más.

-¿Dicen que? ¿Qué hay fantasmas?

Asustado, Abel, asintió con la cabeza.

-Eso dicen… y que la mujer….

-Va eso son historias de mayores para que los niños no entren a casa de nadie. Son mentiras. Los fantasmas no existen y si no…

-¿Si no qué?- Preguntó Abel a Bryan

-Si no, vente a mi casa esta noche. Verás cómo no pasa nada. Estoy en casa sólo.

-No sé… mis padres no me van a dejar ir a esa casa.

-¿No serás un gallina? –Preguntó mientras hacía los gestos de una gallina.

-Bueno vale. Allí estaré.

A las ocho llegó Abel a casa. Cenaron una tortilla que le había hecho su madre antes de irse a trabajar. Estaban en su habitación jugando a la Wii cuando Abel escuchó un fuerte ruido.

-¿Has oído eso? ¿Ves cómo tenía razón? Aquí hay alguien.

-¿El qué?. ¿Esto?- Contestó Bryan mientras realizaba el mismo ruido.-He sido yo dando un golpe en el suelo.- Respondió mientras se reía.

-Pues no tiene ninguna gracia.

Pero no transcurrió ni un minuto cuando unas pisadas empezaron a oírse.

-He dicho que no tiene gracia.- repitió Abel enfadado y asustado al mismo tiempo.

-Esta vez no he sido yo

Bryan empezaba a tener miedo. Quizás su nuevo amigo tenía razón. Pensó mientras se levantaba a buscar a encender la luz de su habitación.

-¿Pero quieres encender la luz de una vez?

-Es que nos hemos quedado sin luz.

-¿Qué? Esto es cosa del fantasma. ¿Lo ves? Si es que los españoles no os creéis nada.

Mientras iba a buscar su linterna el fantasma se apareció en la habitación.

-¿Bryan? ¿Bryan?- A Abel le temblaba la voz cada vez más pues el fantasma de la mujer se estaba acercando a ellos.

Pero Bryan no le oía. Estaba buscando la linterna. Cuando la encontró, se giró para decirle a Abel que ya la tenía pero se encontró de cara con el fantasma. Del susto, ni siquiera pudo pegar un grito. Se había quedado sin voz. Pero eso no era lo peor, sino la mirada de loca del fantasma. Del susto se le había caído la linterna y si no llega a ser por su amigo habría tardado un buen rato en moverse. Bryan acabó dándole la razón. Esa casa estaba encantada. ¿Pero cómo era posible? Su madre le había dicho muchas veces que eran imaginaciones suyas. Pero no, esta vez lo había visto.

-¿Te has fijado? Era una chica joven. Yo creí que era una persona mayor.

-Puede que en esta casa haya más muertos de los que creemos.

Mientras Abel dormía Bryan intentaba pensar porqué la chica estaba en esa casa. Pero no se le ocurría. Pensó en las películas que había visto. Normalmente son asuntos que no han terminadopero ella iba cubierta toda de negro, parecía que iba de luto. Además ese peinado a los años 40, 50 y sus ojos le resultaban conocidos.

Buscando en el álbum viejo de fotografías encontró la que él recordaba. Era una fotografía de una de sus bisabuelas. Y aunque sabía quién era no sabía que tenía que ver ella con esa casa. De repente algo extraño volvió a pasar. La luz de la cocina se encendió, la ventana de la habitación se abrió de golpe y Abel salió disparado de la cama. Asustados intentaron salir de la casa pero la puerta estaba cerrada. Ambos sintieron un escalofrío. Se miraron y cuando quisieron subir la respiración se le paró. De nuevo tenían ante sus ojos a la mujer.

Bryan pudo confirmar que era su bisabuela. Se llamaba Sara Anabel y había viajado desde Brasil hasta Paris hacía mucho tiempo. Al igual que él se tuvo que marchar cuando era una niña porque sus padres no encontraban trabajo. Con veinte años conoció a un chico, pero tuvo que marcharse a la guerra. Ella le estaba esperando… Mientras les contaba su historia apareció otro fantasma. Era rubio y aparentaba la misma edad que Sara Anabel.

-¿Cómo has podido esperarme tanto tiempo?

Los tres se quedaron sorprendidos de lo que estaban viendo. Abel y Bryan con la boca abierta tuvieron que pellizcarse el uno al otro para saber que estaba pasando. Sara Anabel no podía creer lo que estaba viendo. Los dos se habían estado esperando en la misma casa pero nunca se habían visto en la casa. Les dieron las gracias a los chicos y se desvanecieron en el aire.

Todo parecía haber vuelto a la normalidad. De nuevo, subieron a la habitación pero la noche no había acabado. Una vez allí estaban tan cansados que se metieron los dos en la cama sin decirse nada.

Escrito por Beatriz Hernando

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