La fuga
- publicado el 14/01/2014
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EL GUERRERO NEGRO
El Guerrero Negro terminó de afilar su espada y derramó sobre su filo unas gotas de aceite de salamandra. La hoja oscura comenzó a arder con fuerza y tuvo que deslizarla en la vaina de piel de dragón para contener la llama.
– «¡Los aldeanos temblarán al verla!»
Su esposa le ayudó a colocarse el yelmo y su hijo corrió a abrazarle. El Guerrero sonrió al ver cómo el pequeño aprovechaba el abrazo para hacerse disimuladamente con el frasco de aceite.
– «Este chico promete.», pensó.
Lleno de orgullo, el Guerrero Negro montó su caballo y se alejó al galope.
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